Escorado Infinito. Horacio Vázquez Fariña. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Horacio Vázquez Fariña
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788418337086
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merced ¿Soñaba en alto? Pero el motivo no lo había entendido muy bien. Lo que sí había quedado patente era que necesitaba apoderarse o eliminar la máquina del tiempo...

      -Que se encuentra aquí.

      Bravo, eso mismo. Porque de lo contrario lo tenían crudo para volver. Lo que ocurría, era, algo… “muy gracioso”. O no, porque esa máquina maravillosa se hallaba fraccionada en varios componentes que habían sido convenientemente dispersados por “diversos lugares”. La cuestión era que, bueno: que era largo de contar.

      -Mañana veremos la grabación del interrogatorio y os daré detalles. A ver si sacamos algo. Puede que Coi haya introducido alguna astuta pista en su cabecita, no sé. Vamos, sí que lo sé. Es eso. Me precio de saber que ya daba por supuesto que lo íbamos a someter a interrogatorio con UMR. Es igualito que Dart, toma en cuenta -os lo aseguro- todas las variables posibles.

      Capitulo 7

      Lo más extraño de jugar al tot con tu “enemigo” -literalmente extraño enemigo- en circunstancias así, es que hay que tratar de vencerlo no solamente en el juego sino en la realidad. Vencerlo, no convencerlo. Coi sabía perfectamente que en eso no podía ganar. Dart era el mismo de siempre. El que siempre había conocido: espiritual e intransigente; inflexible en su filosofía de existencia maniático-depresiva ¿Iba a cambiar ahora, precisamente ahora? Dart no estaba loco, pero daba a veces la impresión que sus ideas conducían inexorablemente a la esquizofrenia. No había en él términos medios. Para muestra, el botón de aquel día en la Academia, en su primera vida terrestre, cuando llegó a censurar a un profesor que en esos momentos enseñaba muy seriamente a sus alumnos variados modos de matar lentamente. Eran militares científicos, pero también militares. La cosa iba de tratar de sacar información al enemigo. Y ahí chocaba con Dart. No merecía la pena el conocimiento de la verdad si no iba acompañado del honor. Y le parecía que poco había en los métodos que impartía el docente. El honor para Dart era el significado. Prefería su propia muerte al dolor ajeno que sus actos deshonrosos pudieran infligir en otros. El magister le preguntó que por qué no se dedicaba a otra cosa: “es usted militar”, y el le respondió: “ya lo hago: soy científico”. Continuó argumentando: “yo lo mataría a usted sin dolor, pero sobre todo rápidamente, y ya buscaría luego una solución inteligente a los problemas del mundo que para mi conciencia ese ya estaría resuelto”. Dart siempre aprovechaba el arma que le ofrecían las palabras para escupir a uno en la cara y que le devolvieran a cambio una sonrisa. Él no interesaba en la solución “sus” problemas, sino los de todo el mundo. Premonitorio. A pesar de todo, Dart era buen compañero, buen jugador de tot y sobre todo, un amigo. Cualquiera que lo conociese un poco sabía que no le iba a traicionar jamás. O por lo menos, si lo hacía, sería por su bien. Quizá no le haría mucho caso en la mayoría de las ocasiones, pero sus pecados no venían de la malicia sino de la soberbia. En resumidas cuentas, si te iba a matar, seguro que tenía sus buenos motivos.

      Si bien esto era cierto, no lo era menos que disfrutaba de una segunda versión de sí mismo: la de buscar las cosquillas al personal. Coi iba a poner a prueba su capacidad de sacar a uno de sus casillas. No había que precipitarse; poco a poco. Ahí iba la primera andanada como quien no quiere la cosa. Coi había sido el segundo de la promoción ¿Había aprovechado bien su posición para hacer lo que debería hacer? Coi no podía ver aún el alcance de la jugada. Buscó la respuesta más sencilla. La más sincera también: él lo estaba intentando. Ahora. Sí, creía en lo que hacía. “Sigues una línea equivocada” -añadió Coi-. Sus problemas morales, que los tenía, que sólo le afectasen a él. Muy bonito eso de querer decidir por los demás. Para empezar, su propia nave decidía por él. Cuando llegaba el enemigo, lo abatía, y lo convertía en un mero espectador. Se daba por hecho que era necesidad y supervivencia pero, ¿dónde se encontraba su libertad de elección? ¿No era lo mismo que hacía él? Turno para Dart. Se trataba simplemente de salvar a todos porque él era Nave y todos estaban bajo su “protección”. Sólo necesitaba un poco de fe. Coi se las veía venir, pero no era uno al que coger desprevenido. Había practicado mucho con él ¿Y quién le decía que no al sordo que daba tanto por hecho y suprimía de un plumazo las consideraciones ajenas a base de imponerlas? Estaba claro que no podía evitar que las cosas fueran como habían discurrido, pero ninguno de los dos era una máquina, y menos aún nadie tenía que estar programado para obedecerle sus propias locuras. Vaya, Dart tenía que replantearse el siguiente movimiento.

