Al defender en aquella ocasión al Frente Popular, expresó tempranamente su apuesta por la formación de bloques políticos amplios que permitieran realizar las transformaciones que a su juicio el país requería:
Para realizar nuestro camino y de acuerdo con la realidad, adoptamos diversas tácticas políticas. Ayer el block de izquierdas; hoy el Frente Popular. Al hacerlo hemos claramente expuesto lo que esto significa. No se puede confundir un gobierno socialista con un gobierno de Frente Popular. Un gobierno frentista está creado para defender las garantías democráticas en contra de la amenaza tenebrosa del fascismo, cuya acción empieza ya a sentirse en estas tierras de América.
Al prohijar al Frente Popular, no hemos depuesto nuestro acervo doctrinario, ni nuestra acción combativa. No hemos renunciado a nuestro derecho a exponer nuestras ideas y nuestra finalidad como partido. No. Hemos, sí, comprometido nuestra fe, para mantener la democracia, en la lucha sin cuartel en que estamos empeñados contra la oligarquía, el fascismo y el imperialismo. Lo hemos dicho al país y lo recalcamos nuevamente que un programa socialista no es lo mismo que uno del Frente Popular.
El programa del Frente Popular está basado en la aceptación de puntos comunes en el orden económico, político y social por parte de todos los partidos que integran esta combinación, aunque pueda entre ellos existir diferencias doctrinarias.
El Frente Popular es una barricada defensiva en la que se cobijan todas las fuerzas democráticas. Su acción no está ligada a ningún compromiso y su orientación está basada en el conocimiento pleno de la chilenidad. Su destino, servir los intereses populares a través de un gobierno del pueblo.
En aquel discurso también leyó un párrafo de un documento doctrinario del Partido Socialista que permaneció entre las ideas centrales de su pensamiento político:
El Partido Socialista plantea que, mientras existan clases sociales antagónicas, oligarquía explotadora, aliada y servidora del imperialismo, y multitudes trabajadoras oprimidas, y el Estado esté convertido, por la fracción dominante, en instrumento de represión, será utópica una auténtica democracia política y no se logrará tampoco el bienestar económico de las capas laboriosas. Por eso, el Partido Socialista lucha contra los soportes financieros del régimen dominante: el latifundio y el imperialismo. La victoria sobre estos factores semicoloniales de nuestra economía será el primer paso firme hacia una legítima democracia y un avance en la marcha ascendente hacia el Socialismo.
Y, en septiembre de aquel año, tomó la palabra en la Cámara para defender un proyecto de ley de alfabetización pensado para los obreros y los campesinos. El diputado Allende diseccionó la magnitud del analfabetismo que caracterizaba la realidad del país, que «lesiona tan directamente la existencia misma de la vida democrática de la nación», y por ello instó al Gobierno del Frente Popular, «que nació del pueblo y vive para el pueblo» (y cuyo Presidente había proclamado: «Gobernar es educar»), a emprender dos acciones inmediatas: alcanzar el número de escuelas y maestros necesarios para incorporar al sistema educativo primario a los 350.000 niños sin escolarizar y crear un cuerpo de instituciones alfabetizadoras a lo largo de todo el país para las personas adultas que se hubiesen visto privadas del acceso a la enseñanza o accedido a ella de manera insuficiente. Para ello, el primer artículo del proyecto de ley planteó la creación del Departamento de Alfabetización Obrera y Campesina en el Ministerio de Educación. «¡Por un Chile sin analfabetos! ¡Porque todo Chile sea una escuela!», exclamó (Quiroga, 1988: 139-148).
