El lobo y el hombre y otros cuentos. Jacob Grimm Willhelm Grimm. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Jacob Grimm Willhelm Grimm
Издательство: Bookwire
Серия: Clásicos
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9786074573398
Скачать книгу
el príncipe indecisa, y como a los dos les dolía la separación, la transformó en un clavel y la prendió en su ojal.

      Entonces se encaminó a su tierra, y el perro no tuvo más remedio que seguirlo. Se dirigió a la torre que servía de prisión a su madre y, como era muy alta, expresó el deseo de que apareciese una escalera capaz de llegar hasta la mazmorra y, bajando por ella, preguntó en voz alta:

      —Madrecita de mi alma, señora Reina, ¿vives aún o estás muerta?

      Y respondió ella:

      —Acabo de comer y no tengo hambre —pensando que eran los ángeles. Pero él dijo:

      —Soy tu hijo querido, al que dijeron falsamente que las fieras te habían arrebatado del regazo; pero estoy vivo, y muy pronto te liberaré.

      Y, volviendo a salir de la torre, caminó al palacio del Rey, su padre, donde se hizo anunciar como un cazador forastero que solicitaba ser empleado en la corte.

      El Rey aceptó sus servicios, a condición de que fuera un hábil montero y supiera encontrar caza mayor, pues en todo el reino no la había habido buena. Prometió el cazador proporcionársela en cantidad suficiente para proveer la mesa real.

      Reuniendo luego a todos los cazadores, ordenó que se dispusiesen a salir con él al monte. Partió con ellos y, una vez llegados al terreno, los dispuso en un gran círculo abierto en un punto; situándose él en el centro empezó a desear, y en un momento entraron en el círculo al menos un centenar de magníficas piezas, y los cazadores no tuvieron más trabajo que derribarlas a tiros.

      Fueron luego cargadas en sesenta carretas y llevadas al Rey, el cual vio, al fin, colmada de caza su mesa, después de muchos años de verse privado de ella.

      Muy satisfecho el Rey, al día siguiente invitó a comer a toda la corte, para lo cual hizo preparar un espléndido banquete.

      Una vez que estuvieron todos reunidos, dijo dirigiéndose al joven cazador: —Puesto que has mostrado tanta habilidad, te sentarás a mi lado.

      —Señor Rey, su Majestad me hace demasiado honor —respondió el joven—; no soy más que un sencillo cazador.

      Pero el Rey insistió, diciendo:

      —Quiero que te sientes a mi lado.

      Y el joven obedeció. Durante todo el tiempo estaba pensando en su querida madre y, al fin, formuló el deseo de que uno de los cortesanos más altos hablara de ella y preguntara qué tal lo pasaba en la torre la señora Reina; si vivía aún o había muerto.

      Apenas había formulado en su mente este deseo, cuando el mariscal se dirigió al monarca en estos términos:

      —Serenísima majestad, ya que nos hallamos todos aquí contentos y disfrutando, ¿cómo lo pasa la señora Reina? ¿Vive o ya murió?

      A lo cual respondió el Rey:

      —Dejó que las fieras devoraran a mi hijo amadísimo; no quiero que se hable más de ella.

      Levantándose entonces el cazador, dijo:

      —Mi venerado señor y padre; la Reina vive aún, y yo soy su hijo, y no fueron las fieras las que me robaron, sino aquel malvado cocinero viejo que, mientras mi madre dormía, me arrebató de su regazo manchando su delantal con la sangre de un pollo —y, agarrando al perro por el collar de oro, añadió—. ¡Éste es el criminal!

      Y mandó traer carbones encendidos, que el animal tuvo que comerse en presencia de todos, abrasándose la garganta. Preguntó luego al Rey si quería verlo en su figura humana y, ante su respuesta afirmativa, lo regresó a su primitiva condición de cocinero, con su blanco mandil y el cuchillo al costado.

      Al verlo el Rey ordenó, enfurecido, que lo arrojaran en el calabozo más profundo. Luego siguió diciendo el cazador:

      —Padre mío, ¿quieres ver también a la doncella que ha cuidado de mí, y a la que ordenaron me quitara la vida bajo pena de la suya, a pesar de lo cual no lo hizo?

      —¡Oh sí, con mucho gusto! —respondió el Rey.

      —Padre y señor mío, la mostraré en figura de una bella flor —dijo el príncipe. Y, sacándose del bolsillo el clavel, lo puso sobre la mesa real; y era hermoso como jamás el Rey viera otro semejante. Prosiguió el hijo:

      —Ahora la voy a presentar en su verdadera figura humana.

      Y deseó que se transformara en doncella, y el cambio se produjo en el acto, apareciendo ante los presentes una joven tan bella como ningún pintor habría sabido pintar.

      El Rey envió a la torre a dos doncellas y dos criados a buscar a la señora Reina, con orden de acompañarla a la mesa real.

