¿Hubo socialismo en la URSS?. Jaime Canales Garrido. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Jaime Canales Garrido
Издательство: Bookwire
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Жанр произведения: Изобразительное искусство, фотография
Год издания: 0
isbn: 9789874039224
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batalla de la guerra civil desencadenada por las potencias imperialistas, iniciaron las actividades de zapa, ocupando un lugar central en ellas la guerra de desinformación, cuya primera campaña alcanzó su apogeo el año 1933, cuando los nazis incendiaron el Reichstag, inculpando de ello a los comunistas.

      Ese hecho representó una nueva forma de los métodos propagandísticos de la anticomunista Alemania nazi dirigidos contra su enemigo por excelencia: la URSS, método que más tarde los Estados Unidos heredarían del derrotado Estado alemán fascista, sumándose a la larga lista de la demencial “herencia” nazi-fascista de la que el “democrático” Estado ha hecho uso y abuso a partir de 1945.

      Se puede aseverar perentoriamente que el meollo de la información sobre la época en que Stalin dirigió a la URSS, propalado a partir del año 1956 -que dio inicio a un prolongado período de anticomunismo a nivel mundial- no se corresponde con la realidad.

      La aseveración formulada tiene su fundamento en la información suministrada por los archivos desclasificados del Kremlin y la publicación del silenciado, oficialmente, durante más de treinta años, “Informe Secreto” de Jruschov al XX Congreso del PCUS. Dicha información permitió establecer que todo lo dicho entonces y después por Jruschov había sido forjado con recurso a interpretaciones arbitrarias y al deliberado escamoteo de hechos reales, donde su decisión de ocultar su participación directa en las represiones no jugó un papel de segundo o tercer orden.

      Además, es precisamente en ese informe que se dio inicio a la preparación de cierta suerte de “artillería pesada” a objeto de desplegar un ataque frontal a lo más esencial del marxismo. Por medio de la más grosera calumnia -como ahora se sabe-, Jruschov y el grupúsculo revisionista que lo apoyó, de modo de justificar la revisión de postulados fundamentales de Marx y Lenin sobre la dictadura del proletariado y la lucha de clases, comenzó la campaña de infamias dirigida contra Stalin. Todo lo iniciado por Jruschov entonces encontraría su plasmación en los congresos subsecuentes del PCUS.

      Claro está que los mismos órganos de información que, en 1956, difundieron extensamente el mentado “Informe Secreto”, al conocerse la para ellos indeseable verdad histórica, mantuvieron -como era de esperar- un consecuente y explicable silencio.

      Al conocer el autor, a finales de los años 80, las revelaciones hechas por los medios de comunicación “aún soviéticos” y de algunas publicaciones de los historiadores rusos-soviéticos auténticos -no las de los propagandistas gorbachovianos o de los “académicos”, que proliferaron como setas durante el inmoral e ilegítimo gobierno de Yeltsin- y de algunos comunistas de los países occidentales, entre las cuales brilló por su ausencia la opinión crítica de comunistas y analistas latinoamericanos y de otros continentes, su asombro fue muy grande.

      Efectivamente, dichas revelaciones venían a confirmar ciertas hipótesis que él autor había venido conjeturando desde el año 1967, cuando llegó a la Unión Soviética por primera vez, permaneciendo allí durante doce años, lapso este que le permitió conocer a fondo el país. Porque, en aquel tiempo, al conversar con los ciudadanos soviéticos, nunca escuchó palabras de elogio o simpatía para con la persona de Jruschov: todas, sin excepción, eran acerbamente críticas e irreverentes, sobre todo de parte de gentes que habían vivido el período de la edificación del socialismo en la URSS. Las opiniones de los ciudadanos soviéticos de entonces sobre Stalin, por el contrario, expresaban manifiesto respeto y admiración.

      La posición de los dirigentes del PCUS en aquellos años, que manifestaba con elocuencia que, para la Unión Soviética de entonces, Stalin no había existido -pues ni siquiera era objeto de críticas oficiales-, para un observador atento, daban cuenta de que algo muy importante obligaba a la cúpula partidaria y gubernamental soviética a ignorarlo deliberadamente.

