Así, la baja de la actividad eléctrica del cerebro en el momento de la planificación motora posterior a cometer una falla produce una respuesta más lenta. ¿Cómo se manifiesta este mecanismo? En la práctica, nuestro cerebro se tomará su tiempo para evitar volver a equivocarse. Y esto lo hará todas las veces que sea necesario, independiente de la cantidad de veces que hayamos fallado.
Según este estudio, nuestro cuerpo está preparado para corregir un proceso cuando fallamos. En concreto, es nuestro cerebro el que comienza a hacer todas las modificaciones neuronales necesarias para no volver a fallar. Gracias al ajuste post error tendremos enormes posibilidades para seguir intentando la práctica de un deporte o el estudio de nuevas materias. Así que la próxima vez que cometamos un error o no nos resulte algo a la primera, no hay que desesperarse ni entrar en pánico, solo tenemos que confiar que en los siguientes intentos nuestro cerebro será el primero en ayudarnos.
Nacimiento después del nacimientoEvelyn Cordero
Los investigadores que las descubrieron aseguran que es como recorrer un país de punta a punta. Este es el complejo camino que hacen cientos de miles de neuronas muy pequeñas al interior del cerebro de un recién nacido. Y si bien es un camino de milímetros o centímetros, es una ruta que ha sorprendido al mundo de la ciencia. Este equipo ha llegado a concluir que existe desarrollo de nuevas neuronas (neurogénesis) con posterioridad al nacimiento de un lactante, una fase compleja que nunca antes se había llegado a probar y que podría marcar una diferencia a la hora de abordar algunos trastornos neurológicos.
Este hallazgo evidencia que el nacimiento de nuevas neuronas no finaliza en las etapas embrionarias como se creía. Por el contrario, es un proceso que continúa cuando el recién nacido empieza a relacionarse con el medio ambiente durante los primeros meses de vida.
El grupo de investigadores liderado por la doctora Mercedes Paredes y que convocó la colaboración de las universidades de Valencia y de California, logró demostrar la existencia de una migración masiva de nuevas neuronas desde el nacimiento, etapa en que el lactante empieza a interaccionar con su entorno. Dichos resultados fueron publicados en la revista Science y su importancia radica en que ponen de manifiesto una nueva etapa crítica para el desarrollo neuronal del ser humano, que comprende el periodo de lactancia, y que antes de esta investigación, no había sido esclarecida.
La neurogénesis es el proceso mediante el cual se desarrollan nuevas células neuronales a partir de células madre o progenitoras. Este proceso se encuentra más activo durante la etapa embrionaria y gracias a él nuestro encéfalo en crecimiento se nutre de células especializadas que luego nos van a permitir ver, oír, sentir, pensar, hablar, amar… todo lo que nos hace esencialmente humanos.
¿De qué se trata esta migración a la que alude la investigación? Este movimiento de jóvenes neuronas parte en las paredes ventriculares del cerebro, desde donde se organizan en cadenas para atravesar el complejo entramado neuronal del recién nacido para instalarse mayoritariamente en el lóbulo frontal. Es aquí, en el lóbulo frontal, donde estas jóvenes neuronas maduran y ayudan a incrementar su tamaño y complejidad. Es el lóbulo frontal, región del cerebro que se ha desarrollado mucho en nuestra especie en comparación con otras, el encargado de almacenar y procesar información, concentrar funciones ejecutivas y otras tantas claves para el aprendizaje.
Los investigadores determinaron que la neurogénesis postnatal produce neuronas fundamentalmente de tipo inhibitorias, que representan casi el veinte por ciento del total de células de la corteza cerebral. Nuestro cerebro tiene neuronas inhibitorias y excitatorias. Las neuronas inhibitorias son las encargadas de modular la actividad eléctrica de sus neuronas vecinas, reduciendo la posibilidad de producir un potencial eléctrico, que es la forma en que las neuronas se comunican. Las excitatorias, por su parte, tienen un efecto opuesto, es decir, aumentan la probabilidad de producir un potencial eléctrico. De esta manera, las neuronas inhibitorias actúan sobre sus vecinas disminuyendo la posibilidad de que estas se activen y, por lo tanto, se comuniquen con otras neuronas. Nuestro cerebro requiere un balance de ambos tipos de neuronas.