      Al llegar a ella, se negó a comer y dijo:

      —Dios misericordioso y compasivo, que me sostuvo en la torre, me llamará muy pronto.

      Vivió aún tres días, y murió como una santa. Y al ser sepultada, la siguieron las dos palomas blancas que la habían alimentado durante su cautiverio y que eran ángeles del cielo, y se posaron sobre su tumba.

      El anciano rey mandó a que el cocinero fuese descuartizado; pero la pesadumbre se había apoderado de su corazón, y no tardó tampoco en morir. Su hijo se casó con la hermosa doncella que se había llevado en figura de flor, y Dios sabe si todavía viven.

      Конец ознакомительного фрагмента.

      Текст предоставлен ООО «ЛитРес».

      Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.

      Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.

/9j/4QAYRXhpZgAASUkqAAgAAAAAAAAAAAAAAP/sABFEdWNreQABAAQAAAA8AAD/4QPzaHR0cDov L25zLmFkb2JlLmNvbS94YXAvMS4wLwA8P3hwYWNrZXQgYmVnaW49Iu+7vyIgaWQ9Ilc1TTBNcENl aGlIenJlU3pOVGN6a2M5ZCI/PiA8eDp4bXBtZXRhIHhtbG5zOng9ImFkb2JlOm5zOm1ldGEvIiB4 OnhtcHRrPSJBZG9iZSBYTVAgQ29yZSA1LjAtYzA2MCA2MS4xMzQ3NzcsIDIwMTAvMDIvMTItMTc6 MzI6MDAgICAgICAgICI+IDxyZGY6UkRGIHhtbG5zOnJkZj0iaHR0cDovL3d3dy53My5vcmcvMTk5 OS8wMi8yMi1yZGYtc3ludGF4LW5zIyI+IDxyZGY6RGVzY3JpcHRpb24gcmRmOmFib3V0PSIiIHht bG5zOnhtcE1NPSJodHRwOi8vbnMuYWRvYmUuY29tL3hhcC8xLjAvbW0vIiB4bWxuczpzdFJlZj0i aHR0cDovL25zLmFkb2JlLmNvbS94YXAvMS4wL3NUeXBlL1Jlc291cmNlUmVmIyIgeG1sbnM6eG1w PSJodHRwOi8vbnMuYWRvYmUuY29tL3hhcC8xLjAvIiB4bWxuczpkYz0iaHR0cDovL3B1cmwub3Jn L2RjL2VsZW1lbnRzLzEuMS8iIHhtcE1NOk9yaWdpbmFsRG9jdW1lbnRJRD0idXVpZDo2NUU2Mzkw Njg2Q0YxMURCQTZFMkQ4ODdDRUFDQjQwNyIgeG1wTU06RG9jdW1lbnRJRD0ieG1wLmRpZDpFNzg4 NDRFMkQwNjMxMUVCOTdFNEUzOEQ2OENCRjY3RCIgeG1wTU06SW5zdGFuY2VJRD0ieG1wLmlpZDpF Nzg4NDRFMUQwNjMxMUVCOTdFNEUzOEQ2OENCRjY3RCIgeG1wOkNyZWF0b3JUb29sPSJBZG9iZSBJ bGx1c3RyYXRvciAyNC4yIChNYWNpbnRvc2gpIj4gPHhtcE1NOkRlcml2ZWRGcm9tIHN0UmVmOmlu c3RhbmNlSUQ9InhtcC5paWQ6M0VFQjk0RkNDMzEwMTFFQkFGMjI4NjlCNjc4RDYxMzciIHN0UmVm OmRvY3VtZW50SUQ9InhtcC5kaWQ6M0VFQjk0RkRDMzEwMTFFQkFGMjI4NjlCNjc4RDYxMzciLz4g PGRjOnRpdGxlPiA8cmRmOkFsdD4gPHJkZjpsaSB4bWw6bGFuZz0ieC1kZWZhdWx0Ij5XZWI8L3Jk ZjpsaT4gPC9yZGY6QWx0PiA8L2RjOnRpdGxlPiA8L3JkZjpEZXNjcmlwdGlvbj4gPC9yZGY6UkRG PiA8L3g6eG1wbWV0YT4gPD94cGFja2V0IGVuZD0iciI/Pv/tAEhQaG90b3Nob3AgMy4wADhCSU0E BAAAAAAADxwBWgADGyVHHAIAAAIAAgA4QklNBCUAAAAAABD84R+JyLfJeC80YjQHWHfr/+4ADkFk b2JlAGTAAAAAAf/bAIQABgQEBAUEBgUFBgkGBQYJCwgGBggLDAoKCwoKDBAMDAwMDAwQDA4PEA8O DBMTFBQTExwbGxscHx8fHx8fHx8fHwEHBwcNDA0YEBAYGhURFRofHx8fHx8fHx8fHx8fHx8fHx8f Hx8fHx8fHx8fHx8fHx8fHx8f