¿Por qué causaba tanta polémica la destrucción del viejo convento? Sucedía que este no era solo un edifico antiguo. Había albergado a una comunidad religiosa sumamente influyente en los destinos de la ciudad y aun del país durante muchos años. La ubicación del Convento da cuenta de ello: a unos cuantos pasos de la sede de los poderes públicos y eclesiásticos. Esta influencia, que partía de lo religioso, iba mucho más allá. Abarcaba campos como la organización social, el arte, la economía, la educación y, por supuesto, la política. Representaba un pasado donde la institución eclesiástica y, en particular, las órdenes religiosas habían estado interrelacionadas con los principales elementos constitutivos de la sociedad de Santafé de Bogotá y de la Nueva Granada (como entonces se llamaba la actual Colombia). El Convento del Rosario (o Santo Domingo) de Bogotá había sido uno de los protagonistas de este proceso histórico.
Tal vez –y eso argumentaron algunos críticos de la época– el hecho de ser un símbolo del pasado colonial, del antiguo sistema, incomodaba al Gobierno liberal, que desde 1930 había vuelto al poder tras un largo “ayuno” de casi cincuenta años. Por ello, muchos leyeron la destrucción del Convento de Santo Domingo en clave partidista, como una especie de búsqueda del liberalismo por borrar aquellas huellas de la historia colonial, sobre todo aquellas que eran consideradas conservadoras, que incomodaban y que estorbaban el tan mencionado progreso que se enarbolaba en esos años. Los dominicos eran vistos como uno de esos elementos anticuados, máxime cuando en la época se habían matriculado en cuerpo y alma al proyecto conservador, que se oponía al liberalismo en el poder.
¿Quiénes eran esos frailes? ¿Cuál había sido su real importancia en la construcción y la evolución de las estructuras sociales, políticas y económicas de la ciudad y del país? ¿Qué permitió que llegaran a tener tanta influencia? ¿Qué consecuencias trajo en la conformación de la cultura y la sociedad colombianas? ¿Cómo afectó todo ello a la estructura y al funcionamiento de esa comunidad religiosa? Finalmente, ¿qué hizo que ese poder menguara y se perdiera? Dar respuestas a estas preguntas es lo que pretende hacer este trabajo. El análisis de la historia de la comunidad del Convento de Nuestra Señora del Rosario se toma como un estudio de caso de una problemática compleja: la interrelación entre la iglesia católica y la sociedad colombiana. En este sentido, se recorrerá la historia de Bogotá y la historia del país, observadas desde el claustro conventual. También se estudiará la estructura, el funcionamiento interno del convento y su evolución, en consonancia con la realidad externa.
La institución eclesiástica7 no es precisamente un sujeto ignorado por la disciplina histórica en Colombia. De hecho, recibió gran atención hasta las décadas de 1960 y 1970, por medio de una historiografía que había nacido al servicio de la teología, especialmente de la apologética, como instrumento de defensa de la existencia, la estructura y la misión del catolicismo. Tal historiografía estuvo orientada por una visión de la Iglesia como sociedad perfecta, al resaltar los rasgos jerárquicos de la comunidad eclesial y de su “separación del mundo” frente al que debía estar en permanente confrontación. La mayor parte de esta historiografía fue elaborada desde la Academia de Historia (fundada en 1901), y en su filial, la Academia de Historia Eclesiástica. La mayoría de los autores eran clérigos y religiosos(as). Aunque se trabajaba con fuentes primarias, la narración era generalmente acontecimental, y el análisis contextual era poco o nulo. En esta historiografía se confundía la historia patria con la apologética y hasta con la hagiografía8.
Tras el advenimiento de la historiografía profesional en Colombia, inicialmente los estudios sobre la Iglesia católica y en general sobre el hecho religioso no recibieron mayor interés9. Hubo que esperar hasta finales de los años 1980 para su reactivación, aunque esta se dio de forma sesgada y poco sistemática10. El análisis y el conocimiento de las estructuras y las dinámicas de la institución eclesiástica en su interrelación con la sociedad son aún un campo nuevo en la historiografía colombiana11. La historia que se presenta a continuación pretende aportar al conocimiento de la evolución de la sociedad y de las instituciones colombianas, a través de un estudio de caso de una entidad particular que ocupaba, en el espacio físico e ideológico, un lugar estratégico para la vida del país. En este sentido, esta investigación se inscribe dentro de la historia social de la religión12.
