Los civilizionarios. Víctor M. Toledo. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Víctor M. Toledo
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9786077115915
Скачать книгу
a ofrecer una visión de la situación contemporánea, la crisis social y ambiental, y de toda una gama de opciones que desde la perspectiva del autor conforman los pilares de una transformación radical que es invisible y silenciosa, y que ya ha comenzado. Tras ofrecer elementos para contextualizar los tiempos actuales (capítulo 1), se ofrece al lector una explicación sucinta del nuevo campo de conocimiento de la ecología política y de su principal derivación teórica: la del cambio civilizatorio. Aquí debe aclararse que el término capitaloceno, recientemente formulado por Jason W. Moore (2017) y otros autores (véase también los ensayos reunidos por la revista Ecología Política), procede de la crítica al concepto de antropoceno, que en la última década adquirió una gran notoriedad en la discusión científica sobre la crisis del planeta. En su versión original, la idea de antropoceno se refiere a la aparición de una nueva era geológica (la civilización moderna e industrial) en la que la acción humana se ha constituido en una nueva fuerza capaz de alterar los procesos globales o planetarios (Crutzen y Stoermer, 2000).

      Los capítulos 3 a 5 exploran por igual tres ámbitos claves para la liberación: las luchas por los territorios, el reconocimiento de las comunalidades y la construcción del poder social o ciudadano. El capítulo 6 es una sección de conclusiones en torno a lo que es una “política por la vida”. Como ya es habitual, el autor está infinitamente agradecido con los soportes que han hecho posible esta nueva publicación: mi institución (UNAM), mi medio de difusión periodística (La Jornada), mis colegas y colaboradores, mi familia y la casa editorial, esta vez representada por Juan Pablos Editor.

      1. El capitaloceno es el contexto

      EL MUNDO EN UNA TABLITA

      Pasaron ya casi dos décadas desde que el ojo profético del sociólogo alemán Ulrich Beck llamara la atención acerca del deslizamiento del mundo, cada vez menos sutil, hacia lo que él definió como la sociedad de riesgo global. “Todos estarán de acuerdo —afirmó— en que en las décadas venideras nos enfrentaremos a profundas contradicciones y paradojas desconcertantes y en que experimentaremos esperanzas envueltas en desesperación” (Beck, 2002). El concepto de riesgo combina lo que en otros tiempos era mutuamente excluyente: el análisis integrado de la sociedad y la naturaleza, la conjunción de las ciencias naturales con las ciencias sociales, el discurso previsor con las amenazas concretas. La sociedad del riesgo global abre el discurso público y la ciencia social a los retos derivados de la crisis ecológica, que, como sabemos ahora, son globales, locales y personales al mismo tiempo.

