Los recursos hacen alusión a aquellos insumos materiales o lógicos, que facilitan la fundamentación o la ejercitación del saber mediante su manipulación; son recursos didácticos el libro, la ficha nemotécnica, los videoclips, el póster temático, entre otros.
Una estrategia didáctica, por su parte, es una acción estructurada, dirigida, de carácter proyectivo, que anticipa, dirige y regula la mediación pedagógica del maestro facilitando, durante la enseñanza, la articulación entre una intencionalidad, los medios, los recursos educativos y las actividades que favorecen el proceso de aprendizaje de un estudiante y el alcance exitoso de lo propuesto y que bien puede ser: el dominio de una competencia, la internalización de un contenidosimbólico, el desempeño de una práctica disciplinar o la aprehensión de un valor, pero que en suma, promueven la formación del ser humano en pos de su desarrollo humano positivo (Merchán, 2001-2014).
En este sentido, la estrategia didáctica cumple una doble función, por un lado, organiza y articula acciones pedagógicas del maestro y por el otro, facilita las acciones de aprendizaje que el estudiante realiza para apropiarse de los principios, normas, técnicas, modelos y/o productos de un campo del saber disciplinar.
Las estrategias didácticas pueden ser algorítmicas o heurísticas. Las primeras son ordenadas, secuenciales y ampliamente demostradas en su eficiencia y eficacia para obtener el conocimiento deseado, por ejemplo el método científico; las segundas, las heurísticas, son de libre exploración y descubrimiento, aunque reguladas y controladas en sus procesos de búsqueda y retroalimentación con el objetivo de minimizar el error y reducir el esfuerzo en la construcción de conocimiento por ejemplo, los métodos de diseño. Las algorítmicas conducen generalmente a un fin convergente, mientras las segundas a uno divergente.
Las estrategias didácticas están centradas en la intencionalidad de aprendizaje y determinan el rol del estudiante y del maestro (Monereo, Castelló, Montserrat & Palma, 2001). Su carácter propositivo
y proyectivo determina, igualmente, su condición de posibilidad antes que de acto, al decir de Aristóteles. Es decir, el uso de la estrategia no es garantía sine qua non del logro de la intencionalidad, pues dependerá también de la acción dinámica, cognitiva y física, que realizará tanto
el docente como el estudiante durante la actividad (Merchán, 2008); de allí que regule y dosifique la mediación. La institucionalización y estandarización de una estrategia tiene por fin que un tipo de intencionalidades, disciplinarmente equivalentes o no, se cumplan en circunstancias iguales, análogas o similares (Suárez, 2002).
Para una selección adecuada de las estrategias es necesario considerar las siguientes variables:
1.) La intencionalidad: ¿es de alta o de baja complejidad?, ¿requiere de mucho o poco apoyo-intervención del maestro para asegurar el aprendizaje?, ¿está centrada en el alcance de una competencia, la internalización de un contenido simbólico, el dominio de una práctica disciplinar o la aprehensión de un valor; o en todo lo anterior?, ¿requiere o no de saberes previos para alcanzarla?
2.) El rol del docente y/o del estudiante: ¿la implicación en la selección de los contenidos es responsabilidad exclusiva del docente o la comparte con los estudiantes?, ¿la definición de los procesos de aprendizaje es responsabilidad exclusiva del docente o la comparte con los estudiantes?, ¿la realización de las tareas de aprendizaje es de completa responsabilidad de los estudiantes o exige la participación del docente?, ¿el trabajo será individual o grupal?, ¿el docente tendrá un rol directivo, de guía, de asesor, o de problematizador?
3.) Las características del grupo de estudiantes. ¿son muchos, pocos?
¿en qué estadio de desarrollo moral se encuentran?, ¿qué condiciones socioculturales poseen, con qué instrumentales cuentan?
4.) Los medios, recursos didácticos y materiales educativos disponibles en el aula o la institución.
5.) Las características del ambiente de aprendizaje en que se realizará la actividad, y
6.) Las actividades que favorecen el proceso de aprendizaje.
Según Barriga y Hernández (1998), citados por Velosa (2009), una estrategia didáctica se compone de tres momentos: el preinstruccional, el coinstruccional y el pos-instruccional. El primero determina el qué y cómo se va a aprender, junto con una ubicación en el contexto; el segundo apoya la vivencia y elaboración de los contenidos, el sostenimiento del interés, la motivación y la atención; mientras que, finalmente, el momento pos-instruccional orienta las acciones de síntesis integradora y crítica, y la reestructuración significativa del aprendizaje.
Finalmente, valga esbozar la diferencia entre estrategia de aprendizaje y estrategia didáctica. La primera es aquella acción que anticipa, dirige y regula la acción cognitiva y física del estudiante durante la realización o construcción de conocimiento, el uso de los medios, de los recursos y de las técnicas para vivenciar, elaborar e internalizar la intencionalidad pedagógica propuesta; es construida y está orientada preferentemente por el educando al punto que lo caracteriza como aprendiz.
La segunda en cambio, la estrategia didáctica, está dirigida al quehacer del docente en el aula, determina sus acciones mediadoras y puede ser o no construida por él, pero si es preferentemente empleada en su quehacer al punto de caracterizar su rol como docente. Las estrategias didácticas son usadas para instalar-generar formas de pensar (transferir estrategias de aprendizaje) en el estudiante.
Este texto se ocupa de las estrategias didácticas específicas para el desarrollo del pensamiento tecnológico.
BREVE ESBOZO DEL PENSAMIENTO TECNOLÓGICO
Entendemos por pensamiento tecnológico a la actividad mental de orden epistemológico (estructural), psicológica (funcional) y dinámica (histórico y contextual) que, por un lado, define una forma particular e intencional de ver, abordar, operar e intervenir la realidad (percibible e inteligible) en que el ser humano se desenvuelve, y por el otro, un modo creativo de adquirir, representar, aprender, articular y/o modificar los saberes y objetos de conocimiento que subyacen a esta realidad, con el fin de construir cuerpos estables de conocimiento tecnológico que le permitan solucionar problemas, satisfacer necesidades y/o resolver deseos que surgen de su relación técnico-instrumental con los contextos de actuación (natural, artificial, personal y epistémico) y que mejoran la calidad de vida social e individual al transformarla (Merchán, 2005b).
El pensamiento tecnológico se caracteriza porque (Mayer, 1986; Pozo, 1994; Pozo & Monereo, 1999; Merchán, 2005b):
Es una actividad funcional de la mente (siguiendo a Llinás (2002)); sináptico-bioquímico-eléctrica que acontece entre neuronas y redes de neuronas, y cuya dinámica compleja no es visible, ni medible directamente, pero susceptible de ser inferido mediante sus materializaciones semánticas externas como la conducta, el lenguaje o la actividad fáctica (Vygostky, 1984; 1988; Mayer, 1986).
Está delimitado por las dimensiones del ser: biológica, cognitiva, pragmática, social, deontológica y comunicativa.
Es individual, único e irrepetible (Llinás), es y está altamente determinado por el desarrollo biológico (condición epistemológica- estructurante) (Piaget J., 1994; Llinás, 2002), el ambiente (condición histórico-instrumental) (Vygotsky, Mind in Society: The Development of Higher Psychological