Personalmente creo que el cielo consiste en tener la alegría de contemplar eternamente las miradas y sonrisas de Jesús y María.
Espero que se sepa entender algo de lo que intento decir al intentar describir lo indescriptible. Solo digo lo que veo, experimento y escucho. Solo digo que el cielo existe, que Dios existe y que es amor.
Esto es lo que me es dado a ver, oír y entender.
Con amor en Cristo,
Sebastián Blaksley, un alma enamorada
Buenos Aires, Argentina, enero de 2019
Nota aclaratoria
Tal como ha sido transmitido por la voz de la conciencia de Cristo, el mensaje central de la obra, es el siguiente:
«Ha llegado el tiempo de la relación directa con Dios, una relación sin intermediarios, tal como lo era en el origen del tiempo».
En la relación directa con Dios es donde se alcanza la plenitud del ser y, por ende, la plenitud del amor. Esto se debe a que es en Dios donde eres tal como él te creó para ser. Es en la relación directa entre el creado y su creador donde el ser se conoce a sí mismo en la verdad de lo que es. Conocerse a sí mismo, tal como Dios lo conoce, es un anhelo inherente del ser, porque ser y conocer son en verdad uno y lo mismo.
Dado que el amor es relación, puesto que es unión, el amor divino solo puede conocerse en la relación con lo divino, es decir, con Dios. Dicho llanamente, conocerse a uno mismo en la relación directa con Dios es conocer a Dios, fin último de todo ser. Conocer a Dios es tu meta y tu destino.
En la relación directa con Dios es donde descubres, por medio de la revelación, la verdad de lo que eres: el Cristo viviente que vive en ti. Vivir en armonía con este descubrimiento es lo que significa retornar al amor.
Preludio
Un mensaje de la voz de Cristo a través de un coro de ángeles, en presencia del arcángel Rafael y el arcángel Gabriel
Amado del cielo,
Cuanta alegría hay hoy en toda la creación. Es la alegría que todos compartimos al unirnos contigo.
¡Oh, humanidad! Si tan solo os pudierais dar una idea de cuan benditos son estos diálogos de amor divino, y con cuanto amor os amamos los que vivimos en la luz del Cristo viviente, lloraríais de felicidad.
Soy el arcángel Rafael. He venido por designio divino a servir. Os doy las gracias a todos, incluyéndote a ti, escriba del cielo, por permitirme colaborar en vuestras vidas.
He venido ante tu presencia para dar forma, en unión y relación, a este cuarto libro de esta obra milagrosa. Por medio de ella, la sabiduría se extiende al mundo entero. Y nos unimos en espíritu y verdad con todo lo que es santo, bello, perfecto.
Antes de comenzar con las diversas sesiones que formarán parte de este libro, quisiera recordaros que vosotros sois dignos hijos de Dios. Vuestra dignidad es tal, que en vuestro lenguaje humano no se ha podido concebir una palabra que permita definir la grandeza de vuestro ser.
Sois los hijos bien amados de Dios. Sois la humanidad redimida, expresión perfecta de la misericordia divina. Lo que un día fue, ya no es, porque nunca ha sido. Ahora, lo nuevo se hace realidad en vuestro ser. Sois la nueva humanidad renacida en Cristo.
¡Amigo mío! Recuerda que estoy más cerca tuyo que tu propio aliento. Siempre estaré a tu lado, porque tú y yo somos uno. En nuestra igualdad reside la verdad de lo que somos. No soy superior a ti, ni a nadie.
En el reino del amor no existe tal cosa como los conceptos de superioridad o inferioridad. Ninguna idea de separación forma parte de la verdad. Lo que soy, forma parte de ti, tal como tú formas parte de mí, y todos formamos parte del Cristo de Dios. Somos la creación extendiéndose. Somos la unidad del ser.
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El todo en todo
Un mensaje de la voz de Cristo a través de un coro de ángeles, en presencia del arcángel Rafael y el arcángel Gabriel
I. Preludio
¡Luz del mundo!
Ven, extiende tu mano y toma la mía. Recorramos juntos esta parte del camino. Unidos, nos sumergiremos cada vez más profundamente en el océano de sabiduría inabarcable que es la verdad.
La realidad encierra dentro de sí el misterio de Dios. Nada de lo que ven tus ojos, o perciben tus sentidos corporales, es como parece ser. La realidad es la creación divina. Es esta una realidad que abarca, dentro y en sí, toda la gloria, el esplendor y la santidad que Dios es. Toda ella está en lo que eres.
Quisiera llevarte a ti y a aquellos que aman la verdad, de regreso al estado en que un día viviste dentro de la unidad del ser que es Dios. Es en ese estado en el que la paz de Cristo y tú son uno. Es en ese estado, o lugar dentro de la mente de Cristo, en donde eres uno con Dios y con todo lo creado.
Te estoy pidiendo que te unas más a mí, en el propósito santo de retornar al vientre de la Madre divina. Dios es Madre.
Hasta ahora, Dios mismo, en su sabiduría infinita, quiso mostrarse al mundo como Padre, además de como el amor que es. Pero desde ahora, quiere mostrarse como Madre, además de sabiduría. Lo “femenino” de Dios saldrá a la luz. En efecto, ya está manifestándose de modo evidente.
Hermano amado, lo que estoy tratado de decirte es que, así como la mente de Dios creó al Dios-padre por medio de Jesús de Nazareth, hoy quiere crear por tu intermedio al Dios en la dimensión de Madre divina. María será tu ejemplo y perfecta compañía en este propósito, porque es la encarnación de la maternidad de Dios.
María es toda mujer, toda Cristo. María es la mujer-Dios, tal como Jesús es el hombre-Dios. Si bien en cada uno de ellos reside la totalidad, es importante que consideres que, en este punto del camino, el todo de todo, para ti, habita en la unión de ambos.
II. Dualidad
Dada la dualidad que existe en el mundo en el que lo masculino ha ensombrecido muchas veces a lo femenino, hoy comenzaremos el camino de igualar ambas polaridades para poder trascenderlas. Dicho llanamente, este viaje interior, que por medio de esta obra recorremos, es la última fase del camino hacia la restauración en tu memoria espiritual y física, de la unicidad del ser que eres y que todo es.
Traer a tu memoria el estado de unidad es lo que hará que vivas en forma definitiva en ella, sin necesidad de entrar y salir cada tanto.
La unidad, que es lo que en verdad eres, ha sido vista como algo externo a ti, o como un estado que debías alcanzar. No has llegado aún a permanecer en ella todos los días de tu vida conscientemente, a pesar de que la unidad del ser que eres es la verdad acerca de ti.
De permanecer conscientemente dentro de la luz radiante de la verdad, es decir, en el corazón de Dios, es de lo que estamos hablando. Para ello es que esta obra ha sido concebida en el seno de la Madre divina, en el corazón inmaculado de María, en las entrañas mismas del amor. Para hacer que eso sea posible, debemos trascender los opuestos.
Un aspecto importante para poder trascender la dualidad es no seguir asociando a Dios solamente con lo masculino, del mismo modo que tampoco debe ser asociado únicamente con lo espiritual o informe. Cuando Jesús creó al Dios-padre, lo hizo siendo plenamente consciente de que la humanidad solo podía entender y aceptar a un Dios masculino que estuviera asociado a la autoridad, al mismo tiempo que diera espacio a la filiación y al amor.
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