El pH del suelo
La mayoría de nosotros tiene una comprensión básica del pH como una manera de medir los líquidos para ver si son ácidos o no. En una escala del 1 al 14, un pH 1 es muy ácido y un pH 14 alcalino (o básico), lo opuesto a ácido. El pH nos dice la concentración iones de hidrógeno (H+, un catión) en la solución que se está midiendo. Si tienes muchos iones de hidrógeno en comparación al resto de lo hay en la solución, el pH es bajo y la solución es ácida. Igualmente, si tienes relativamente pocos iones de hidrógenos en la solución, entonces esta tiene un pH alto y es alcalina.
Como jardinero, no necesitas (por suerte) saber mucho más sobre el pH. Sin embargo, lo que sí tienes que entender es que cada vez que una punta de una raíz intercambia un catión de hidrógeno por un catión nutriente, la concentración de iones de hidrógeno en la solución aumenta. Cuando la concentración de H+ aumenta, el pH baja, es decir, el suelo se vuelve cada vez más ácido. Las cosas, sin embargo, suelen equilibrarse porque las superficies de las raíces también toman aniones de carga negativa, usando aniones hidróxidos (OH−) como medio de intercambio. Añadir OH− a la solución eleva el pH (es decir, el suelo se vuelve más alcalino) porque reduce la concentración de H+. Los hongos y bacterias son lo suficientemente pequeños para tener cationes y aniones en sus superficies, y retienen o liberan los minerales nutrientes que toman de la descomposición en el suelo. Esto también tiene un impacto en el pH del suelo.
¿Por qué hay que tener en cuenta el pH cuando hablamos de la red de nutrientes del suelo? El pH creado por los intercambios de iones nutrientes influencia qué clase de microrganismos vivirán en el suelo. Esto puede fomentar o disuadir la nitrificación y otras actividades biológicas que afectan al crecimiento de la planta. Y lo que es igualmente importante: cada planta tiene un pH del suelo óptimo. Tal y como aprenderás, esto tiene más que ver con la necesidad de ciertos hongos y bacterias que son importantes para esas plantas para que prosperen en un cierto pH que con la química en sí del pH.
Conocer el pH de tu suelo resulta útil para determinar lo que quieres poner en tu suelo y, en todo caso, para sustentar tipos específicos de la red de nutrientes del suelo. Y saber el pH en la rizosfera ayuda a determinar si se requiere alguna enmienda para ayudar al crecimiento de las plantas.
El resto de la primera parte cubre la biología que vive en el suelo. Sin embargo, primero tienes que valorar el suelo.
3. Bacterias
Las bacterias están por doquier. Pocos jardineros se dan cuenta de lo cruciales que son para la vida de sus plantas, y aún menos se han puesto a pensar en ellas. Y sin embargo, ningún otro organismo tiene más miembros en el suelo; de hecho, ni siquiera se acerca. En parte esto es así porque estos organismos unicelulares son tan minúsculos que en torno a doscientos cincuenta mil hasta quinientos mil de ellos cabrían dentro del punto que cierra esta frase.
Las bacterias fueron las formas de vida más tempranas en la Tierra, pues aparecieron hace por lo menos tres mil millones de años. Son procariotas: su adn se encuentra en un único cromosoma que no está confinado en un núcleo. Su tamaño, o para ser más precisos la ausencia del mismo, debe de ser la razón principal de que nuestra familiaridad con las bacterias se limite por lo general a las enfermedades que causan y a la necesidad de lavarse las manos antes de comer. La mayoría de los nacidos durante el boom de la natalidad utilizaron un microscopio de mil aumentos para estudiar microrganismos, pero las bacterias son demasiado pequeñas para poderlas ver con cierto detalle con esta capacidad. Los microscopios escolares han mejorado, y algunos estudiantes afortunados pueden tener una visión más cercana, literalmente, de las bacterias. Las tres formas básicas, todas presentes en el suelo, son coco (esféricas u ovaladas), bacilo (con forma de vara) y helicoidal.
