Aproximación histórica a la relación de la masonería . José Eduardo Rueda Enciso. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: José Eduardo Rueda Enciso
Издательство: Bookwire
Серия: Ciencias Humanas
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789587846188
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Hospital ese noveno, i a los participes de los diezmos no se les deduce nada, por qué dejó de existir el patronato con la independencia de la Iglesia”.110

      En 1855, la Casa de Refugio, además de asilar a las mujeres, enseñaba algunos oficios, esencialmente de manufactura, para que las asiladas tuvieran como enfrentar su sustento y contribuyeran al mantenimiento de la Casa. Uno de los principales oficios fue el de cigarreras, a cuyo cuidado se nombraba una mujer experta, en el mencionado año fue nombrada, por el gobernador Pedro Gutiérrez Lee, la señora María Josefa Vivas, quien hasta ese momento se desempeñaba como directora de la Casa de Reclusión en Guaduas. Por su buen comportamiento fue nombrada mayordomo de la Casa, cargo que ejerció hasta 1861.111

      Con la erección de las sociedades de beneficencia y caridad se quiso confiar a “los sentimientos filantrópicos y humanitarios de las señoras de Bogotá la mejora del servicio y la conservación de los establecimientos de beneficencia y caridad, y se autorizó al Gobernador de la Provincia la creación de una o más Sociedades de Beneficencia y Caridad, compuesta por las señoras que quieran servir gratuitamente”.112

      Al objeto de tales sociedades se lo perfiló así:

      Mejorar i organizar el servicio material de enfermos en el Hospital de Caridad; de los espositos i mendigos de la Casa de Refugio, instrucción y beneficencia. Promover eficazmente la adquisición de limosnas voluntarias y capital, ya sea en víveres o dinero. Denunciar todas las faltas de dichos establecimientos. Reunir esfuerzos i solicitar los medios de establecer i conservar el benéfico instituto de las Hermanas de la Caridad como auxiliar de las Sociedades de Beneficencia.113

      En el marco de esta ordenanza nació la Sociedad de Hermanas de la Caridad, o Congregación de la Caridad Nuestra Señora de Dolores, de composición mixta, que fue organizada por el arzobispo Antonio Herrán. El reglamento orgánico de esta sociedad estipuló la composición de la Congregación: los servicios que prestaba, el alcance de las órdenes de la superiora, las cualidades de las mujeres miembros, los turnos por cumplir, el tipo de personas que podían pertenecer, la organización y los fondos disponibles, entre otros. Administrativamente se dividió en cuatro secciones:

      1° sección: Hospitales. Superiora particular Dolores Hernández de Briceño. Director Adjunto Francisco Jiménez.

      2° sección: Mendigos. Superiora particular Vicenta Gutiérrez. Director Adjunto Romualdo Cuervo.

      3° sección: Fondos. Superiora General Soledad Soublette O’Leary. Director Adjunto Francisco Vargas.

      4° sección: Prisiones. Superiora particular Rita de Francisco. Director Adjunto Felipe Abandono.114

      Dos años después, el 18 de octubre de 1857, se constituyó la Sociedad San Vicente de Paúl de Colombia, a la que nos referiremos en el último capítulo.

      Durante la guerra civil de 1859 a 1862, hasta la expedición de la Constitución de 1863, la situación de los establecimientos de caridad fue difícil. Por ejemplo, después del 18 de julio de 1861, con la toma de Bogotá y la expedición del decreto de desamortización de bienes de manos muertas, en el que se incluyó las rentas de los pobres, la Casa de Refugio quedó en la más absoluta miseria, porque el gobierno no atendía ninguna clase de petición, ni los habituales donantes contaban con recursos, la guerra había hecho que la necesidad se hiciera general.

      Ante tan delicadas circunstancias, la mencionada mayordoma, la señora María Josefa Vivas, cumplió una serie de acciones y gestiones caritativas de diverso corte para mantener a flote la institución por ella regentada:

      I se convirtió en madre de los pobres, i fió, pidió prestado, pidió limosna, i cuando llegó el día en que hasta estos recursos se agotaron, empeñó el mejor vestido que tenia i que hubo de vender algunos días mas tarde, cuando la necesidad se convirtió literalmente en hambre.

      No diré que yo [Romualdo Cuervo, Capellán de la Casa de Refugio] me desentendiera de aquella situación tan apremiante, no; juntos pedíamos i buscábamos, pero a los señores de la Junta no se ocultará que lo que en mí pudiera verse solamente como el cumplimiento de un deber, era en la señora la práctica de la mas noble de las virtudes.

