El último genio del siglo XX. Yuri Knórosov . Galina Ershova. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Galina Ershova
Издательство: Bookwire
Серия: Akadémica
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9786078683406
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de la planta que curaban el dolor de cabeza, los mareos e incluso la epilepsia y la demencia. Esto se podía comprobar muy rápido. Yuri comenzó a realizar sus planes: intentó curar a su hermana Galina, que a menudo sufría de dolores de cabeza, y a su madre. En casa aparecieron las ramas y bolas de muérdago para prevenir el dolor de cabeza y los mareos. Ahora a esto lo llamarían fitoterapia. De ello se desprende otra de las historias increíbles de las que está llena la vida de Knórosov. De repente Yuri descubrió que podía curar el dolor con tan solo «poner las manos». Sea como sea, el primer experimento de tal curación resultó ser exitoso. Pronto, a la casa de los Knórosov empezaron a llegar los vecinos y los amigos. Se han conservado varias narraciones acerca de que llegaban «pacientes» que sufrían de dolor de cabeza o dental, y el adolescente los sentaba entre los abetos, pasaba las manos por el lugar donde les dolía y les quitaba el dolor.

      Durante 1936, Yuri no fue a clases. Era el año de graduación en una escuela donde había que estudiar siete años. Todo el primer trimestre estuvo enfermo, e incluso no obtuvo una calificación aprobatoria. Sin embargo, la enfermedad no lo obstaculizó: el adolescente terminó el séptimo año de la Escuela Ferroviaria núm. 46 y se graduó en la primavera de 1937. Las calificaciones de su certificado causan una cierta curiosidad: tuvo «sobresaliente» en ruso, literatura rusa, ciencias naturales, alemán, constitución, álgebra y geometría. Tuvo «notable» en química, física, dibujo técnico e historia (según los trimestres la calificación de historia era entre «satisfactorio» y «notable»). Tuvo «satisfactorio» en lengua ucraniana, que era como su lengua natal, aunque la familia de Knórosov nunca se consideró como tal. Yura no tenía ninguna calificación en educación física. Esto se debía a su estado de salud.

      Es evidente que el haberlo librado por completo de las clases de educación física significaba que Yuri tenía serios problemas de salud. ¿Qué había pasado en el primer trimestre? Parece que la enfermedad estaba relacionada con problemas de tiroides, la cual fue operada. Desde aquel momento, en su cuello, por ambos lados, aparecieron delgadas cicatrices sobre las que nunca contó a nadie. Posteriormente, por sí sola surgió la leyenda acerca de una «herida». Pero la leyenda no tiene ningún fundamento.

      Es muy probable que precisamente la enfermedad de su querido hermanito menor hubiera determinado la orientación en las investigaciones de su hermana Galina: la endocrinología.

      Yuri debía continuar con los estudios. Se notaba que las calificaciones obtenidas no servían de mucho para seguir los estudios en el área de humanidades. Por puro milagro había logrado evitar el «satisfactorio» en historia. Pero a Yura no le interesaba la historia como tal. Él planeaba ser doctor. Por lo tanto, en el mismo 1937 Yuri ingresó a la facultad para obreros (rabfak) en el Instituto de Medicina de Járkov. En la Unión Soviética la «facultad para trabajadores» era una institución educativa de enseñanza media especializada, que correspondía a un colegio y permitía a la gente que ya estaba trabajando obtener su educación secundaria con los elementos de especialización profesional necesaria para poder seguir los estudios universitarios.

      Mientras tanto, la vida no se quedaba sin movimiento. En 1938, el padre de Yuri obtuvo el puesto de jefe de ingeniería en Yúzhnoye en el fideicomiso de los materiales de construcción del nkps (el Comisariado Popular de Vías de Comunicación de la URSS). Era un puesto administrativo alto, ya que el fideicomiso unía aproximadamente 30 empresas de los ferrocarriles de Yúzhnoye. Hay que decir que durante los años soviéticos Járkov, el antiguo gran centro industrial y la capital de Ucrania de 1919 a 1934, había crecido impetuosamente. En 1939 su población ya se acercaba a un millón. Járkov se había desarrollado sobre todo en la dirección sudoriental, donde todavía en vísperas de la Primera Guerra Mundial había surgido una gran región industrial. Económicamente, la ciudad se había convertido en el tercer centro industrial de la URSS, después de Moscú y Leningrado. Para finales de 1930, de Járkov venía casi la mitad de la producción de toda la industria de construcción de máquinas de Ucrania y la quinta parte de la Unión Soviética. El gran mérito en esto le pertenecía a Valentín Knórosov. Él poseía el talento de dirigente y no tenía miedo de las dificultades, desarrollaba con gusto su carrera y ocupó puestos cada vez más altos.