      Por todo lo que había precedido al XX Congreso del PCUS, y, sobre todo por los asombrosos resultados de la gestión de Stalin, que, dirigiendo al Partido y al pueblo soviético, había transformado a la Unión Soviética de un país muy atrasado y destruido -el menos desarrollado de los países prósperos de Europa- en una potencia industrial, altamente desarrollada -la segunda en términos económicos y militares a nivel mundial, que, además, había acabado con el enemigo más sanguinario de la humanidad, el nazismo-, de más en más, adquiría ribetes de veracidad la idea de que Jruschov -y los que callaron o lo apoyaron el año 1956-, irremisiblemente, habían mentido por razones desconocidas y, por consiguiente, entonces, inexplicables.

      Porque un país gobernado por un tirano con base en el terror nunca podría haber triunfado en una guerra tan cruenta y desigual, como la Gran Guerra Patria.

      Asimismo, una nación gobernada por un “sanguinario dictador” nunca podría haber llevado a cabo, en todas las esferas de la sociedad, lo que el pueblo soviético alcanzó antes de la guerra y después de ella.

      Un pueblo consciente y culto no llora la muerte de un tirano.

      De donde se sigue que -si se pretende actuar con justicia y equidad- es imprescindible analizar al hombre y sus actos sin hacer abstracción de su época, de las condiciones objetivas entonces imperantes y de la posición que ocupó en la sociedad, así como también los objetivos que persiguió y los que alcanzó.

      Lo que aconteció el año 1956 fue una de las más tristes y trágicas paradojas de la historia universal. Porque nadie fue capaz de vislumbrar que lo que, aparentemente, era verdad, en buen rigor, era la más horrenda falacia. Horrible, porque marcaba un hito histórico acaso sin precedentes, pero que sí sentaría precedente: de una plumada, se obligaba a todo un pueblo heroico y orgulloso de su pasado a renegar de su historia. Treinta años más tarde, Gorbachov y la cúpula de la burocracia partidaria -buenos conocedores del precedente- repetirían la puesta en escena jruschoviana y acabarían la tarea por esta iniciada.

      Otra incalificable paradoja derivada del “Informe Secreto” reside en el hecho de que las verdades jruschovianas, en Occidente, consiguieron encontrar cabida en el seno de la abrumadora mayoría de los partidos comunistas y de muchos partidos identificados con las izquierdas, que fueron incapaces de evaluar la veracidad de la información propalada y sus nefandas consecuencias para la salud e integridad del socialismo vivo, de las huestes marxistas nacionales y, sobre todo, del movimiento comunista internacional.

      Entretanto, en la Unión Soviética, al parecer, ninguno de los participantes del contubernio se detuvo a pensar que, si Occidente, exultante, celebraba la confabulación de Jruschov -y treinta años más tarde haría lo mismo en relación con Gorbachov-, ello se debía a que algo andaba mal y que todos estos supuestos comunistas habían ignorado una realidad por poco axiomática: “Si tu enemigo te aplaude, es porque estás haciendo las cosas muy mal”.

      Fueron publicados en Occidente innumerables trabajos de análisis sobre la Unión Soviética, de autoría de estudiosos -tanto de izquierda como de ultra izquierda- que afirman que lo que se estaba construyendo en la URSS no era socialismo, sino un modelo de sociedad que no tenía nada en común con lo postulado por Marx, Engels y Lenin, como si los fundadores del marxismo hubiesen elaborado cartabones o definido en pormenor cómo se debería edificar una sociedad socialista y las formas que debería revestir. ¡Nada más alejado de lo propugnado por Marx, Engels y Lenin sobre la primera fase de la sociedad comunista! ¡Nada más contrario a la dialéctica!

      Por otro lado, hubo y hay consideraciones acerca de la vida en la Unión Soviética que adolecen de serias insuficiencias debido, básicamente, a limitaciones de índole teórica e ideológica -sobre todo, de gentes identificadas con la socialdemocracia y el reformismo socialista surgido en los años 80- que lleva a los autores a tener una antojadiza interpretación del socialismo, que, en su mayoría abrumadora, podría ser calificada como un enfoque puramente “mercantilista”.

      Entretanto, creemos pertinente aquí acotar que no constituye objeto del presente trabajo analizar las obras de autores antisoviéticos, pues, ellas son, en esencia, parte constitutiva de la estereotipada propaganda anticomunista ya harto conocida.

      En la Rusia postsoviética, se ha escrito y se ha hablado mucho -y se continúa escribiendo y hablando- acerca de la destrucción de la URSS: millares y millares de libros, ensayos, artículos y opúsculos escritos; ponencias