Nunca digas tu nombre. Jackson Bellami. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Jackson Bellami
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788416366514
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Pocus

       Karate «sobrenatural» kid

       Damn Pretty Little Liars

       Touchback

       La comunidad del anillo

       R.I.P.D.

       La exdama y el vagabundo

       The one walking dead

       Regreso al futuro

       TEMPORADA 3

       Escuela de jóvenes asesinos

       Adivina quién viene a comer hoy

       Payton el cazagigantes

       Happy together

       Un mundo aparte

       El club de los idiotas no muertos

       Este muerto está muy vivo

       La feria de las vanidades

       Una noche para morirse

       Espera al ùltimo baile

       Daisy y el dragón

       Agradecimientos

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      La fiesta roja

      «¿Qué es ese zumbido? Me va a estallar la cabeza. ¡Maldita sea! Que pare ya. No puedo soportarlo».

      —¡Daisy! ¿Qué estás haciendo?

      «Parece más suave ahora. ¡Dios, mis ojos! Demasiada luz…».

      Me levanto de la cama y me veo obligado a sentarme de nuevo. Todo parece tambalearse bajo mis pies. Incluso las paredes de mi habitación se mueven, como si manara agua de ellas. ¿Qué diablos ocurre? Esa fiesta… Maldita sea. Por esta razón debí quedarme en casa. Yo y mis estúpidas promesas. ¿Y todo para qué? Podía haber escogido otro día para dejar a Jess o arreglar las cosas con Chris. El partido de hoy es demasiado importante para jugar con esta resaca.

      «Espera…».

      Yo no probé una gota de alcohol, solo bebí cola light y ponche de huevo. Además, esto no es una consecuencia del vodka. Nunca he despertado así después de una borrachera.

      Intento incorporarme apoyado en la mesita de noche. Logro ponerme en pie, que no es un gesto insignificante en mi estado. Tengo que alcanzar la ventana y hacer algo con esas cortinas o me quedaré ciego.

      Camino como un anciano, pero no como un anciano cualquiera. Parezco el señor Grimsly con su andador cuando sale en busca del periódico al jardín. Sorteo las zapatillas, que me hacen tropezar. Después la ropa. ¿Ropa?

      Miro hacia abajo para ver que estoy desnudo.

      «Joder. ¿Qué pasó anoche?».

      Espero no haber subido a mi habitación con Jessica…

      Espero no haber hecho nada con Jessica…

      Tengo que hablar con ella cuanto antes. Me juré decirle la verdad después de la maldita fiesta. No puedo estirar la farsa hasta el baile de graduación, quedan meses. Esta pantomima está durando demasiado. Merece a alguien que la quiera de verdad.

      Esta odisea personal me lleva hasta mi destino: la maldita ventana. Tiro de las cortinas y dejo la tortuosa luz del sol al otro lado del cristal. Mis ojos se recuperan a ritmo lento. Aprovecho para calzarme unos vaqueros y la sudadera de los Vikings. Daisy podría entrar en cualquier momento y no me gustaría que me viese desnudo y acabado. Por suerte, hoy es sábado. Siempre duerme un poco más los fines de semana. Igual que mamá. Mi padre debe de estar llegando a Pine Bend, como todos los sábados. Por muy mal que me sienta ahora, no me cambiaría por él. Odio el olor del combustible. No imagino pasar toda la mañana en una refinería gigantesca. Solo con pensarlo me dan ganas de vomitar.

      «Espera…».

      No es imaginación mía.

      Voy a vomitar.

      Apoyo las manos en las rodillas y me preparo para vaciar mi estómago sobre mis nuevas zapatillas Nike, pero no sale más que un sonido gutural que me hace toser como un enfermo decrépito.

      Algo me devuelve la verticalidad. Es música.

      Vuelvo a la ventana y me arriesgo a perder la vista al mirar por ella. Solo se trata de Caleb Reynolds, mi antiguo amigo. Baila como un imbécil por toda su habitación. Recuerdo cuando teníamos los vasos comunicadores de una casa a la otra. No hace tanto de aquello, pero todo es muy diferente ahora. Él es… dejémoslo en peculiar, y yo el mejor tailback del equipo. Mis piernas son puro fuego al correr. En este momento no, está claro.

      Salgo de mi desordenada habitación antes de que mi madre se levante y me obligue a recoger todo para poder desayunar. Tengo que hacer un gran esfuerzo para bajar por las escaleras. Me sujeto a la barandilla y…

      Un destello se mete en mi cabeza.

      «¡Joder!».

      Duele. Duele mucho.

      Me veo subiendo las escaleras a oscuras, reptando por cada peldaño. Siento el sudor empapándome la ropa. Tropiezo en el último escalón y consigo llegar a rastras a mi habitación.

      Destello.

      Abro los ojos para comprobar que sigo en las escaleras, aferrado a la barandilla.

      «¿Qué ha pasado? ¿Así volví a casa anoche?».

      Continúo el camino hacia la cocina, donde me sirvo un vaso de agua. Dos, mejor. Tres.

      Maldita sea, esta sed es insaciable. ¿Qué está ocurriendo?

      El vaso se me resbala de la mano y se estrella contra el suelo.

      Oigo que bajan por las escaleras.

      «Mierda, me va a caer una buena».

      Desde que trabaja en seguros del hogar, mi madre está obsesionada con los accidentes domésticos.

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