Luces y sombras. Abraham Felipe Gallego Jiménez. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Abraham Felipe Gallego Jiménez
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9789585495524
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del este es la primera, con la caída del Muro de Berlín en 1989, y luego, el Tratado de Belabezha, de 1991, disuelve la URSS. Como consecuencia de estos procesos socio-políticos y económicos, se termina la Guerra Fría entre EE. UU. y sus aliados, que enfrentaban a la URSS.

      Durante la primera mitad del s. XX, las grandes corporaciones establecen sus estrategias a la medida de un mundo convulsionado por dos guerras mundiales, que obligaron a acomodarse más a satisfacer las demandas internas de los países, que al gran comercio global. Proceso diferente fue el desarrollado durante la segunda mitad del siglo, cuando se desarrolla en forma decidida la globalización de los mercados, con el soporte comunicacional de la naciente tecnología de la información y de la comunicación. Sin embargo, a lo largo de todo el siglo, estas poderosas empresas no interrumpieron sus actividades de explotación ventajosa de los recursos, y, como consecuencia, la depredación de los territorios explotados, en los diversos renglones de la actividad económica, por ejemplo, las empresas petroleras, las mineras o las madereras.

      Todas estas actividades de las grandes transnacionales contaban con el apoyo de los gobiernos de los países expoliadores sin el conocimiento, o a veces en complicidad de los expoliados. A continuación, se reproduce un diálogo telefónico, entre el presidente de EE. UU., Franklin Delano Roosevelt y el Primer ministro de la Gran Bretaña, Winston Churchill, que parece haber ocurrido un año antes de la finalización de la II Guerra Mundial:

      El agosto 8 de 1944 se firmó el Acuerdo Petrolero Angloamericano, que dividía el petróleo de Medio Oriente entre Estados Unidos y Reino Unido. Roosevelt dijo a Churchill: “El petróleo persa... es suyo. Compartiremos el petróleo de Irak y Kuwait. Respecto al de Arabia Saudita, es nuestro”. No obstante, el acuerdo no tuvo en cuenta a la gente de los países involucrados (BBC, iWonder, 2015)2.

      En otras ocasiones las empresas multinacionales, EM, expertas en los tipos de contratación para la explotación de las riquezas naturales en países subdesarrollados o periféricos, contaban con el apoyo de las clases dirigentes de esos países, seguramente animados por jugosas comisiones, tal como ocurrió en el pasado reciente, por ejemplo, con el caso Odebrecht.

      Los marcos institucionales y legislativos, novatos en el tratamiento de este tipo de compañías, favorecieron una activa participación de la empresa multinacional, en las economías locales. La perspectiva dependentista analizó el papel de la EM como la gran fuente de explotación de recursos naturales de los países del centro a los países de la periferia. En este mismo sentido, consideró a las burguesías anfitrionas como las que institucionalmente posibilitaban la expoliación (Dos Santos, 1973, en Torres, D., 2011)3.

      Para la década de 1970, la preocupación ambiental comenzaba a aparecer en las agendas de investigación y de gestión de entidades académicas y gremiales del mundo. Tal como se menciona en la introducción de este libro, el Instituto Tecnológico de Massachusetts elaboró para el Club de Roma, en 1972, un documento titulado “Los límites del crecimiento” (Meadows et al., 1972). La conclusión del informe fue la siguiente: Si el actual incremento de la población mundial, la industrialización, la contaminación, la producción de alimentos y la explotación de los recursos naturales se mantiene sin variación, alcanzará los límites absolutos de crecimiento en la Tierra durante los próximos cien años. En 2012 se edita la última edición de Los límites del crecimiento. En esta edición los autores disponen de datos fiables en numerosas áreas (el clima y la biosfera, en particular), según los cuales ya estaríamos en los límites físicos. 2050 es el año límite; después parece que no hay retorno.

      A partir de la década de 1980, el sistema económico mundial da un viraje y adopta nuevamente el modelo neoclásico de la economía, tal como había ocurrido un siglo atrás. Las características fácticas del entorno no son las mismas, pero los objetivos son similares, y tienen que ver con la dinamización de la economía que se hallaba estancada por la existencia de las barreras arancelarias y el proteccionismo. Se predica la apertura del mercado, por lo que se estimulan los tratados de libre comercio, se revisa el GATT (OMC), para América se aprueba el Acuerdo de Washington, para el sector financiero se formula el Acuerdo de Basilea, se revisan y emiten los decálogos regulatorios por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, es decir, se construye la Nueva Arquitectura Financiera Internacional, NAFI, que actualmente rige la economía mundial.

