Su Lobo Cautivo. Kristen Strassel. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Kristen Strassel
Издательство: Tektime S.r.l.s.
Серия:
Жанр произведения: Современная зарубежная литература
Год издания: 0
isbn: 9788835423942
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recordé.

      —Cuando salgamos de aquí, ni que decir tiene que ese mamón se va a llevar lo suyo —añadió Dallas—. Ha atacado a nuestras dos manadas. Deberíamos hacerlo juntos.

      Major me miró fijamente. Nunca se había mordido la lengua para señalar lo débil que pensaba que era. Teníamos estilos diferentes, y el mío pasaba por dejar que mis hermanos fueran parte vital de mi equipo. Pero ahora solo le quedaba X, que no había pronunciado palabra alguna durante el ataque. Hacía lo que se le pedía, lo que fuera, y nunca miraba atrás.

      —Es buena idea. —No cedí ante el desafío—. Nos movemos en círculos diferentes, y conseguiremos más información. Nadie esperaría que trabajásemos juntos.

      —Solo puede haber un líder. —un «sí» en palabras de Major.

      —Lo sé. —Le miré con agudeza—. Veremos quién.

      —¡Hostia puta! —A Kiera se le cayó la taza de café, fue la primera que apareció en lo que había sido la puerta—. ¿Qué coño ha pasado aquí?

      —¡Ve a mirar los animales! —Trina corrió por la habitación—. Mira que todos estén bien.

      Nuestras jaulas estaban en la sala delantera, y el refugio repleto. Los demás animales ladraban y gemían a las humanas, alertándolas del ataque.

      —¿Por qué harían esto? —Lyssie se quedó parada. Algo me decía que no era la primera vez que lidiaba con violencia gratuita—. Es un refugio para animales.

      —Hemos cabreado a alguien. —Kiera salió de la sala de jaulas—. Todos parecen estar bien por aquí. Están asustados, pero no heridos.

      —Sí, por aquí también. —Trina se detuvo en medio de nuestras jaulas—. Yo he recibido algunos empujones en la ciudad desde la pelea de perros. Me dijeron «no cagues donde comes», entre otras lindezas.

      —Se nos pinchó una rueda al salir del trabajo el día después del rescate —añadió Lyssie, rodeándose la cintura con los brazos—. No le di importancia, pero ya no me parece una coincidencia.

      —Tengo que llamar a Randy —suspiró Trina mientras abría nuestras jaulas—. Pensad en cualquier otra cosa rara que hayáis visto desde aquella noche. Tenemos que contárselo todo, sin excepción. Si alguien os ha mirado mal, decidlo. No es momento de callarse. Podemos con esto. Va a ser difícil, pero nadie nos va a coaccionar para que no hagamos lo que debemos por estos animales.

      Me mataba saber que las habíamos puesto en peligro solo por estar ahí. Si fuera humano, le insistiría para que se alejaran de nosotros. No tenían ni idea de lo que Ryker era capaz de hacer. Él mordía más que ladraba.

      Pero si fuera humano, podría protegerlas.

      Las chicas se dejaron la piel limpiando la habitación delantera, intentando que todo volviera a la normalidad. Barrieron los cristales rotos, tapiaron las ventanas y arreglaron todo lo que pudieron. Nadie vino a ayudarlas. No me sorprendió. Trina llamó al departamento de policía, pero las otras dos apenas dijeron nada mientras trabajaban. Eso tampoco fue muy sorprendente.

      No conocía el refugio antes de ingresar en él. Pasaba el menor tiempo posible en Granger Falls. Y cómo me arrepentía, sabiendo que un bellezón como Trina había estado ahí todo el tiempo. Los lobos de Sawtooth nunca se apareaban con hembras humanas. No teníamos problema en pasar un buen rato con ellas, pero cuando la fiesta terminaba, el contacto también. Aunque hubiera conocido a Trina antes de ser capturado, no habría podido ser más que una noche de pasión.