Fue también durante su breve periodo como diputado cuando inauguró su costumbre de pronunciarse desde el Congreso Nacional sobre los asuntos centrales de la coyuntura internacional y así el 26 de noviembre de 1938, dos semanas después de la «noche de los cristales rotos», remitió junto con otros 75 parlamentarios un telegrama de protesta a Adolf Hitler (Pey, 2005: XI):[11]
... en nombre de los principios que informan la vida civilizada, consignamos nuestras más vivas protestas por la trágica persecución de que se hace víctima al pueblo judío en ese país y formulamos votos porque su Excelencia haga cesar tal estado de cosas y restablezca para los israelitas el derecho a la vida y a la justicia, tan humana y elocuentemente reclamados por el Presidente Roosevelt.
El 24 de enero de 1939, la noche en que un violento seísmo causó más de treinta mil muertos en el sur del país, Salvador Allende conoció a una joven y hermosa estudiante de Historia, natural también de Valparaíso, Hortensia Bussi, y el 16 de septiembre de 1940 contrajeron matrimonio. Pronto nacieron sus tres hijas: Carmen Paz, Beatriz e Isabel.
Si repudió los primeros crímenes del nazismo, también participó en la acogida a los más de dos mil republicanos españoles que llegaron procedentes de Burdeos a Valparaíso el 4 de septiembre de 1939 a bordo del Winnipeg, en un viaje organizado por Pablo Neruda, designado Cónsul Especial para la Inmigración Española por Aguirre Cerda. Como miembro del Comité de Ayuda a los Refugiados Españoles, Allende asistió en Santiago a varios actos de solidaridad con los pasajeros del Winnipeg y con el tiempo algunos de ellos, como el destacado pintor José Balmes o Víctor Pey, se convirtieron en grandes amigos suyos.
La condena de la dictadura franquista estuvo presente en su discurso político hasta el final de su vida. Así, por ejemplo, el 12 de septiembre de 1945, al intervenir en el Senado para fijar su posición frente a la Carta de las Naciones Unidas, recordó la complacencia de la mayor parte de los parlamentarios de la derecha con las potencias del Eje y con el fascismo en la Guerra Civil española y expresó su deseo de que la derrota del totalitarismo en Europa alcanzara también a España (Martner, 1992: 134):
Nuestro Gobierno y ciertos políticos no quieren recordar que la guerra comenzó en España; que la revuelta de Franco, apoyada por las potencias del Eje, fue el primer estallido de la conflagración internacional. Esta guerra debe terminar en España y con la instauración de un régimen de acuerdo con la voluntad soberana del pueblo español.
¡Ah, si recordáramos la defensa que se ha hecho del régimen franquista; si repitiéramos las palabras que han pronunciado en este Honorable Senado los senadores de derecha y las que pronunciaron en la Honorable Cámara los diputados de esta combinación política...
En octubre de 1939, por encargo de su Partido, Allende asumió el Ministerio de Salubridad, Previsión y Asistencia Social en el Gobierno de Aguirre Cerda y tomó posesión como el ministro del ramo más joven de la historia nacional.[12]Su amigo y compañero Carlos Briones evocó su enorme interés por estos aspectos (Jorquera, 1990: 177):
Con Salvador pasábamos horas y horas analizando temas como salud, vivienda, educación, ingresos y su distribución, condiciones de vida de la clase trabajadora, política de salarios, alimentación, mortalidad, estructura de los servicios de salud, tanto del Estado como de los organismos de previsión... Esos fueron los asuntos que más apasionaron a Salvador.
Allende inició su labor con la redacción del libro La realidad médico-social chilena, un crudo diagnóstico de las condiciones de vida de las grandes mayorías que fue distinguido con el premio Carlos Van Buren de la Asociación Médica de Chile (Quiroga, 1988, 103-104):
Nuestro país vive un momento de su historia en que pugna por desprenderse de formas económicas antiguas, autocráticas y de libre competencia, para canalizar su vida social por cauces de cooperación y de bienestar efectivo que abarque a todas las capas populares y de clase media. Éste es el significado fundamental que para Su Excelencia el Presidente de la República, el Partido Socialista y sus Ministros tiene el gobierno de Frente Popular que la ciudadanía instauró hace apenas un año: reconquistar la