Cuerpo, derecho y cultura. Jairo Rivera Sierra. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Jairo Rivera Sierra
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9789587905427
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resalto el desarrollo de la idea que nos muestra las modificaciones permanentes y extremas dentro de una dinámica que, inicialmente, permite a quien las exhibe la autoafirmación de la subjetividad, por o para lograr la adscripción y el reconocimiento dentro de un grupo, que significa en sí mismo cuestionamiento y reto frente a lo normal o normalizado, y en el que aquellas cumplen las funciones de llamada o atracción de las miradas ajenas, de expresión de poder que infunde temor y, a su vez, crean sentido de pertenencia a una comunidad dentro de la disrupción; pero, en el momento en que tales grupos alcanzan cierto grado de madurez –el ejemplo más significativo que utiliza el autor es el de las maras centroamericanas– caracterizado por su inclusión dentro de los canales socioeconómicos establecidos, en el límite que marcan la apariencia y la realidad de algunas actividades ilícitas, los propósitos iniciales no deben permanecer; en ese punto, las modificaciones extremas se someten a procesos que tratan de invisibilizarlas, de borrarlas, para ser reemplazadas por algunos símbolos menos aparentes o reconocibles. El proceso, en lugar de negar, afirmaría la importancia del cuerpo como símbolo y lienzo para la comunicación.

      En clave de dinámica evolutiva presenta el autor el tema de los tatuajes que en tiempos cercanos irrumpieron con notas disonantes dentro de la estética social, comunicaron la pertenencia a grupos vinculados con el delito, para caer después en las redes del mercado, pero que aun en las nuevas circunstancias siguen siendo manifestaciones de voluntad transgresora al contar las historias y expresar los anhelos del individuo en un contexto signado por la tensión “entre lo real y lo imaginado, entre lo socialmente instituido y la autoinstitución del sujeto”.

      ¿Qué pasa con la monstruosidad? ¿Tiene un significado en sí misma que la diferencie de otras transformaciones corporales? Para el autor, la respuesta es afirmativa porque ella amenaza con subvertir no solo el orden normativo, sino el estético y el de la naturaleza, con lograr incluso romper la barrera de las especies; también porque algo de lo monstruoso habita en todos nosotros y por eso los monstruos nos confrontan con la posibilidad de ser producto de nuestra propia razón, que envuelve a su vez la sinrazón.

      El argumento anterior es difícil de comprender para quienes no tenemos la formación del autor; sin embargo, el ejemplo parece convincente: la fascinación que ejercen las figuras monstruosas en la literatura, en el arte, en el circo o en el cine, como el innominado hombre que produjo el doctor Frankenstein.

      Fuera de esos escenarios, la modificación extrema del cuerpo produce un efecto político por su capacidad de poner en jaque las categorías de lo que tenemos interiorizado como orden natural y colocar al cuerpo por fuera de los poderes establecidos por las instituciones políticas, la ciencia o la religión.

      A continuación, el investigador dedica sus reflexiones al placer y el dolor como objetivos de las modificaciones corporales permanentes y extremas. Es clara su referencia a la obra de Foucault. Por tal razón, se ocupa del movimiento BDSM (bondage, dominación y sumisión y sadomasoquismo) y del fetichismo y lleva su atención hacia prácticas como el genital beading o pearling que pretenden, por el camino del dolor previo, alcanzar la recompensa del placer extremo.

      Característica diferenciadora de estas prácticas es el desafío al saber profesional, al poder y a los privilegios estatales concedidos a los médicos, por cuanto se aplican por otra clase de “expertos”, en locales ni reglados ni vigilados por autoridades competentes.

      Entonces los interrogantes se desplazan al balance entre poder y autonomía individual, entre libertad e imposición. El autor, en palabras que nos hacen recordar las que Stefano Rodotà escribiera en su obra La vida y las reglas2, se pregunta ¿quién decide sobre el cuerpo?, ¿el sujeto, el médico, el sistema de salud, el abogado, el Estado o la cultura? Todos los interrogantes plantean problemas trascendentales, entre otros, a la ciencia y al derecho, que involucran conceptos tan importantes como la dignidad, la libertad, la subjetividad, etc.

