Violencias complejas: un acercamiento a cinco casos de maltrato hacia varones. Joel G. Ramírez Rodríguez. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Joel G. Ramírez Rodríguez
Издательство: Bookwire
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Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9786073025768
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genera cinco dimensiones que teorizan la condición femenina en rubros específicos:

      Capítulo IX. Las madresposas.

      Es referente a la maternidad y conyugalidad que figuran como la norma de las relaciones de la sociedad.

      En la feminidad destinada, las mujeres sólo existen maternalmente, y sólo pueden realizar su existencia maternal a partir de su especialización política como entes inferiorizados en la opresión, dependientes vitales y servidoras voluntarias de quienes realizan el dominio y dirigen la sociedad. (p. 365).

      Capítulo X. Las monjas.

      Relativo a las mujeres entregadas al dios de la iglesia católica, apostólica y romana, que determina una vida religiosa y servicial: “la consagración responde a esta norma: las monjas sellan su pacto al convertirse en esposas de una deidad masculina patriarcal. Las más diversas representaciones expresan su esencia genérica patriarcal: autoridad, fuerza, violencia y dominio” (p. 466).

      La teorización de la condición de las mujeres en el ámbito religioso ha sido fundamental para los análisis genéricos del feminismo; de la misma forma se ha evidenciado la violencia simbólica en las jerarquías clérigas, por lo que Castañeda (2012) señala que “las mujeres no forman parte de la estructura jerárquica católica ni del clero. Su posición, aun tratándose de religiosas, es secundaria y subsidiaria respecto de los hombres” (p. 52).

      Capítulo XI. Las putas.

      Referente a la negatividad y desvaloración de la cultura política patriarcal al erotismo de las mujeres, el cual representa “un concepto genérico que designa a las mujeres definidas por el erotismo, en una cultura que lo ha construido como tabú para ellas” (p. 559).

      Capítulo XII. Las presas.

      Relativo a las prisiones, que son instituciones punitivas entendidas como “un conjunto de límites materiales y subjetivos, de tabúes, prohibiciones y obligaciones impuestas en la subordinación. Por fundamento tiene el dominio y sirve a su reproducción” (p. 641).

      Capítulo XIII. Las locas.

      Refiere la autora que “la locura femenina definida como tal en la cultura patriarcal, es aquella que se suma a la renuncia y a la opresión política. Es el conjunto de dificultades para cumplir con las expectativas estereotipadas del género” (p. 702).

      La obra anteriormente citada requiere de una amplia revisión para desestructurar cada una de sus dimensiones analíticas; la sección que se ofrece rescata parte importante de su contenido.

      En este mismo enfoque, también se encuentran apuntes referentes al binarismo sexual y a las consecuencias sociales por transgredir el modelo de género. De acuerdo con Pávez (2012) esta transgresión, es decir, ir contra las pautas culturales, trae consigo sanciones y reacciones de control de tipo emocional. Marca la autora que la culpa es una emoción efectiva debido a los efectos de coerción hacia los comportamientos, asociada al miedo, al rechazo del grupo y a la vergüenza; de la misma forma, las culpas de uno y otro sexo están diferenciadas.

      “El hombre siente culpa y miedo si muestra fragilidad, si no es fuerte para afrontar decisiones de repercusión colectiva, es decir, si no es protagonista” (p. 327), en tanto, “la culpa de las mujeres emerge cuando ésta descuida las funciones reproductivas con fines de autorrealización personal y liderazgo social, es decir, si no es cuidadora” (p. 327).

      El impulso que toma esta dimensión crucial del género ha logrado una reformulación de políticas públicas, sociales y laborales, así como programas educativos en las cátedras académicas, permitiendo comprender las huellas de las diferentes culturas y sociedades, históricas y actuales, que han ameritado desigualdades sociales y prácticas de exclusión, discriminación y violencia contra las mujeres.