      Llegó el día en que las amas de los expósitos vinieron a dejarlos porque se les debían muchos sueldos i nada se les podía dar para atender a sus necesidades. Esta era una nueva i terrible complicación. La señora no podía hacer sino darles la esperanza de que se les pagaría mas tarde lo que se les adeudaba, pero ellas, no obstante el cariño que habían cobrado a los niños que habían criado, manifestaban su resolución de dejarlos porque ellas tampoco tenían con qué mantenerlos. La señora Mayordomo, seguida de tan triste cortejo, se diriiio entonces a donde el Síndico, i luego a la Gobernación, en donde aquel terrible cuadro no podía menos que producir un buen resultado, como en efecto lo produjo, porque se consiguieron algunos recursos con que aliviar la suerte de aquellas pobres mujeres que se fueron casi con la esperanza de que mas tarde se les pagaría lo que se les quedaba a deber.

      Esto no era sino un alivio momentáneo, i poco se hizo esperar el dia en que el Director, no habiendo podido conseguir que el Gobierno le supliera alguna cantidad por cuenta de las rentas del Establecimiento, hubo de decir a la señora Mayordomo de la Casa de los pobres: “Supuesto que no hai modo de conseguir recursos, ciérrese el Establecimiento i entréguese las llaves”, i ella le contestó: “pero cómo he de echar a las enfermas, a las tullidas, a las dementes i bobas a que mueran en la calle; yo, señor, yo no soi capaz de hacer tal cosa, pediré limosna para costearlas hasta donde me alcancen las fuerzas”. Tomada esta resolución, comenzamos nuevamente el oficio de pordioseros, i la señora con mas empeño que nadie porque ella veía mas de cerca la miseria que desgraciadamente no veian muchas de las personas a quienes nos dirijiamos, que de otro modo no habría acontecido lo que en uno de esos días terribles en que en toda la calle real no pude yo juntar sino siete reales i cuartillo. Hago mención de esta circunstancia solamente para que se comprenda que la situación era algo mas que difícil, i que se necesitaba que la señora Mayordomo se convirtiera en madre de los pobres para poder hacer los milagros de abnegación i de caridad que solo esa virtud puede inspirar.

      Siguieron después tiempos de alternativa, pues que el Gobierno suministraba algunos recursos, pero no con la regularidad necesaria para que un establecimiento de esta naturaleza pueda seguir en marcha ordinaria. A las amas se les adeudaban $5,500, i para poder darles algo como era de justicia había que hacerlo de los fondos que daba el Gobierno, esperando que en el mes siguiente suministrara nuevos recursos por cuenta de las rentas. Cuando esto no sucedía, la señora apelaba una vez mas al recurso de pedir prestado, fiar, pedir limosna, i llegó el caso de tener que sacar a la puerta del Establecimiento a las tullidas i a las dementes, para mover a lástima a los que pasaban a implorar así un asilo que ya no se conseguía de otra manera.

      Esta situación concluyó al fin, puesto que el Gobierno suministró debidamente los recursos necesarios para la manutención de los pobres i para la marcha de la Casa; pero no por eso dejó de padecer la señora Mayordomo, porque infinidad de disgustos le han ocasionado las refujiadas, i especialmente aquellas que con las ínfulas de señoras, se admiten por desgracia, no para servicio de la Casa, sino para tormento de sus empleados.115

      A partir de la Constitución de 1863, que abrió un período de prosperidad social, renació el interés estatal regional por la beneficencia, para lo que existía cierto sustento legal, vigente desde 1850.

      En Cundinamarca, en particular, luego del derrocamiento de Mosquera, en mayo de 1867, se dio un primer impulso suscitado por la creación de la Junta Directiva para el manejo del recién fundado Lazareto de Agua de Dios.

      El momento coyuntural de ese impulso es importante tenerlo en cuenta: la clausura del Congreso, decretada el 29 de abril por el presidente Mosquera, la inmediata reacción de los radicales, sus opositores, que organizaron el golpe en la madrugada del 23 de mayo. La proclamación como presidente del segundo designado, general Santos Acosta.

      A partir de Acosta y del gobierno de su sucesor Santos Gutiérrez, se consolidó el llamado Olimpo Radical (1867-1878), período en el que la masonería bogotana