      Seis meses de cautiverio habían bastado para cambiar la forma de pensar de este lobo. Las lobas de nuestra generación habían sido vendidas al mejor postor. Mantenidas en un cautiverio completamente diferente, las trataban como diamantes en bruto, celosamente vigiladas y expuestas ostentosamente por quienes podían permitírselas. Era una broma cruel, la forma en que esas jaurías paseaban a las niñas bonitas delante de nosotros y nos daban de hostias si solo tratábamos de jugar con ellas. Se reían de nosotros. Los chicos no tenían nada de especial, sobre todo los de clase trabajadora. Éramos tantos porque nuestros padres estuvieron intentando tener una niña hasta que ya no pudieron más. La paga valía la pena.

      Los lobos ricos no tenían que preocuparse apenas. Se habían aclimatado mejor a su lado humano. Tenían dinero, mujeres, y no les preocupaban la política ni la sangría de la clase trabajadora. Los ricos podían tener los medios materiales para sobrevivir, pero el resto de nosotros dependíamos de la fuerza y la astucia callejera. Los ricos podían quedarse con su dinero, no compraba la felicidad. La libertad era cara pero cualquiera podía disfrutarla.

      Quería una compañera.

      Quería dejar mi parte en el legado de mi manada, no iba a dejar que mi arduo camino se acabara ahí.

      Dallas fue inteligente al sugerir que hiciéramos equipo con los Lowe. Pero yo no podría dormir por las noches teniendo a Major de líder, y quería a Trina. Tendría que demostrar ser un alfa para estar con ella. Nunca habíamos tenido un alfa sin compañera hasta entonces.

      Y ella iba a ser mía.

      —No te vas a separar de mí, ¿verdad? —Trina me dio un beso en la cabeza cuando todo volvió a ser lo más normal posible. Parecía exhausta. Detestaba no poder hacer nada para ayudarla. Aquellas mujeres no estaban indefensas ni mucho menos, pero igual quería arrimar el hombro.

      Quedaba una semana para la luna llena. Una semana para poder ganarme el sustento, una semana todavía para poder besar sin dar un lengüetazo.

      —Eres como mi sombra1 —añadió.

      Ella no tenía ni idea de que ese era mi nombre. Me apreté contra ella. Pronto sería capaz de envolverla con los brazos y perderme en ese olor a tarta de manzana que me hacía desear mucho más que el postre.

      —Putos lameculos. Mira a los Channing, deseando hacerse amiguitos de las chicas del refugio —gruñó Major, mordisqueándome el cuello. Ladré, y conseguí que se pusiera contra el suelo y rodara. De ninguna manera. No me avergonzaría de Trina. Nosotros éramos cinco y había tres mujeres. Era lo suficientemente listo para hacer las cuentas. Y él tenía treinta y cinco años sin pareja, más números que no podía ignorar si quería ser considerado el líder.

      —Ese no va a hacer una mierda por ti. No somos más que problemas para ellos. Y cuando ella venga la mañana después de la luna llena y se encuentre a cinco hombres desnudos en jaulas para perros, ya no pensará que eres tan lindo. Saldrá corriendo y gritando.

      —Quiero que confíe en nosotros. —Me puse hocico a hocico con Major, mi respiración tenía un matiz áspero que no era del todo un gruñido. Cada día nos hacíamos más fuertes, y cada día él me cabreaba un poco más—. Así que cuando eso ocurra, no se asustará. Ahora Ryker también irá a por ella. Como alfa…

      —¿Qué coño sabes tú de ser un alfa? —Major me dio un empujoncito.

      Lo ignoré.

      —Como alfa, la protegeré. Nosotros la metimos en este lío y nosotros la vamos a sacar. Ella se la está jugando por cuidarnos. Nadie la ayuda con donaciones, solo le dejan sus problemas. Yo los resolveré.

      —Qué noble —se burló Major—. Puedes besarte con tu nueva novia humana mientras yo hago pedazos a Ryker. Así es como se resuelven los problemas.

      Me zambullí en el cuello de Major. Nunca escuchaba razones, la violencia era lo único que entendía. Recibiría el mensaje.

      —¡Chicos! —gritó Trina. Se puso rápidamente entre nosotros, mientras sujetaba un gatito en una mano con una botella en la otra. Se detuvo, mirando a Major—. ¡Basta! O tendré que meteros de nuevo en las jaulas.

      —No sé cómo vamos a hacer esto, Shadow. —Baron se interpuso entre Major y yo. Había estado toda la semana siguiendo a Kiera, la voluntaria de pelo corto