      Si regresamos a la revisión de la inercia y el sistema cultural que ha sacudido el discurso y el movimiento feminista, vale la pena destacar que ello ha traído como consecuencia una serie de acciones afirmativas, cambios legislativos y la creación de programas sociales y políticas públicas destinadas a reparar desigualdades y disminuir (e idealmente eliminar) la discriminación, buscando contribuir al reconocimiento de las mujeres como sujetos sociales. (Figueroa y Franzoni, 2014, p. 10).

      A partir de ello se han generado estrategias de intercambio de roles, tácticas de lenguaje incluyente, procesos de empoderamiento femenino, legislaciones en pro de los derechos de las mujeres, manuales de orientación y asesoría de sus derechos sexuales y reproductivos, estrategias de detección del acoso y abuso sexista, políticas de acción afirmativa en ámbitos laborales, reformas de paridad de género, programas sociales y financieros, protocolos de seguridad académica, convenios y campañas internacionales de derechos humanos, producción de literatura feminista, innovación y evolución de filmes infantiles y juveniles, concientización de los artefactos lúdicos, denuncias contra comerciales televisivos sexistas, entre muchas otras acciones más; incluso han surgido figuras del cine, música y modelaje que han hecho pública su afinidad con gran parte de estas medidas en conjunto con su finalidad política y social.

      Precisiones

      Marta Lamas, en el capítulo “Género: algunas precisiones conceptuales y teóricas” de su obra Feminismo, transmisiones y retransmisiones, advierte la complejidad que gira en torno al uso del término género desde varias disciplinas. Según la autora, parte de la confusión se debe a lo ya documentado por Hawkesworth (1997):

      Se usa género para analizar la organización social de las relaciones entre hombres y mujeres; para referirse a las diferencias humanas; para conceptualizar la semiótica del cuerpo, el sexo y la sexualidad; para explicar la distinta distribución de cargas y beneficios sociales entre mujeres y hombres; para aludir a las microtécnicas del poder; para explicar la identidad y las aspiraciones individuales de mujeres y hombres. (p. 93).

      Esto le permite cuestionar ciertos preceptos que se han ido complejizando a partir de ello, y cómo es que el concepto, de ser una categoría de análisis, es visto actualmente como un fetiche discursivo en una versión pedestre de lo relativo a las mujeres, argumento que ya había antecedido en la obra Cuerpo: diferencia sexual y género en el año 2002, donde señala que:

      Lo que en un momento dado sirvió para des-naturalizar las concepciones ideológicas sobre las mujeres y los hombres y, por ende, para desconstruir los mandatos culturales que proponen papeles estereotipados para cada sexo ha sido fetichizado en una versión pedestre de “lo relativo a las mujeres”. (Lamas, 2002, p. 13).

      Con ello reflexiona sobre el valor que ha adquirido dicha categoría de análisis, la cual, desde su postura, ha transitado hacia una fuerza causal con la que se intenta explicar todo, “la poderosa movilización crítica que despertó ha quedado frenada por una ‘explicación’ tautológicamente reiterativa: todo lo que ocurre entre mujeres y hombres es producto del género” (p. 13).

      Argumenta que:

      Aunque nadie duda a estas alturas de que el género, por definición, es una construcción cultural e histórica, es evidente que se ha vuelto un concepto problemático no sólo para comprender la complejidad a la que alude, sino también por el hecho generalizado y lamentable de su cosificación. (Lamas, 2006, p. 102).

      Asimismo, para fundamentar sus planteamientos recurre a una amplia revisión que muestran otras miradas respecto a la categoría género, que incluyen la revitalización de ciertos debates en torno a su conceptualización. Algunos de ellos son el peso de la sexuación (el papel de la biología) y el habitus, es decir, la subjetividad socializada y la contemplación de las tres dimensiones del cuerpo que deben analizarse: mente, carne e inconsciente (Lamas, 2002, p.16; 2006, p. 111).

      Señala que es difícil trazar un amplio recorrido de la reflexión académica feminista, por lo que se centra en algunas críticas y aportaciones desde la antropología para desarrollar su propuesta analítica, mismas que resultan útiles teóricamente para las demás ciencias sociales.

      Marca una distinción de aportes, recabados por antropólogas