3:5.6 (51.5) 1. ¿Es el valor — la fuerza de carácter— deseable? Si es así, el hombre debe criarse en un ambiente que requiera el enfrentamiento con dificultades y la reacción a los desencantos.
3:5.7 (51.6) 2. ¿Es el altruismo — el servicio a los semejantes— deseable? Entonces la experiencia de vida debe proporcionarnos el encuentro con situaciones de desigualdad social.
3:5.8 (51.7) 3. ¿Es la esperanza — la magnitud de la confianza— deseable? Entonces la existencia humana debe enfrentarse constantemente con inseguridades e incertidumbres recurrentes.
3:5.9 (51.8) 4. ¿Es la fe — la suprema afirmación del pensamiento humano— deseable? Entonces la mente del hombre debe hallarse en esa dificultad problemática donde siempre sabe menos de lo que puede creer.
3:5.10 (51.9) 5. ¿Es el amor a la verdad y la disposición de ir dondequiera éste conduzca, deseable? Entonces el hombre debe crecer en un mundo donde el error está presente y la falsedad es siempre posible.
3:5.11 (51.10) 6. ¿Es el idealismo — el concepto que más se acerca a lo divino— deseable? Entonces el hombre debe luchar en un ambiente de bondad y belleza relativas, en un ambiente que estimule el anhelo incontenible de cosas mejores.
3:5.12 (51.11) 7. ¿Es la lealtad — la devoción al deber más alto— deseable? Entonces el hombre debe proceder rodeado por las posibilidades de traición y deserción. El valor de la devoción al deber consiste en el peligro implícito de incumplimiento.
3:5.13 (51.12) 8. ¿Es la falta de egoísmo — el espíritu de olvido de sí mismo— deseable? Entonces el hombre mortal debe vivir cara a cara con el incesante clamor de un yo inescapable que exige reconocimiento y honor. El hombre no puede elegir dinámicamente la vida divina si no existe una vida del yo a la que renunciar. El hombre no podría nunca aferrarse a la salvación en la rectitud si no hubiera ningún mal potencial que exalte y diferencie el bien por contraste.
3:5.14 (51.13) 9. ¿Es el placer — la satisfacción de la felicidad— deseable? Entonces el hombre debe vivir en un mundo en el que la alternativa del dolor y la probabilidad del sufrimiento son posibilidades experienciales siempre presentes.
3:5.15 (52.1) En todo el universo, cada unidad se considera una parte del todo. La supervivencia de la parte depende de la cooperación con el plan y el propósito del todo, el deseo sincero y la disposición perfecta de hacer la divina voluntad del Padre. El único mundo evolutivo sin error (la posibilidad de un juicio necio) sería un mundo sin inteligencia libre. En el universo de Havona hay mil millones de mundos perfectos con sus habitantes perfectos, pero el hombre evolutivo debe ser falible si ha de ser libre. La inteligencia libre e inexperta no puede de ninguna manera, al principio, ser uniformemente sabia. La posibilidad de un juicio erróneo (el mal) se convierte en pecado sólo cuando la voluntad humana apoya conscientemente y adopta a sabiendas un juicio deliberadamente inmoral.
3:5.16 (52.2) La plena apreciación de la verdad, de la belleza y de la bondad es inherente a la perfección del universo divino. Los habitantes de los mundos de Havona no requieren el potencial de niveles relativos de valor como estímulo para su elección; tales seres perfectos pueden identificar y elegir el bien en ausencia de toda situación moral contrastante y que obliga a pensar. Pero todos esos seres perfectos son, en naturaleza moral y estado espiritual, lo que son por virtud del hecho de su existencia. Han ganado un avance experiencial solamente dentro de su estado inherente. El hombre mortal incluso gana la situación de candidato a la ascensión por su propia fe y esperanza. Todo lo divino que la mente humana alcanza a comprender y el alma humana adquiere es un logro experiencial; es una realidad de la experiencia personal y por lo tanto es una posesión única en contraste con la bondad y rectitud inherentes a las personalidades de Havona que no yerran.
