Hacia la periferia. Fernando Calonge Reillo. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Fernando Calonge Reillo
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9786075475066
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momento: los encuentros colaborativos de los sujetos en un determinado espacio son tan duraderos como es el tiempo que permanece el proyecto en consideración, habiendo de guardarse la provisión de generar nuevos proyectos, en distintos lugares e involucrando a otros sujetos (Thrift, 2008: 46).

      Éste es el orden ideal que representa la modernidad tardía, el arreglo ideológico, social y espacial que se ha hecho hegemónico. Sobre sus contornos tienden a contrastarse el resto de retazos de espacios y subjetividades, pasados, presentes y futuros, promisorios de mundos alternativos. Al centrarme en un estudio de caso sobre cómo se constituyen las identidades móviles en un contexto periférico, lo que pretendo es cualificar este cuadro, mostrar cómo otros sujetos subordinados se hacen día a día entre las grietas de los sistemas normativos e infraestructurales de las altas movilidades. Para llegar a estos actores secundarios aún no explorados, es necesario, sin embargo, observar cómo quedan delineados hipotéticamente desde la literatura que estoy revisando.

      La mayor parte de los trabajos actuales, que intentan descubrir el nuevo orden de movilidades, centran su atención en los espacios más representativos y en los agentes que se pueden considerar como pioneros en su constitución. La asunción implícita es que desde estas nuevas posiciones espaciales y subjetivas es como se consigue articular un mundo futuro. Los otros espacios y las otras identidades periféricas para esta nueva configuración o son desatendidas o son examinadas desde el modelo ideológico y pragmático de la amplia movilidad. Una vez que se consigue establecer un modelo pragmático y se convierte en hegemónico, el resto de posiciones y aspiraciones a otros órdenes tienden a interpretarse de forma desaventajada desde la supremacía obtenida. Así sucede también con la forma de analizar las movilidades de las clases periféricas.

      Desde este modelo, lo primero que se advierte al observar a estos agentes extemporáneos y periféricos es una extrañeza contrastante. El modelo de sujetos ideal asume que si “en un mundo conexionista la movilidad —entendida como la capacidad de moverse autónomamente, no sólo en un sentido geográfico, sino también entre otros individuos, o en un espacio mental, entre ideas— es la cualidad esencial del gran hombre, los hombres cotidianos y pequeños se caracterizarían principalmente por su fijación y su inflexibilidad” (Boltanski y Chiapello, 2007: 361).

      La razón de esta inmovilidad habría que encontrarla en el espacio ocupado por los seres humanos cotidianos en ese mundo conexionista de amplia movilidad: un espacio de desconexión, de aislamiento y de marginación. Mientras que las élites móviles, al interior de los circuitos para la acumulación de los capitales, disfrutarían de una amplia movilidad, estos otros seres humanos pequeños, desvinculados de aquellos circuitos, estarían condenados a permanecer locales (Bauman, 2003: 17).

      El ubicarse en esta posición de exterioridad, respecto a los circuitos del poder, hay que entenderlo en una dimensión fundamentalmente física y espacial. Las metrópolis se constituyen como espacios para la segregación ya no de lugares, sino de movilidades. Los diferentes espacios, la ubicación de los recursos, el trazado de las infraestructuras, estarían delineando una serie de rutas muy móviles y conectadas globalmente entre los emplazamientos para la acumulación y el desarrollo de prometedoras empresas, y en sus márgenes una serie de espacios deslavazados, inconexos, fragmentados e incapaces de constituir sentido y direccionalidad alguna. Así, mientras que unos sujetos se harían, a través de esos corredores ininterrumpidos, de ascenso sociomaterial, para otros su aislamiento y sus movilidades dependientes depararían una experiencia repetitiva de desconexión y exclusión social (Edensor, 2011: 201). Desconectados de estos circuitos, los sujetos periféricos habrían de conformarse con ver pasar sobre ellos los trazados y las infraestructuras que componen este nuevo mundo de movilidades (Ohnmacht et al., 2009: 31).

      Las formas de vivir en esta desconexión son múltiples. Implican quedar fuera de los espacios y los circuitos del alto consumo, donde al presente se dirime buena parte de los anclajes de la ciudadanía, por fuera de los circuitos de una educación y una capacitación progresivamente privatizadas, de las redes de relaciones sociales que se escenifican en clubes, zonas residenciales o centros comerciales donde se distribuye el prestigio, y por supuesto, por fuera de las infraestructuras, de los recursos y de las competencias de movilidad que permiten un fácil e ininterrumpido desplazamiento a lo largo de todos esos lugares.