En general, las bacterias se reproducen por la división de una célula única, es decir, una célula se divide y crea dos células; estas, a su vez, se vuelven a dividir, etc. Sorprendentemente, en condiciones de laboratorio una bacteria solitaria puede producir en torno a cinco mil millones de descendientes en tan solo doce horas si dispone de suficiente alimento. Si todas las bacterias se reprodujeran a este ritmo todo el tiempo, solo se necesitaría aproximadamente un mes para doblar la masa del planeta. Afortunadamente, las bacterias del suelo están limitadas por las condiciones naturales, los depredadores (en particular los protozoos), y un ritmo de reproducción más lento que el de sus primas de laboratorio. Por ejemplo, las bacterias deben tener algún tipo de humedad para la absorción de nutrientes y la liberación de residuos. En la mayoría de los casos, también se requiere humedad para que las bacterias se muevan y para transportar las enzimas que utilizan para descomponer la materia orgánica. Cuando los suelos se vuelven demasiados secos, muchas bacterias del suelo entran en estado de latencia. Las bacterias, por otro lado, rara vez mueren de vejez, sino que suelen ser devoradas por alguien o mueren por cambios medioambientales y entonces son consumidas por otros descomponedores, a menudo otras bacterias.
Fotocomposición 800× de las tres formas básicas de las bacterias: coco, bacilo y helicoidal. Dennis Kunkel Microscopy, Inc.
Descomponedoras primarias
A pesar de su tamaño diminuto, las bacterias son las descomponedoras primarias de la materia orgánica de la Tierra, tan solo detrás de los hongos. Sin ellas, en cuestión de meses nos ahogaríamos en nuestros propios residuos. Las bacterias descomponen el material de las plantas y animales para ingerir nitrógeno, compuestos de carbono y otros nutrientes. Estos nutrientes son entonces inmovilizados dentro de la bacteria; solo se liberan (mineralizan) cuando las bacterias son consumidas o mueren y ellas mismas se descomponen.
Diferentes clases de bacterias del suelo sobreviven en distintas fuentes de alimento, dependiendo de lo que esté disponible y donde se encuentren. La mayoría, sin embargo, prospera mejor descomponiendo materia vegetal joven que esté todavía fresca, lo que los composteros llaman material verde. La materia verde contiene un montón de azúcares que son más fáciles de digerir para las bacterias que los compuestos de carbono más complejos de otra materia vegetal. Los composteros llaman a este material marrón y, hasta que no se descomponga en cadenas de carbono más pequeñas, otros miembros de la red de nutrientes del suelo lo digieren más fácilmente que las bacterias.
Dado su tamaño diminuto, las bacterias tienen que ingerir lo que necesariamente son piezas más diminutas de materia orgánica. ¿Cómo lo hacen? La respuesta corta es que toman su alimento directamente a través las paredes celulares que se componen, en parte, de proteínas que asisten en el transporte molecular. En el interior de la pared celular de una bacteria hay una mezcla de azúcares, proteínas, carbonos e iones, una rica sopa que está fuera de equilibrio respecto a la mezcla menos concentrada fuera de la pared de la célula: a la naturaleza le gusta mantener las cosas en equilibrio; normalmente, el agua fluiría de la solución diluida de fuera hacia la más concentrada dentro (una forma especial de difusión conocida como ósmosis), pero en el caso de las bacterias, las paredes celulares actúan como barreras osmóticas.
El transporte molecular a través de la membrana celular se consigue de varias maneras. En el transporte activo más importante, las proteínas de la membrana actúan como bombas moleculares y emplean la energía para succionar o empujar el objetivo a través de la pared de la célula: los nutrientes hacia adentro y los productos residuales hacia afuera. Distintas proteínas en la membrana transportan distintas clases de moléculas nutrientes. Una manera de imaginarlo es pensando en una antigua brigada de bomberos con cubos, en la que el agua se pasa de la fuente al fuego: estas proteínas «pasan» los nutrientes al interior de la célula.
El transporte activo es un proceso fascinante pero complicado, impulsado por electrones localizados a ambos lados de la superficie de membrana. Sin duda, el jardinero debería ser consciente y apreciar cómo se alimentan las bacterias, pero solo necesita comprender que las bacterias