3:5.17 (52.3) Las criaturas de Havona son naturalmente valientes, pero no son valerosas en el sentido humano. De modo innato son dulces y consideradas, difícilmente altruistas a la manera humana. Aguardan ellas un futuro agradable, no con la esperanza de la manera exquisita como confian los mortales en las esferas evolutivas inciertas. Tienen fe en la estabilidad del universo, pero son completamente ajenos a la fe salvadora por la cual el hombre mortal asciende desde su condición animal hasta las puertas del Paraíso. Aman la verdad, pero nada saben de sus cualidades redentoras para el alma. Son idealistas, pero así nacieron; son completamente ignorantes del éxtasis de llegar a serlo por una elección vivificante. Son leales, pero nunca han experimentado la emoción de la devoción sincera e inteligente al deber frente a la tentación del incumplimiento. Son altruistas, pero no ganaron esos niveles de experiencia mediante la magnífica conquista de un yo beligerante. Disfrutan del placer, pero no comprenden la dulzura del placer al huir de la pena potencial.
6. La Primacía del Padre
3:6.1 (52.4) Con altruismo divino y consumada generosidad, el Padre Universal se despoja de autoridad y delega poder, pero sigue siendo fundamental; su mano descansa sobre la palanca poderosa de las circunstancias de los dominios universales; se ha reservado todas las decisiones finales y esgrime infaliblemente el cetro todopoderoso del veto de su eterno propósito con autoridad indiscutible sobre el bienestar y destino de la vasta creación, virante y siempre girante.
3:6.2 (52.5) La soberanía de Dios es ilimitada; es el acto fundamental de toda creación. El universo no era inevitable. El universo no es un accidente, ni existe por sí mismo. El universo es una obra de creación y por lo tanto está completamente sujeto a la voluntad del Creador. La voluntad de Dios es verdad divina, amor viviente; por consiguiente las creaciones en vías de perfeccionamiento de los universos evolutivos se caracterizan por la bondad —acercamiento a la divinidad; y maldad potencial — alejamiento de la divinidad.
3:6.3 (53.1) Toda filosofía religiosa, tarde o temprano, llega al concepto de la ley unificada del universo, de un solo Dios. Las causas del universo no pueden ser más bajas que los efectos del universo. La fuente del caudal de la vida universal y de la mente cósmica debe estar por encima del nivel de su manifestación. No se puede explicar coherentemente a la mente humana en términos de las órdenes más bajas de existencia. Sólo puede comprenderse completamente la mente del hombre, mediante el reconocimiento de la realidad de órdenes superiores de pensamiento y voluntad deliberada. El hombre como ser moral es inexplicable a menos que se reconozca la realidad del Padre Universal.
3:6.4 (53.2) El filósofo mecanicista profesa rechazar la idea de una voluntad universal y soberana, esa misma voluntad soberana cuya actividad en la elaboración de las leyes universales él reverencia tan profundamente. ¡Qué homenaje inconsciente rinde el mecanicista al Creador de la ley cuando concibe que tales leyes actúan y se explican por sí solas!
3:6.5 (53.3) Es gran error humanizar a Dios, excepto en el concepto del Ajustador del Pensamiento residente, pero aun eso no es tan tonto como lo de mecanizar completamente la idea de la Primera Fuente y Centro.
3:6.6 (53.4) ¿Sufre el Padre del Paraíso? Yo no lo sé. Los Hijos Creadores ciertamente pueden sufrir y a veces sufren, como sufren los mortales. El Hijo Eterno y el Espíritu Infinito sufren en un sentido modificado. Pienso que el Padre Universal sufre, pero no puedo entender cómo; acaso mediante el circuito de la personalidad o a través de la individualidad de los Ajustadores del Pensamiento y otros dones de su naturaleza eterna. Él ha dicho de las razas mortales: «En todas vuestras aflicciones yo soy afligido». Él incuestionablemente experimenta una comprensión paternal y compasiva; puede realmente sufrir; pero la naturaleza de ello no la entiendo.
3:6.7 (53.5) El Gobernante eterno e infinito del universo de los universos es poder, forma, energía, proceso, modelo original, principio, presencia y realidad idealizada. Pero es más; es personal; ejerce una voluntad soberana, experimenta autoconciencia de su divinidad, ejecuta los mandatos de una mente creadora, persigue la satisfacción de la realización de un propósito eterno, y manifiesta amor y afecto Paterno por sus hijos universales. Se pueden comprender mejor todos estos rasgos personales del Padre observándolos tal como fueron