      -Nosotros, tú y yo, nos inmiscuimos en la vida de cientos de miles de millones de personas, para concederles luego la vida que nos conviniese, cierto. Ya sabes, una bonita travesía en naves de todo el pueblo riano, y luego vuelta a casita como si nada. Decidimos por ellos, pero sin sufrimiento, aunque eso sí... sin conocimiento. Y no les fue nada mal. Sobrevivieron. Ria reina en el Cosmos ¿Qué dices a eso? A propósito, me como tu peón.

      Un punto para Dart. Pleno en la diana ¿Cómo se podía contrarrestar ese dardo envenenado de “supervivencia”? Coi sabía que esa era la herida donde tenía que hurgar. Cualquier respuesta dejaba flecos al descubierto. Pero Dart aún seguía apuntalando su posición ofensiva ¿Creía que por haber abandonado el Comité podría purgar sus infinitos pecados? ¿Acaso consideraba que el mundo se iba de repente hacer bueno, muy bueno, buenísimo y él un santo liberado de toda su roñosa alma? ¿Cuánto había tardado en reconsiderar tu conducta? ¡Siglos! ¿Le venía con esas ahora? Pero claridad tenía para quien se la solicitaba. Simplemente deberían haberlo sabido mucho antes y actuado en consecuencia. El pasado había sido un error. Un absoluto error por parte de ambos.

      -Hemos sido unos asesinos. Ese proceso sin opciones no es una opción, es una imposición; una cárcel. Más vale reconocerlo tarde que nunca.

      Punto para Coi. Dart no se lo esperaba. Una respuesta espiritual. No cambiaba nada, pero era honrosa. La confesión del error era lo más convincente que se podía aportar. Muy bien, que se preparara: ¿se daba cuenta entonces a aquellas alturas? Coi no necesitaba tantas alturas. Siempre lo había sabido. Siempre. Otro punto para él ¿Cómo se puede desarbolar un tronco sin ramas?

      -Te como el peón que se ha comido al mío.

      Esa respuesta era muy Dartiana. Entonces, ¿qué era para él entonces la vida? Coi lo tenía muy claro: “es algo que te ocurre, te mueres, y se acabó”. Dart tenía otro punto de vista. El opuesto. Creía en otro mundo mejor que en el que vivían, imposible de comparar y en el que el significado sería el motor de sus existencias. Coi no se dejó impresionar y dejó bien patente su postura. Prefería el fin, sin punto seguido ¿Ah, sí? ¿Entonces qué sentido tenía lo que hacían en ese preciso presente, lo que habían hecho en sus pasados y lo que hiciesen en cualquier futuro? ¿Cómo?, ¡¡¿que ningún sentido?!! Eso era lo peor que podría haber escuchado Dart. La respuesta era la nada ¡La nada! ¿Cómo se podía abordar esa respuesta? ¿Hacía las cosas porque sí, se movía en el mundo sin motivos? “No, eso no” -le respondía-. Él no había dicho eso en ningún momento, sólo que el significado de la vida de una persona era, simplemente absurdo. Peor fue oír eso. Y aún tenía que soportar que el ser humano creaba su mundo desde la historia que iba arrastrando como un... un…, objeto, cosa…, ser…, más del Universo ¿Por qué cada uno no vivía su mundo sin inmiscuirse en el de los demás y ya estaba? Vivir y luego desaparecer. Cada persona era un Dios. Mu bien, cada vez peor ¿Pero qué había escuchado de ese descarado de los cojones? No hacía mucho hasta ahí hubiera podido tolerar una respuesta como esa, incluso de él, sin a continuación reventar el aire de un rugido. Qué extraño, sin embargo sonrió. Pero la sonrisa duró poco. Mutó de parecer en un segundo. Había hecho lo que había podido para soportar su propio carácter. Tan furibundo e importunado como un toro al envite, golpeó violentamente el tablero, y este salió volando por el aire. Hacía tiempo que no veía a un Dart tan descolocado mentalmente ¡Luego desaparecer y ya estaba! ¡Sin más! ¡El cero absoluto! ¡La nada eterna! Qué bien, Dart se enredaba en su propia red. Oportunidad. Coi aventó el fuego: lo que él quisiera, y si deseaba auto engañarse, mejor. Si es que no había mucho que rebuscar en el bosque de las palabras para encontrar la frase perfecta: ¿para qué quería la eternidad Dart? “La eternidad es tonta”. Dart agarró por los brazos a Coi con verdadera, sí, verdadera desesperación. Y Coi se quedó mirándolo fijamente a las pupilas,