Al llegar a su casa lo pondrá junto a sus demás pertenencias (cosas que también están ligadas a su dominio, y cuyo conjunto constituye su riqueza o patrimonio), con lo cual se plasmará su integración al patrimonio de su dueño. Por su parte la forma “desposeído” (en cuanto fuerza de trabajo potencial), aplicada como antítesis a la vida social, constituye un poder transformador, al igual de lo que ocurre con un patrimonio, ambos pueden ser expresados como “poder laboral”, y “poder patrimonial”, respectivamente (al poder patrimonial se lo conoce en la actualidad como “capital”). Ya ubicado este ex palo del bosque, en el mundo del valor, llegará el momento en que su dueño lo tomará para hacer con él, mediante la actividad de sus manos y su inteligencia, es decir, mediante esa virtud de él que llamamos “fuerza de trabajo”, y en el marco de un espacio productivo (su taller de carpintero), un mate (recipiente de madera para preparar una infusión con “yerba mate”). Este trozo de madera, al entrar al taller, accede al mundo productivo, ya transformado en “materia prima”, y al final de su jornada en él, luego de una metamorfosis, quedará convertido en “producto”, el mate, y simultáneamente, en una nueva y diferente condición de “valor de uso”: el “valor agregado”. Esto nos muestra que el hombre social, en cuanto su forma “propietario”, ha sufrido una nueva transformación, pues con su trabajo ha desarrollado un poder de transformar la materia, expresado en la variedad, la cantidad, y la calidad del producto de su trabajo partiendo de los medios materiales aportados por su patrimonio que lo enriquece y acrecienta; de este modo, la forma “propietario” se ve enriquecida bajo la forma “productor”. En esta instancia, puede que el dueño tire a la basura su viejo y ya roto mate atado con alambre, que a duras penas prestaba su servicio, ingresando por ello a la condición de valor de uso obsoleto, o si se había roto de modo tal que ya no podía prestar servicio alguno, ingresando a la condición de basura o residuo del consumo, y concomitantemente, perdiendo por ello su condición de valor de uso, y lo reemplace por este otro recién construido, sufriendo con esto una nueva transformación, ya que con el uso personal que él hace de los bienes de su patrimonio (actividad consumidora) ha desarrollado un poder consumidor, enriqueciendo de esta manera la forma “propietario” de su ser social bajo la forma “consumidor”; pero puede también que su dueño se sirva de su antiguo mate todavía en perfectas condiciones, y decida volcar el nuevo a la sociedad para que le sea útil a otro, entonces lo llevará a su quiosco que atiende su mujer en el living de la casa, que da a la calle, y lo pone en el estante en un lugar estratégico. Al momento de ingresar al quiosco, nuestro mate ha abandonado el mundo productivo-consumidor para ingresar al mundo del mercado, donde allí vive en la condición de “mercancía” o “valor de cambio”. Aquí vemos cómo el “productor” y “propietario” ha sufrido una nueva transformación, ya que merced al trabajo del quiosco ha desarrollado un poder para hacer circular dentro de la sociedad en que se mueve los valores materiales contenidos en su patrimonio, viéndose enriquecida la forma “propietario” y optativamente la forma “productor”, con la forma “comerciante”. Pero ocurre que en el mundo del mercado coexiste con todos los tipos de mercancías que en él viven, una muy especial, cuya característica material no interesa: puede ser un trozo moldeado y codificado de piedra, metal, papel, etc. Se llama “dinero” o “moneda”, y lo que sí interesa es la imagen que tenga estampada en su cuerpo y la identificación de la usina que le dio existencia, que lo identifique como tal dinero, bastará con que un billete tenga una ligera diferencia en su imagen con su billete prototipo, para que se diga de él que es falso, lo cual lo inhabilita para que alguien se sirva de él como tal dinero, su dueño no podrá intercambiarlo con nadie y por nada, y pierde su condición de dinero. Y esto porque está estipulado socialmente que quien genera ese dinero (el socialmente considerado dinero auténtico) es el Estado, el único autorizado socialmente para generar dinero. El billete de dinero generado por cualquier otra procedencia particular, por más parecido que sea al dinero auténtico, es considerado dinero falso, y a su generador: un delincuente falsificador de dinero y le corresponde un castigo, estipulado en el derecho penal. Bueno, en el mundo del mercado, su propiedad útil consiste en intercambiarse proporcionalmente por todas y cada una de las mercancías existentes en él, en función de su magnitud, e incluso por sí mismo, cuando uno pide “cambio”, y cuya condición consiste en ser objeto de propiedad de quien lo tenga, y también otra característica de su condición es que solo habita en el mundo del mercado. Por lo tanto una economía (nacional o mundial) contiene dos mundos: el mundo productivo-consumidor (que es uno solo y el mismo), y el mundo del mercado, o también, mundo del comercio. Los bienes o valores de uso son ciudadanos del primero, y las mercancías y el dinero son ciudadanas del segundo.
De este modo, si negamos en general todas las potencias del hombre embrionario o desposeído, obtendremos que aquel factor negador es siempre el trabajo (del hombre, la máquina y algunos animales), y que la síntesis total de ese proceso es: el hombre corporal o poder laboral + el poder patrimonial + el poder consumidor + el poder productor + el poder cambiario, y que las sucesivas formas del ser social del hombre, según el orden expuesto es: → el “desposeído” → el “propietario” → el “consumidor” → el “productor” y → el “Comerciante”, y como una forma especial del comerciante para quien comercia con el dinero, el “financista”, y ahora también otra forma actualmente muy en boga: el “inversor”. Del mismo modo, si negamos en general todas las potencias