Paralelamente, entre julio y agosto se contrató unos 550 ballesteros a sueldo para servir durante dos meses: la ciudad de Valencia aceptaba el 8 de julio correr a cargo con la contratación y envío de 100 ballesteros,[52] mientras que oficiales de la tesorería reclutaban en la primera semana de agosto compañías de ballesteros en Vilafranca del Penedés, Cervera y Barcelona, por un contingente próximo a 450 efectivos.[53] Así a la gente de armas se irían uniendo contingentes de ballesteros profesionales que iban siendo acontonados a su llegada en las estàncies o guarnicions de ocho villas y lugares aragoneses en la frontera con Castilla.[54] En el reino de Aragón el rey realizó una movilización general defensiva de hueste a todas sus ciudades y villas y logró articular milicias locales por cerca de 1.500 efectivos entre ballesteros y lanceros.[55] El ejército real, a lo largo de agosto de 1429, aglutinaba un contingente compacto y coordinado centralizadamente por la burocracia real, parte del cual emprendería la fulgurante ofensiva de conquista de castillos castellanos. Aunque no conservó la totalidad de la gente de armas de la primera incursión, el dinero obtenido permitió renovar la soldada de más de 1.360 caballos, a los que se unirían las compañías de ballesteros reclutadas (en Cataluña y Valencia) y las milicias locales aragonesas. Un ejército diferente del de la ofensiva política de junio, compuesto por un total aproximado de 1.500 caballos y en torno a 2.000 de infantería entre ballesteros y lanceros.[56]
El coste financiero y administrativo para mantener articulado este ejército no pudo, sin embargo, ser llevado más allá de la primera quincena de septiembre. La campaña se cerraría con intentos fallidos de entrar en Castilla por Soria y de ocupar la localidad castellana de Alfaro en la frontera con Navarra, viéndose obligado el rey a regresar a Tarazona el 13 de septiembre.[57] Se había ido agotando el tiempo de servicio de la soldada de gran parte de la caballería y de las compañías de ballesteros.[58] Aunque al inicio de la operación, tras el saqueo de Deza, hubo muchas deserciones de combatientes que huían del ejército con el botín logrado sin la correspondiente licencia,[59] las verdaderas dificultades comenzaron con el agotamiento del tiempo de servicio de las tropas asoldadas para continuar con graves problemas de escasez de víveres y la declaración de una epidemia entre los caballos de su ejército.[60] El resultado fue la práctica desarticulación del mismo, reducido a un contingente de 400 combatientes de caballería y sólo 30 ballesteros, acantonado entre Daroca y Tarazona y en las fortalezas castellanas ocupadas.[61] Ante esta situación hubo de adoptarse una posición defensiva salpicada por cabalgadas e incursiones fronterizas desde ambos bandos.
3.2 La continuación de la guerra y la fluctuación del ejército del rey
A partir de entonces Alfonso V no tenía más remedio que convocar a las Cortes de sus reinos y negociar con la sociedad política de Aragón, Cataluña y Valencia una ayuda militar que le garantizase la defensa. Entre noviembre y diciembre, las Cortes del reino de Aragón reunidas en Valderobles y las del reino de Valencia reunidas en Traiguera-Sant Mateu, acordarían ayudar al rey sufragando la contratación de tropas: los estamentos aragoneses aceptaron el 4 diciembre financiar la soldada de cuatro meses de 1.000 caballos (750 hombres de armas y 250 pajes) y 1.000 infantes,[62] mientras los valencianos decidían el 9 de diciembre sufragar con el mismo tiempo de servicio otros 1.000 caballos (750 hombres de armas y 250 pajes).[63] Unos efectivos que no estarían dispuestos hasta mayo del año siguiente. Por el contrario, las Cortes catalanas de Tortosa rechazaban una ayuda militar y ofrecían únicamente en enero de 1430 un crédito de 30.000 flor. asegurado sobre el donativo del concilio clerical que ponía fin al cisma eclesiástico.[64]
La ausencia del rey del frente aragonés, por su negociación en Cortes en el otoño de 1429, coincidió con una mayor contundencia de la guerra en el reino de Valencia. En este reino, en octubre, los oficiales reales reclutaron a sueldo por tres meses un contingente de 500 hombres de armas capitaneados por el governador Eiximén Pérez de Corella;[65] una fuerza asoldada de caballería que, apoyada por milicias locales, realizaría una ofensiva a gran escala hacia tierras manchegas y murcianas a finales de año. El frente valenciano se había abierto en la segunda quincena de julio con cabalgadas castellanas desde Murcia que amenazaron Xàtiva, la segunda ciudad del reino, y gran parte de las comarcas valencianas meridionales y centro-orientales. El ataque de mayor impacto fue el de las tropas del adelantado de Murcia, Alfono Yáñez Fajardo, sobre los arrabales y alquerías de Xàtiva el 15 de julio. Durante julio y agosto, debido a las constantes cabalgadas castellanas, la ausencia de las compañías nobiliarias de gente de armas –con el rey en el frente aragonés–, la ineficiencia de las convocatorias de movilización general defensiva cursadas y las dificultades de obtener capital (secuestros de bienes de castellanos y de dinero de la Diputació del General, obtención de préstamos forzosos en la ciudad de Valencia, etc.), el Parlament reunido para la defensa del reino tuvo que adoptar una posición defensiva, acantonando contingentes asoldados de ballesteros y lanceros en castillos y villas de frontera (en Xiva y Bunyol 300 efectivos, entre Biar y Caudete, 100). El retorno del gobernador del reino y, con él, el del grueso de tropas de caballería valencianas, era la única posibilidad de preparar una contraofensiva. El inicio de la misma tuvo su antecedente en la expedición de la milicia de Xativa capitaneada por Joan Rotlà, lochtinent de governador de Xuquer enllà que en septiembre atacó Villena.[66] Aunque la verdadera ofensiva fue la de diciembre de 1429 dirigida por el governador Corella con una nutrida participación de compañías nobiliarias valencianas (500 caballos a sueldo) apoyadas por contingentes de ballesteros y milicias locales. Un ataque que derrotó al adelantado de Murcia y asestó un duro golpe a las villas castellanas de Almansa, Yecla y Villena.[67]
Con la llegada del nuevo año, 1430, la guerra se prolongaría con la apertura de un «frente interior» por la alineación pro-castellana del conde de Luna cuyas importantes posesiones en los reinos de Aragón y Valencia suponían una amenaza muy seria. Para ocupar sus señoríos, confiscados por la sedición del conde, hubo que desviar parte de las tropas movilizadas en los frentes aragonés y valenciano, en una campaña en la primera quincena de febrero, entre el 30 de enero y el 14 de febrero, en la que intervinieron 400 combatientes a caballo comandados por el rey y contratados en enero para servir durante dos meses.[68]
Tras esta operación, los máximos esfuerzos del Magnánimo se concentraban en mantener operativo un ejército suficiente para la defensa de la frontera de Aragón y de las posiciones consolidadas en Castilla, ya que para finales de la primavera se esperaba una dura ofensiva castellana. El problema era disponer de un mínimo potencial militar. El ejército que el rey estaba en disposición de reunir no le permitía bajo ningún concepto ofrecer ayuda militar a sus hermanos Enrique y Pedro y le obligaba a mantener una posición defensiva. Tras fracasar en la