      Desde la perspectiva hegemónica, este vivir y hacerse en los espacios marginales y desconectados depararía en la práctica una situación de confinamiento. Los sujetos periféricos permanecen tan inmóviles como aquellos otros que, antaño, veíamos hacerse a través de la vinculación profunda a la textura de un lugar. Ahora bien, su permanencia no es elegida, no permite el establecimiento de estas apropiaciones propias de la constitución de los lugares. La inmovilidad dentro de un mundo ampliamente móvil ya no depara el establecimiento de identidades desde la ocupación de un lugar. En este mundo móvil, la inmovilidad es entendida, en su dimensión deshabilitadora, como confinamiento. Como indican Hiernaux y Lindón (2004: 84) en su análisis de la Ciudad de México, la periferia comporta un confinamiento en el momento en que ese sentido no deseado de la posición socioespacial segregada convierte la experiencia del espacio en un castigo o una condena que aparta al sujeto del mundo. En su análisis, el sujeto es obligado a permanecer en un espacio marginal, ya que no desea vagar de forma arbitraria por unos espacios abstractos y que impiden cualquier apropiación. Desde una lógica de análisis similar, estos seres humanos que permanecen confinados en espacios no elegidos ni deseados, son interpretados como esclavos, forzados a permanecer en un hogar que se les transformó en cárcel (Bauman, 2010: 158).

      De esta forma, la interpretación hegemónica de las amplias movilidades sólo puede concebir a aquellos sujetos y espacios que quedaron sedentes de una manera harto simplificadora que debe someterse a revisión. El espíritu que mueve este trabajo es rescatar la pluralidad y multiplicidad del hacerse humano en la movilidad, incluso para las posiciones subordinadas. Mi intención es intentar mirar a través de los resquicios de esa lógica hegemónica de las altas movilidades, para contemplar cómo los sujetos periféricos pueden vivir sus (in)movilidades por fuera de la condena al confinamiento.

      Como quiera que sea, el cuadro hegemónico es muy congruente y hasta sutil a la hora de describir los procesos de segregación social que ocasiona. Estos estudios sobre la conformación de la sociedad y las identidades móviles profundizan hasta describir la manera como se relacionan las altas movilidades de las élites y la inmovilización de los seres humanos cotidianos. Así, en un análisis de las ciudades globales, se resalta cómo la situación de las clases altas de empresarios y de profesionales depende de la existencia de una amplia variedad de sujetos apresados en puestos de trabajo descualificados (Sassen, 2000: 133). Más que hablar de dos mundos desconectados, el de las movilidades y el de las inmovilidades, algunos autores aconsejan estudiar las formas concretas como se engranan y se sostienen mutuamente (Kellerman, 2006: 16) en la conformación de un nuevo orden social.

      El trasfondo sobre el que brillarían y destacarían las élites globales serían todas esas otras figuras y otros espacios inmovilizados que están habilitando su amplia movilidad. Entre estas figuras ordinarias, inmovilizadas y confinadas, se presentan tipos como los trabajadores en servicios personales en los hoteles, restaurantes y centros de consumo de las élites; empleados en la construcción, mantenimiento y operación de las infraestructuras para la movilidad; trabajadores en servicios de alojamiento de datos, trabajadores domésticos, para el cuidado y la asistencia personal de las élites, y un largo etcétera. Sus espacios cotidianos de vida los constituyen esos márgenes que quedaron fuera de los circuitos de las amplias movilidades, esos repositorios donde el nuevo capitalismo pueda explotar una gran masa de mano de obra precaria, vulnerable y descualificada (Davis, 2006: 46). En definitiva, todas estas figuras habrían quedado inmovilizadas en el sostenimiento de los complejos sistemas de movilidad (Elliot y Urry, 2010: 70) que estarían disfrutando estos triunfadores del nuevo sistema social.

      Sin lugar a dudas, esta interpretación rescata la dimensión política de una estratificación social basada en las movilidades. Se alcanza a advertir ese punto de sometimiento, donde el aprisionamiento de unos sujetos estaría sirviendo para que otros gocen de una efectiva y amplia movilidad. Esta relación de subordinación la podemos encontrar formulada