El parasimpático. Edgardo Dorby. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Edgardo Dorby
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788473293198
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       El parasimpático

      Edición digital: setiembre de 2021

      © 2021 Edgardo Dobry

      © 2021 Club Editor 1959, S.L.U. por esta edición

      Carrer Coves d’en Cimany, 2 — 08032 Barcelona

      [email protected] — www.clubeditor.cat

      ISBN: 978-84-7329-319-8

      Diseño de colección y cubierta: Ángel Uzkiano

      Diseño gráfico: Aina Bonet

      Corrección: Nura Nieto Llach

      Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas En las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos. Si necesitan escanear o fotocopiar algun fragmento, diríjase a CEDRO.

Illustration

       Es la casa de nuestros anhelos.

       Ven, cuelga el sombrero en la pared:

       el sombrero con el agujero de bala.

      HILDE DOMIN

      Para A.M.

      Para una teoría del consuelo

      Debes saberlo, libro: aquí abajo

      no habrá para ti premio hoy en día;

      cuando el hombre suspira todavía

      nadie aprecia virtud en su trabajo.

      En el 3000, del verso embelesado,

      irá uno a ver el Paraná corriente

      y ante esa orilla pensará que miente

      quien diga: “¡Acá, el Poeta fue alumbrado!”.

      Ten coraje, mi libro: aunque preciosa,

      la voz del bardo en bata suena odiosa;

      cuando él no esté lo juzgarán divino.

      ¿A quién no ha mancillado la perfidia

      que anega los baches del camino?

      Solo el laurel postrero es sin envidia.

      Peso

      neto*

       * Veáse página 33

       Me son gratas las obras de la diosa cipria,

       de Dioniso y de las Musas, porque

       a los hombres traen alegría.

      SOLÓN DE ATENAS

       A ti me vuelvo, arte de la Poesía,

      porque eres rico en consuelos

      C. CAVAFIS

       …la desolación ha venido de la filosofía

       y el consuelo de la poesía.

      M. ZAMBRANO

      Mañana de verano, Barcelona

      1.

      Mediados de julio: el sol adolescente

      atolondrado se levantó con hambre y resacoso

      y husmea entre las mermeladas del colmado Quílez.

      Las acacias, en fila, se pasarán el día pensando

      con rencor en el mar y en la tormenta

      que apenas llegará en octubre.

      (Un transeúnte se sacude las bermudas

      y caen de las arrugas trescientos pasos no dados.)

      Cerca del puerto, Colón señala altivo

      por sobre las crestas de salmuera sucia

      hacia la tumba de tu madre

      que no has visitado este año

      —él, severo, lo sabe.

      “¡Desgraciado almirante! Tu pedestal

      no pierda altura —le decís, vengativo—;

      las cosas se han puesto últimamente

      feas para las efigies de conquistadores.”

      2.

      Un sol que hoy no es de oro sino de arena y vaho

      unta la ciudad y se olvida de lustrarla:

      se distrajo fabricando el tiempo —es su trabajo.

      Cada cosa palpa su sombra

      para consolarse con que sigue siendo opaca.

      Podés leer en el diario que hay muertos

      por golpe de calor y solamente

      cuando mencionan los nombres y el barrio

      se te ocurre pensar, sin gran alivio:

      “No es de mí de quien hablan”.

      3.

      No te dictan estas líneas el amor o la musa;

      son respuesta a una voz que a la hora de la siesta

      es neutra como de encuestadora:

      —Del pasado, ¿te acordás?

      —Me acuerdo de la cabeza sobre

      una olla con hojas de eucalipto,

      de la estrella de un abrojo en la rodilla,

      de un río espeso como engrudo.

      —¿Y por qué seguiste a la Poesía?

      —Porque te exige todo sin prometer nada.

      —En total, ¿cómo te fue en la vida?

      —Eso preguntáselo mejor al fantasma

      que envejece en la orilla del río espeso.

      —¿Y la muerte?

      —La muerte debe ser como cuando

      se corta la luz de golpe pero esta vez

      ni siquiera a tientas vas a encontrar las sillas.

      4.

      El ruiseñor no aguanta un día tan largo:

      repite un estribillo y te abandona en la hora malva.

      Cuando al fin podrás dormir,

      la manzana que ruborizaba tu frutero

      colgará del limonero del vecino

      y los números de teléfono del pasado y del presente

      se fundirán en cifras inverosímiles.

      El dedo resbala en la pantalla de la luna

      y se escucha una señal obstinada,

      pipip, pipip, contradanza del ventilador.

       (sobre un tema de J. Brodsky)

      La ciudad de los poetas

       con vistas a Notre Dame y el Louvre

      Me gusta mirar al cielo y menos

      que las nubes me hagan