      Evocando a Beck, cada año el World Economic Forum publica el Informe Global de Riesgos (Global Risks Report), que aparece antes de la reunión de las mayores potencias en Davos, Suiza. El informe de 2016, que ya ha sido publicado, aparece con la novedad de que por vez primera el cambio climático encabeza la lista. El informe, que recoge las opiniones de unos 750 expertos, dirigentes y académicos, es un reporte sombrío que registra por igual la crisis climática, la gigantesca migración de refugiados, el ascenso del Estado Islámico, el desempleo, la ciberpiratería, la fragilidad de la economía, el terremoto petrolero y la desaceleración de China y de otros países emergentes. El informe registra un incremento en todos los 29 indicadores que, agrupados en cinco categorías (ambientales, económicas, sociales, tecnológicas y geopolíticas), analizan cada año, y en sus interacciones. Curiosamente, en paralelo al informe también ha sido exhibida una nueva película nominada al Óscar sobre el crack de 2008 (La gran apuesta, de Adam McKay), que intenta explicarnos el derrumbe de Wall Street y su efecto dominó sobre bancos y otras instituciones financieras del mundo. Esta película, que fue antecedida por otras tan notables como El lobo de Wall Street, donde se unieron los talentos (y el capital) de Leonardo DiCaprio y Martin Scorsese, deja ver en su última escena la aparición en 2015 de indicadores similares a los de la pasada catástrofe financiera. A lo anterior deben sumarse las respectivas crisis económicas de países tan diferentes como China, Grecia o España, y los descomunales endeudamientos de los gobiernos, encabezados por el de Estados Unidos. Este último país representa, hoy por hoy, el ejemplo supremo de una economía sostenida con alfileres. La razón: Estados Unidos enfrenta una deuda de 60 mil billones de dólares, que representa 330% del PIB, es decir, ¡poco más de tres veces su producto económico anual! Casi la mitad de esta gigantesca deuda la concentran el gobierno federal y las familias estadounidenses, que deben pagar dividendos a toda una gama de organismos financieros nacionales y extranjeros, principalmente chinos (véase la serie de artículos de Rojas Nieto en La Jornada, septiembre de 2015). Por todo ello, se inicia el año con un evidente nerviosismo en las elites y cúpulas que dirigen el mundo. De lo que no se habla (o se hace muy poco y tangencialmente) es de las causas de este panorama preocupante y de las fuerzas que lo determinan o lo impulsan, y que a la vez representan la única manera de detenerlo y remontarlo. La razón es que las miradas preocupadas de las minorías se detienen a escudriñar los efectos o impactos, pero no se sumergen en las causas profundas o últimas. El mundo está en una tablita no por arte de magia, sino porque los mecanismos de explotación alcanzan cada año nuevos récords. Los indicadores de desigualdad social y de concentración, acumulación y centralización de riqueza aumentan a la par de los fenómenos de depredación ecológica y de deterioro ambiental. Las máximas ganancias reportadas en 2015 por agencias como Bloomberg o Forbes oscilan entre cinco mil millones y 29 mil millones de euros en corporaciones como Amazon, Inditex, Facebook, Dalian Wanda, Alphabet y Mars. Ya el economista francés Thomas Piketty dejó claro en su libro El capital en el siglo XXI, a partir de datos estadísticos duros, cómo la desigualdad social en el mundo se ha incrementado durante el siglo anterior. Pero los ciudadanos del mundo además han registrado y visibilizado la existencia de una suerte de olimpiada de la corrupción, en la que buscan participar los principales actores de la economía, las finanzas, la diplomacia y la política del mundo contemporáneo. ¿Buscarán la celebridad y la fama por la corrupción? Ahí están desde grandes magnates, dirigentes del deporte mundial (FIFA y COI), el rey de España y varias cabezas de los mayores bancos, hasta corporaciones tan comunes como Volkswagen y financieras como Goldman Sachs y decenas de dirigentes políticos, diplomáticos y de organismos internacionales. Y todo ello sin entrar a los tejidos subterráneos entre las mafias mundiales y las empresas, los bancos y los gobiernos.

      Ante este panorama, las fuerzas de la cordura y de la dignidad se mantienen y multiplican más allá de intereses individuales o grupales, ideologías y creencias, controles y poderes, acicateados por los principales indicadores de la realidad. La conciencia de especie, la inteligencia global, el espíritu de colmena siguen ganando adeptos a pesar de todo. El año 2016, como los años por venir, serán cada vez más dramáticos y necesitarán de contrapesos basados en la información, el conocimiento, la equidad, el compromiso y la verdad. Si de algo podemos estar seguros es de que el futuro siempre llega. Y puede llegar como una fuerza desquiciada, un vendaval incontrolable, un alud indetenible e impredecible o como un evento sobre el que podemos ejercer un cierto dominio. El futuro será lo que hoy todos nosotros hagamos por él, y eso se logra mediante la audaz combinación entre conciencia y acción.

      ¿Quiénes son los causantes del calentamiento del planeta y sus secuelas climáticas? ¿Acaso somos toda la humanidad? ¿Está la responsabilidad distribuida equitativamente o por el contrario recae sobre sectores específicos? Durante las negociaciones internacionales para detener y remontar el cambio climático se llegó, mediante métodos diversos, a establecer cuotas de responsabilidad por países basadas en la cantidad de contaminantes arrojados a la atmósfera. Hoy, nuevos estudios han afinado la mirada logrando revelar con mayor precisión los principales contaminadores y haciendo visibles interesantes procesos de carácter histórico.

      Un informe preparado por Tim Gore para la organización Oxfam y distribuido en la pasada Cumbre de París sobre el cambio climático, la llamada COP21 (<www.oxfam.org/>),