      Los hermanos mayores habían logrado terminar sus estudios universitarios, obtener sus asignaciones e irse de la casa paterna. Serguei pasaba todo el tiempo en expediciones constantes en el Lejano Oriente, ejerciendo como ingeniero-geodesista. Borís se encontraba en Moscú como profesor adjunto de la Academia de Artillería Felix Dzerzhinski.

      El padre también se mantenía todo el tiempo en misiones de trabajo. Por otra parte, se decía que él no iba a casa no solo debido a los viajes laborales. Los parientes sabían que el apuesto hombre siempre había tenido un inevitable éxito entre las mujeres.

      En Yúzhnoye se quedaban la madre, la hermana Galina y Yuri. La madre estaba más enfocada en los quehaceres, que no le gustaban para nada, pero los consideraba una necesidad. Inclusive había pasado a dormir a un pequeño sofá en la antesala. Ella creía que así era más cómodo controlar la casa. La vida en San Petersburgo se había quedado muy lejos, en el pasado casi olvidado, y ya ni siquiera parecía real. Poner fuego al horno, cuidar del agua y las gallinas, preparar la comida… Según los recuerdos de los nietos, durante toda su vida la abuela Alejandra detestó coser y cocinar. Ella soñaba con el descubrimiento de una pastilla que pudiera sustituir a la comida: tomar la pastilla y estar satisfecho, sin necesidad de cocinar y lavar los trastes todos los días. Probablemente ya en esos años ella ya había inventado su propio diseño de vestido, el cual era bastante sencillo: dos pedazos de tela cosidos a los lados, al estilo de los huipiles largos de los indígenas mayas. Usó tales «mantos» hasta la muerte. Al ver sus fotografías del periodo de Petersburgo esto es muy difícil de creer. Alejandra siempre fue una mujer creyente. Parece que la fe le había ayudado a sobrevivir a todas las tragedias y las desgracias. Ella cuidaba sus íconos, ante los cuales siempre, y hasta la fecha, dejó encendida una lamparilla. Probablemente así es como intentaba reprochar silenciosamente a Valentín, el que fuera un ateo declarado. Sin embargo a él le gustaba repetir que «la fe era solo para las mujeres».

      Además, en casa siempre había mascotas: perros y gatos sin raza. A lo largo de toda su vida, la familia de los Knórosov estuvo relacionada con las historias de los animales.

      Galina logró graduarse y se convirtió en microbióloga; se trataba de una especialidad nueva para aquel entonces, y en las instituciones de investigación del tema lamentablemente casi no pensaban en medidas de protección. Galina se intoxicaba constantemente en su laboratorio, casi como si probara los métodos consigo misma. Por eso siempre se sentía cansada y se enfermaba a menudo. Pero ella había servido de ejemplo para su hermano Leonid, quien también había ingresado a la facultad de medicina, siguiendo los pasos de su hermana. Probablemente no fue casualidad que él escogiera la especialidad de toxicología.

      Para Yuri, después de su madre, su hermana era la persona más querida en su vida. Él no podía observar tranquilamente su sufrimiento. Así que también decidió firmemente ser médico.

      Por fin, en mayo de 1939, Yuri terminó sus estudios en la facultad para trabajadores del Instituto de Medicina núm. 2 de Járkov. En el certificado, en todas las asignaturas tenía «sobresaliente» excepto en lengua ucraniana y literatura ucraniana, pero este idioma no era natal para los Knórosov, ni les interesaba mucho. Luego lo esperaba la Facultad de Medicina. Yuri estaba fascinado con la psiquiatría; en específico, quería estudiar los poderes de la hipnosis. Por su propia experiencia, entendía muy bien las depresiones: ni siquiera la operación lo había salvado por completo de la pesadilla relacionada con los problemas de la tiroides. ¿Y qué había ocurrido con su poder de curar «poniendo las manos»? Él había aprendido de su abuela armenia el efecto de la sugestión, y él mismo veía como la gente, sin ningún medicamento, se curaba de sus dolores. Es obvio que para este momento Yuri había leído desde tiempo atrás los trabajos del profesor Béjterev.