      Desde los ochenta del siglo XX, el mundo dio un viraje hacia el predominio del capital financiero. El capitalismo financiarizado se instaló en las economías intervenidas por las poderosas instituciones multilaterales de las finanzas, Banco Mundial (BM) y Fondo Monetario Internacional (FMI), apoderándose de buena parte del rendimiento de las actividades productivas y de financiación, para reclamar cada vez mayor proporción de los PIB nacionales y convertirse así en el negocio más rentable que pueda imaginarse en el mundo actual, sin importar de cuál escenario nacional se trate (Álvarez et al., 2020)4.

      Las décadas de los ochenta y noventa del siglo pasado marcaron el inicio del montaje estratégico que arrojó el actual escenario que hoy por hoy nos domina y expolia. Gobiernos de países como Estados Unidos, Gran Bretaña y Alemania, aliados en su intencionalidad de estimular sus poderosas, pero estancadas economías, y con el propósito de ayudar a sus grandes empresas trasnacionales de la producción de bienes y servicios, llevaron a cabo planes y acciones para reordenar el mundo, mediante diversas medidas (privatización, desregulación interna, eliminación de las barreras arancelarias, estímulo a la desaparición de los regímenes socialistas-comunistas, etcétera), para construir y ampliar el libre mercado, escenario propicio para acrecentar sus tasas de ganancia y los acumulados de riqueza (Álvarez et al., 2020).

      Quizás la principal estrategia para posicionar el capital financiero como punta de lanza, la constituyó el impulso de la Nueva Arquitectura Financiera Internacional, NAFI, telaraña intangible que interviene la economía de todos los países y sustrae buena parte de la riqueza producida en los procesos productivos de la economía real y los acumula en beneficio del nuevo capital, el financiarizado, alcanzando exorbitantes tasas de ganancia, mediante la intermediación financiera en los mercados bursátiles (Álvarez et al., 2020).

      El resultado de toda esta actividad suprarregulacionista y concentradora de riqueza, ha sido múltiple y complejo.

      De una parte, se han producido diversas crisis, a saber: la de finales de los noventa, caracterizada por la contabilidad creativa de grandes corporaciones, lo que afectó a los mercados bursátiles, llevando a la quiebra a grandes compañías como World Com, Enron, Tyco, Global Crossing, Parmalat, entre otras, y que arrastró a la auditora Arthur Andersen; la de 2008-2009, denominada de las “hipotecas sub-prime”, que afectó notablemente la economía de EE. UU.; la crisis europea de la segunda década del s. XXI, que afectó las economías de España, Grecia, Islandia, Irlanda, Italia, la cual aún no se ha podido superar plenamente.

      De otra, ha estimulado la concentración de riqueza en los ámbitos financieros dominantes en el mundo, lo que ha traído como consecuencia el incremento de la pobreza en muchos países del llamado tercer mundo, lo que ha estimulado las migraciones, el racismo, la desprotección en salud, en educación, en vivienda, de multitudes.

      Ante el evidente cambio climático, global, exponencial y persistente, que para revertirlo habría que emplear varias décadas, si se diera una drástica transformación en las formas de vida, la dinámica de la humanidad consumista y depredadora de la naturaleza, fundamentalmente en los países del primer mundo, continúa impávida. Desde 1992, la ONU ha convocado a quince cumbres climáticas, sin resultado positivo. Se han aprobado regulaciones para exigir que las empresas ajusten sus actividades a estándares protectores del medio ambiente, como las normas GRI o las ISO, cuya vigencia cumple tres décadas, también con resultados inocuos.

      El control cada vez mayor del capital financiarizado en las grandes empresas productivas también ha influenciado su actuar en el plano transnacional, en la búsqueda de recursos y mercados explotables en los diferentes ramos de la economía, agrícola, industrial, minero y de servicios, lo que ha exacerbado los procesos de intervención en países susceptibles de ser aprovechados por sus riquezas naturales o socioculturales. Las grandes compañías transnacionales petroleras y mineras, las madereras, las hoteleras, las de comunicaciones,