–No puedo negar que cada vez que huelo chocolate, pienso en ti.
–Es porque fue lo que nos unió.
–Exacto. Probablemente no me habría fijado en ti de no ser por la bolsa de besos de chocolate que siempre tenías en tu escritorio en el laboratorio –bromeó.
–Lo más inteligente que he hecho jamás. Conseguí un buen trofeo con esos chocolates. Encontrar datos que sustenten una correlación científica entre el consumo de chocolate y la conducta amorosa es lo menos que puedo hacer para pagarle a la comunidad científica que te trajera a mi vida.
–Lo mismo digo. Además, el aspecto de la investigación es…
–Delicioso –bajó la cabeza y la dio un beso leve en los labios.
–Mmm. En más de un sentido. ¿Sabes?, eres bastante romántico para ser científico.
–Y tú, cariño.
–Deberías verme cuando no llevo este mandil.
–Vivo para el momento.
Riendo, Ellie escapó de su abrazo. Miró hacia la puerta y su corazón se alegró al ver que un coche aparcaba delante de la tienda.
–Parece que vamos a tener a nuestro primer cliente –comentó.
Marcus le apretó el hombro.
–Excelente. Que empiecen los juegos.
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