No me olviden. Rodrigo Fica. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Rodrigo Fica
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Сделай Сам
Год издания: 0
isbn: 9789560950611
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Franciscano cuando regresaba de ascender el Pintor; la segunda fallecida por hipotermia en el Parque Nacional Cerro Castillo tras llegar al mirador del Morro Negro en medio de viento, nieve y bajas temperaturas.

      Un tipo de problema (cómo distinguir disciplinas relacionadas) que no solo es exclusivo del montañismo y excursionismo. También se da entre estas y el mundo del esquí. Donde se repite la misma situación anterior: diferencias notorias al usar imágenes promedio (el snowboardista en Valle Nevado, un individuo en randonés en el Marmolejo)... que se diluyen cuando se ha de precisar la línea que las divide (como el caso de un joven con mochila saliendo de un centro de esquí, para ejecutar un fuera de pista desde una cumbre no cercana).

      Probablemente habrá consenso en la afirmación que Matilda Rapaport no falleció el 2016 realizando “montañismo” en el sector del valle Parraguirre (involucrada ella en un descenso extremo que contaba con soporte aéreo); mientras que Carl Fransson y Jean Auclair en el cerro San Lorenzo en el 2014, sí (quienes se propusieron algo similar pero inserto en una expedición en un remoto lugar que no consideraba el uso de helicópteros). Sin embargo, entre ambos extremos la situación ya no es tan evidente; como lo demuestran los accidentes de Helmuth Setz en 1936 (fallecido en la sierra de Ramón practicando esquí), Erich Hirschberg en 1947 (cuyos restos mortales aparecieron seis meses después de hacer una excursión en El Colorado), o Ernest Brossel en 1995 (caído a una grieta mientras hacía bajadas en el volcán Villarrica).

      Hay complejidades adicionales (tales como determinar la situación de la escalada), pero no es necesario entrar en ellas todavía para ir entendiendo que modelar conceptualmente el montañismo, sus actividades conexas y la forma como se relacionan, es un asunto no trivial. Por eso es que, y entendiendo que eventualmente se podría haber arribado a algún conjunto de especificaciones, al final se optó por seguir un camino distinto. Uno que nace de la siguiente reflexión: quizás la razón por la que es tan difícil distinguir las diferencias entre las mencionadas disciplinas, es porque tal vez sus divergencias son menos importantes que sus similitudes (al menos en cuanto a lo que es el fenómeno de la accidentabilidad). Por lo tanto, no sería un despropósito incluir todas ellas en esta recopilación: montañismo, excursionismo, escalada en roca, travesías, esquí, senderismo, escalada en hielo, trekking, exploraciones, snowboard, etcétera.

      Ampliación de lo que era el foco original de este trabajo que trae varias ventajas, dentro de las cuales conviene mencionar tres.

      Primero, que, como se comprobará más adelante, mover la frontera de lo que abarca el estudio un poco más “allá” (para incluir otras acciones), coloca el nuevo límite en una posición donde se hacen algo más patentes las diferencias existentes a ambos lados de la línea divisoria.

      Segundo, que así se aborda la falta de estudios o estadísticas que, al igual como sucede con el montañismo, también aqueja a las actividades recién indicadas (de hecho, tampoco se sabe cuántos esquiadores o excursionistas han fallecido en Chile). Con ello entregando a la comunidad un conjunto de antecedentes fiables que podrían incentivar la generación de nuevas investigaciones en tales campos de acción.

      Elaboraciones de carácter introductorio que, ahora sí, dejan finalmente el terreno listo para poder formalizar la regla que implementa la componente de la que trata este capítulo.

      Para ello, se parte advirtiendo que no se trata de incorporar en el estudio a cualquier tipo de evento fatal acaecido en un ambiente de montaña vinculado a Chile, porque sobre el mismo escenario geográfico también actúan otras expresiones que en principio no tienen nada que ver con lo que es el objetivo de este análisis (como las de la minería, ferrocarriles, centrales, autopistas, etcétera). Tampoco el criterio puede ser acerca de las motivaciones de las víctimas, puesto que estas lo hacen por una variedad de diferentes razones y no solo, como podría pensarse, por motivos lúdicos; también están los pecuniarios (propios de, por ejemplo, los instructores o guías de montaña). Y así. Hasta que, si se continuara reflexionando y evaluando las posibles variables, se acabaría por dilucidar que el aspecto central aquí es la forma como un protagonista interactúa con su entorno. O sea, el “cómo”.

      Un vínculo, entre el individuo y el escenario, que se puede entender como la combinación de dos factores: la acción (generado por el primero) y la exposición (producto del segundo). Tal y como el siguiente diagrama ilustra:

      Con esta estructura a vista, es posible apreciar más claramente cuán similares en realidad son el montañismo, el excursionismo, el esquí y las otras disciplinas afines. Porque, con respecto a la primera variable, la acción, si hay un rasgo que resalta en todas ellas, es que sus practicantes tratan de usar su propia energía para desplazarse y subsistir en el terreno; y en cuanto al segundo aspecto, la exposición, las semejanzas se mantienen, ya que los peligros que plantea el ambiente de montaña (incluyendo su clima) se transmiten a sus ejecutantes de una manera tan directa e inmediata que condicionan completamente todo lo que involucra la actividad (objetivo, logística, riesgo, estrategia, rendimiento...).

      Características que, en suma, se reúnen bajo el concepto “interacción riesgosa”; uno que definitivamente les da a las mencionadas expresiones el aire de aventura y compromiso con el que normalmente se las identifica (o debiera identificárselas) y que, en términos formales, se expresa de la siguiente manera:

      Interacción riesgosa es aquella resultante de combinar una exposición al entorno de directa y no atenuada relación causa-efecto, con un actuar determinado por una fuente de energía de rango y potencia equivalente al biológico.

      De acuerdo, no se entiende.

      La razón de tal complejidad se debe a que se espera de esta definición que no solo aglutine a las expresiones recién señaladas, sino que también a otras menos evidentes que aún no han sido mencionadas. Por todo lo cual, tanto en lo que queda de este capítulo como en los siguientes, se hace el ejercicio de explicar en mayor detalle sus alcances, comenzando ahora mismo con dos situaciones en particular que, dada su importancia, es conveniente introducir inmediatamente.

      La primera de ellas se refiere a los individuos que la sociedad denomina como “arrieros”; aunque es habitual que tal rótulo sea usado genéricamente para comprender a todos quienes se relacionan con animales de transporte y carga en un ámbito rural (baqueanos, muleros, porteadores, campesinos, etcétera). Sobre cuyos accidentes no existe ningún motivo para descartar del estudio si es que los afectados se estaban desplazando por sus propios medios (típicamente caminando), pero no así cuando se encontraban arriba de un tractor, auto o camión (que serían actos de presencia en terreno sin mediar esfuerzo físico). Sin embargo, hay otra posibilidad: cuando el fallecimiento sucede al hallarse estas personas montando un animal; escenarios evidentemente intermedios, de evaluación fina y resultado nunca satisfactorio, pero ante los cuales se optó por seguir un camino inclusivo. Es decir, también agregarlos a la recopilación (lo que, dicho sea de paso, explica por qué en la definición de interacción riesgosa está aquello de “fuente de energía de rango y potencia equivalente al biológico”).

      La razón principal de esta decisión obedece a que, si bien aquí la acción estaría influenciada por el uso de un principio motor externo a la víctima (uno que ciertamente da opciones), la ayuda que entrega nunca será