      La última sección de este capítulo está dedicada a un problema entrañable: la actitud de las mujeres que, por razón del cáncer de seno, han tenido que dar un giro a su vida y encontraron la manera de resignificar la modificación quirúrgica de sus cuerpos con modificaciones cosméticas que expresan a la vez el pasado vivido con inmenso dolor, la esperanza en el futuro y el renacimiento de la vida. Son modificaciones para sanar y para reconstruir. El cuerpo, de nuevo lienzo con valor simbólico; mensajero y mensaje.

      El autor entiende que “la posibilidad de modificar nuestros cuerpos nos recuerda una y otra vez que no hay en realidad una distinción entre cuerpo biológico y cuerpo simbólico”.

      El diálogo que se desarrolla en los dos primeros capítulos en torno de las modificaciones corporales extremas y permanentes continúa en los dos siguientes sobre el tránsito de lo humano hacia lo transhumano y lo poshumano.

      En el capítulo dedicado al primero de estos, el autor brinda una buena síntesis de las varias definiciones que se han dado del concepto, así como un recorrido por el desarrollo histórico de las teorías y de los diferentes movimientos que trabajan para poner en marcha el proyecto transhumanista, y su llegada a concretas agendas políticas y al trabajo de varios centros universitarios en Europa, Estados Unidos y México.

      Igualmente, subraya en varias ocasiones la paradoja que establecen los grandes adelantos de la tecnología para superar dificultades físicas de las personas, curar o prevenir enfermedades, mejorar las capacidades mentales y físicas hasta límites apenas soñados, por un lado, y, por el otro, la incapacidad de la humanidad para solucionar problemas tan elementales como esenciales, valga hablar del hambre, la pobreza, la desigualdad o la falta de empatía y solidaridad.

      No se trata de tomar partido por una visión unívoca; lo que se plantea es la necesidad de mirar, desde ángulos distintos, las teorías y los movimientos que, en torno de la búsqueda de un camino para llegar a la perfección soñada acelerando la evolución natural con todos los medios al alcance del hombre actual, están en boga. Mirada que no puede ser extraña al Derecho.

      Tampoco intenta el autor desconocer el valor de las tecnologías y su contribución a la mejora del nivel y la calidad de la vida en los tiempos que corren; solo llama la atención sobre el necesario balance entre sus logros y los peligros anexos y sobre la aún más peligrosa adopción acrítica y falsamente democrática de todos sus fines y artilugios.

      Desde siempre, el ser humano ha buscado trascender, vivir más allá de los límites corporales. La promesa de lograrlo ha sido un punto fuerte de las religiones. Como escribiera el papa Inocencio III en su tratado De miseria humanae conditio, la dignidad del hombre “es sobrenatural: la esperanza de ser salvados por Cristo y después de la muerte llegar a ser ciudadanos del cielo”3. El transhumanismo resulta ser así “el único proyecto de salvación laica, pretendidamente realizable, en este mundo”. En ello reside la fuerza de su utopía, se afirma en este capítulo.

      En este sentido, resulta un tanto confusa la percepción transhumanista del cuerpo, tanto si concebimos que este se agota en la mera fisicidad, como si aludimos a él en la complejidad de su construcción individual, social y filosófica. Se diseña la manera de mejorarlo de mil maneras, pero también se predica la necesidad de prescindir de él y construir otro hardware para alojar las mejoras; la cortedad de la mente deberá ser reemplazada por programas de IA que el propio individuo no puede diseñar. La vida no será vida eterna para nosotros –para un ser específico–, será la vida o quizá las vidas de otro.

      Algunas de las promesas del transhumanismo parecen solo exageraciones y apropiación ideológica de conquistas reales de la tecnología aplicada con propósitos especialmente de prevención y tratamiento de la salud. Esto pone sobre la mesa de debate la dificultad de establecer diferencias claras a la hora de tomar decisiones. Si, por ejemplo, pensamos en el caso de los cíborgs que el autor trae a colación, la instalación de la antena que le permite a Neil Harbisson superar su ceguera de los colores se dirigió a procurarle una capacidad de la cual carecía, ponerlo en condiciones de igualdad frente a los otros congéneres, pero el desarrollo técnico lo puso en condiciones de percibir una escala más amplia de colores, de apreciar el arte de “mejor” manera, ¿debió dejarse de aplicar la terapia por tal motivo? En otro sentido –volvemos a