El Catatumbo: Tensiones, territorio y prospectiva - Una apuesta desde la biopolítica. Luis Humberto Hernández Riveros. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Luis Humberto Hernández Riveros
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9789587942491
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esas formaciones sociales son conocidas como sociedades hidráulicas (Wittfogel, 1966) y están dispersas en el planeta: Europa, China, India, África, Mesoamérica y América andina. En ellas la vida está supeditada a los caprichos del poder despótico.

      Ese periodo premoderno de la humanidad es sintetizado en tabla 2.

Periodo premoderno: siglos V a. de C-siglo XV d. de C.
Patrón energético: leña, biomasa. Giro comunicacional: la escritura. Administración: patrimonialista despótica. Territorio: los imperios. Tecnología: hidráulica. artesanía y manufactura. La vida: supeditada al Estado despótico.

      Fuente: elaboración propia.

      Periodo moderno de la energía fósil y la imprenta

      A partir del siglo xv emerge el carácter moderno de la civilización, que tendrá como patrón energético fundamental la energía fósil —no renovable— en sus dos fuentes fundamentales: el carbón mineral4 y, posteriormente, en el siglo XIX, los hidrocarburos. A este patrón quedan atadas la ciencia y la tecnología5. Para su proceso productivo, este tipo de energía requiere de grandes capitales, que solo son posibles a través de la constitución de grandes corporaciones financieras e industriales de carácter monopólico, constituidas en gigantescas sociedades económicas, inicialmente privadas y posteriormente estatales. Estas corporaciones serán los actores económicos fundamentales de esta fase civilizatoria. De otra parte, en el siglo XVI, Johannes Gutenberg diseña la imprenta de tipos móviles. Su invento da origen a un nuevo giro comunicacional humano: al desplazar la escritura amanuense del anterior periodo premoderno, facilita la producción generalizada de libros y la difusión de las ideas.

      Ambas condiciones son fundamentales para el despliegue de las creencias y valores modernos fundamentados en el poder de la razón –que ningunea las emociones–, como la crítica y el individualismo; de la modernización que reviste el modo de producción capitalista con base en la producción e intercambio competitivo de mercancías a escala; y del poder financiero imperialista moderno (Harari, 2017). Bajo esas condiciones se instaura la segunda fase civilizatoria de la humanidad, denominada sociedad moderna.

      En términos sociopolíticos, en esta fase se van a manifestar dos formas organizativas político-administrativas: la liberal capitalista y la socialista estatista. Ambas ponen en el centro del ejercicio del poder al Estado nacional, a la democracia representativa –y su centralismo democrático–, a los partidos políticos y a los ordenamientos territoriales geopolíticos, en correspondencia –y símil– con la dinámica del mercado monopolista capitalista corporativo o estatista socialista.

      En el sistema representativo —al haber delegado el elector mediante el sufragio su voluntad política a quien lo representa— el centro de gravedad del poder reside inevitablemente en los representantes y en los partidos que los agrupan, y ya no en el pueblo. (De Benoist, 2016)

      La gestión administrativa liberal o socialista real de las diversas formas sociales modernas se corresponde con la llamada administración científica taylorista-fordista, sustentada en los principios de la eficiencia y la eficacia —desarrollados por las grandes empresas— y difundida como pauta hegemónica de conducta al resto de la gestión de los diversos subsistemas que componen el cuerpo social. Es un sistema de gestión vertical que jerarquiza de arriba hacia abajo, se enmarca en la producción de mercancías y su distribución, a través de la oferta y la demanda, la división del trabajo y la incesante acumulación de capital —su razón y destino final— y, de esa manera, conforma todo un sistema mundo, al decir de Wallerstein6.

      La cultura y su difusión están estrechamente relacionadas con la impresión a escala del lenguaje escrito que, al tiempo que hace masiva la opinión pública, promociona el individualismo, el éxito y la competencia como sus valores fundamentales. Es una cultura fragmentada y fragmentadora que separa el pensar del hacer, la institución educativa de la actividad práctica, el campo de la ciudad, la naturaleza de la sociedad, el Estado de la sociedad civil, etc. En fin, es una cultura de y para una sociedad esquizofrénica, que requiere para su tratamiento de la clínica psicoanalítica freudiana. En esta fase moderna la vida queda supeditada al poder del mercado como mercancía y a disposición y servicio de la defensa patriótica del Estado.

      Ese periodo lo podemos ver sintetizado en la tabla 3.

Periodo moderno: siglos XVI-XX
Patrón energético: fósil. Carbón y petróleo. Giro comunicacional: la imprenta. Administración científica: taylorista-fordista. Estado: democracia liberal representativa. Territorio: el país y la nación. La vida: supeditada al mercado y al Estado.

      Fuente: elaboración propia.

      Ad portas de una nueva fase civilizatoria

      En nuestro criterio, la situación energética de los años setenta del siglo xx inaugura el cierre de la fase moderna descrita e impele la constitución de una tercera fase en la historia de la humanidad, sustentada en las denominadas energías limpias y en la red comunicacional o internet. Ambas son comprendidas desde lo local y, a su vez, están interrelacionadas.

      Para algunos, estamos ante un nuevo tipo de sociedad, precisamente por las características originales que las redes adoptan. Las NICTS son el elemento fundamental de esta profunda transformación. […] Este paradigma entró en gestación desde los años cincuenta con el desarrollo de los circuitos integrados y, en los setenta con los microprocesadores, viendo una expansión progresiva hacia redes interactuantes más poderosas en una escala global. (Escobar, 1999, pp. 356-357)

      La inflexión que se manifiesta a partir del crack petrolero, acaecido entre 1973 y 1974, va a cuestionar tanto al modelo de Estado de bienestar keynesiano como al socialista real soviético, al poner de manifiesto una serie de síntomas propios de una encrucijada sistémica, por lo permanente y global: el lunes negro del 19 de octubre de 1987, los tequilazos mexicanos de 1994 y 2009, los ruidos del milagro asiático en 1997, junto a Japón, Rusia y el corralito argentino de 1999 que se repite en el 2002, la burbuja de las puntocom en el 2001, la recesión en el 2008 en Estados Unidos, la debacle griega asesorada por el FMI en el 2010, la recesión española entre el 2008-2010, y la más reciente y global del 2015-2016.

      Como tabla de salvación ante estas situaciones, renacen formas políticas trasnochadas, nacionalistas y chovinistas de la mano de regímenes autoritarios de índole corporativista, o emergen como novedosas formas híbridas, como la China capitalista económica y socialmente y comunista políticamente, en medio de un mundo que se mantiene en una situación de tensa incertidumbre. De esta forma es caracterizado un periodo de transición, en donde lo viejo se resiste ante lo nuevo que empieza a emerger.

      El cambio de rumbo hacia la eficiencia energética solo comenzó en serio tras la primera crisis del petróleo en 1974. El Club de Roma había advertido del círculo vicioso que estaba produciendo: explosión demográfica, incremento de la producción industrial, aumento de la demanda energética y contaminación excesiva. (Pauli, 2011, p. 181)

      En esa situación crucial se destaca la denominada incertidumbre ambiental, visibilizada en la década de los ochenta y estrechamente relacionada con la producción y consumo de las energías fósiles,

      […] resultado del uso de maquinarias pesadas, la depredación de los bosques, la minería tanto formal como informal, el mal uso de los suelos, la indolencia ante la desaparición de elementos abióticos y bióticos. También se evidencia mediante la sobrepoblación, tanto de personas como de especies, los animales