Para la doctora Paredes y su equipo, esta migración neuronal podría explicar el gran volumen del lóbulo frontal de los humanos, muy considerable ya en el momento de nacer.
Pero, ¿cómo lograron llegar a este importante descubrimiento? Los investigadores usaron tejido cerebral obtenido de donantes lactantes a las pocas horas de fallecidos. Dichos tejidos fueron marcados con fluorescencia, un tipo de marcador molecular que permite que las células migratorias inmaduras brillen, lo que permitió observar su origen y su ruta. De esta manera, los investigadores lograron ver cómo estas neuronas se desplazaban en grupos –formando las cadenas antes mencionadas– e incluso vieron cómo algunas de ellas se separaban para migrar por sí solas hasta llegar a su destino final. Estos movimientos migratorios neuronales suceden fundamentalmente durante los primeros tres meses de vida, aunque hay evidencia de que se siguen produciendo hasta alrededor de los siete meses. A los dos años casi no se observan y a los seis años han cesado.
Además de detectar este desplazamiento neuronal, el grupo de investigadores identificó dos rutas de migración en lactantes que ya habían comenzado durante el desarrollo embrionario. Estas dos vías parten de la misma región: unas estructuras llamadas eminencias ganglionares, que son núcleos o grupos neuronales presentes en estados embrionarios de desarrollo del cerebro y que posteriormente, en un cerebro maduro, dan origen al complejo amigdaloide, también conocido como amígdala (responsable del procesamiento emocional). Una de las rutas migratorias se dirige hacia los bulbos olfatorios (unido a la base del lóbulo frontal) que se asocian a la detección, discriminación y filtrado de olores, entre otras funciones. La segunda ruta migratoria se movilizó hacia la corteza prefrontal ventral (superficie más externa de la base del lóbulo frontal), estructura que tiene un rápido acceso a la información visual y, en consecuencia, es capaz de reaccionar ante los eventos visuales tanto positivos como negativos.
La naturaleza dinámica del lóbulo frontal en las etapas de lactancia pone de manifiesto la necesidad de acentuar los cuidados del lactante, ya que lesiones en esta zona durante esta etapa que se considera crítica, podrían afectar al reclutamiento neuronal provocando desórdenes neurocognitivos y sensoriomotores tales como epilepsia, parálisis cerebral, entre otros.
Este estudio confirma que los primeros meses de vida, cuando un infante empieza a interactuar con el medio ambiente, son cruciales para el desarrollo del cerebro, ya que corresponde con el desarrollo de funciones cognitivas más complejas. En particular, esta investigación nos ayuda a entender qué es lo que hace que el desarrollo cerebral humano sea tan único y, sobre todo, releva la importancia de los cuidados y de la estimulación infantil durante los primeros meses de vida.
Dime lo que comes y te diré qué tan inteligente eresJorge González
Las fotos dieron la vuelta al mundo en 2015. Era una secuencia de imágenes que mostraban a una gorila salvaje en el bosque Mbeli Bai, en el Congo. Un equipo de expertos alemanes y norteamericanos se maravilló al ver a la gorila utilizar un palo para cruzar un río de aguas turbias. Pudieron verla entrar al agua y devolverse a tierra firme tras advertir que se hundía. Una vez en la orilla, tomó una rama que utilizó como apoyo para entrar de nuevo al agua e ir tanteando la profundidad del cauce. Pese a verse asustada, logró caminar cerca de 10 metros… siempre con cautela y calculando cada uno de sus pasos. Como este, hay una infinidad de registros que dan cuenta de la asombrosa inteligencia de los primates. Gorilas y chimpancés, por ejemplo, elaboran herramientas para cazar y obtener alimentos. Bonobos y orangutanes pueden expresar amor, pena y rabia, emociones que pensábamos que eran exclusivas del ser humano. Y ellos mismos son capaces de transmitir tradiciones de madres a hijos.
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