No obstante, existen otro interés y otro enfoque en esta investigación. No solo se busca ver en qué medida el convento objeto de este estudio, como entidad social, influye en su entorno, sino cómo este a su vez afecta a aquel y determina su organización, su composición, su estructura y su comportamiento internos, sus ideas y visiones de mundo. Los conventos, como entidades humanas, no son impermeables a los cambios sociales y también evolucionan internamente a la par de estos. En esta línea, se busca tener una mayor comprensión del funcionamiento interno de la Iglesia católica colombiana, y en este caso de una de sus organizaciones, al estudiar su evolución y sus lógicas internas. Este análisis es, pues, un estudio de la estructura y la evolución internas del convento, al tiempo que pretende examinar su ciclo de vida, de acuerdo con los lineamientos propuestos por Raymond Hostie, en un estudio ya clásico sobre las dinámicas que guían la vida de las comunidades religiosas13.
A esta doble mirada debe agregarse un interés paralelo que también guía la construcción de esta historia. Se pretende que esta sirva a quienes creen y trabajan en torno a la máxima de Ecclesia semper reformanda14, es decir, de que la Iglesia está continuamente revisando sus acciones y huellas para corregirlas y mejorar su actuación, su pastoral, sus ideales. Por ello, este trabajo también se articula con los intereses de la moderna historia de la Iglesia15, que considera a la historia como un instrumento para la revisión de vida, para la evaluación y la corrección del accionar de la Iglesia, pues comprende a esta, a sus organizaciones y sus elementos institucionales como el conjunto de la comunidad de creyentes que la conforman.
El interés por el estudio de una comunidad religiosa, y de un convento en particular, tiene raíz en el trabajo desarrollado desde 1995 en la línea de investigación en historia de las religiones de la Universidad Nacional de Colombia, dirigida por la profesora Ana María Bidegain, que me dio la oportunidad de entrar en el estudio de la historia de la Iglesia católica en Colombia, a partir de las perspectivas de cambio y de movilidad en sus instituciones. El grupo desarrolló un proyecto sobre el análisis de corrientes religiosas en el catolicismo, cuyos resultados fueron publicados en 200416.
Mi participación entonces se centró en el debate político-religioso presentado en el siglo XIX, por lo que pude advertir las divergencias de opinión que se daban entre el clero y el laicado frente a situaciones concretas de la época. En esa oportunidad me llamó la atención la polémica en torno a la extinción de conventos menores, las críticas que muchos realizaban a las comunidades religiosas y las denuncias que varios de sus propios miembros hacían sobre la corrupción interna. Por otra parte, una de las compañeras del grupo, Constanza Toquica, trabajó con bastante éxito las redes establecidas entre el Convento de Santa Clara y la sociedad de Santafé de Bogotá durante la época colonial17. En ese momento advertí la necesidad de seguir estudiando la estructura y la dinámica de los conventos si se quería entender mejor tanto la Colonia como el inicio de la República. Además, me surgieron preguntas sobre qué factores habían producido el fin de esa relación y cómo se había dado el proceso involutivo.
Después tuve la posibilidad de efectuar trabajos de investigación con y para entidades eclesiásticas entre los años 1999 y 2004. Uno de esos trabajos fue la organización del archivo provincial de los dominicos en Colombia, dentro de cuyo proceso se construyó una gran base de datos sobre documentación interna y externa relacionada con esta orden religiosa. Esto me puso en contacto directo con muchos documentos, varios de ellos inexplorados, que sembraron el interés por intentar descubrir cómo había sido el mecanismo de funcionamiento de esta orden religiosa y particularmente de sus principales conventos. Dos de esos conventos destacaban por su documentación: uno era el de Santo Domingo, de Tunja, y el otro, el de Nuestra Señora del Rosario, de Bogotá.
Así mismo, de forma paralela, entre 2001 y 2004, tuve la suerte de colaborar en un proyecto de investigación de la historia de una comunidad