Capítulo 2
LAS DIFERENTES
CARAS DEL AMOR
Una semana más tarde, me veo con Mario y Anna. Esta última está más sonriente de lo que me esperaba. Anna parece muy contenta de que su marido haya aceptado venir.
–Buenos días, Lise –me dice Mario–. Encantado de conocerte. Anna me contó lo de su visita y el proceso que ha decidido emprender; pero solo me ha contado por encima lo que ocurrió aquí. Admito que me ha picado la curiosidad. He visto en ella desde hace una semana una diferencia: está mucho más tranquila. He aceptado venir hoy, pero no sé si me interesa...
–Gracias por venir, Mario. Por lo que respecta al futuro, solo tú decidirás si el camino te conviene o no. Vayamos día a día, ¿de acuerdo?
Me da la impresión de que Mario está aquí solo para complacer a Anna y, después, por curiosidad. Está en guardia. Es una suerte que conozca ya mi trabajo, si no desconfiaría mucho más. Ya es una gran victoria para la pareja que hayan podido venir juntos a una reunión de este tipo. La mirada de Mario y el gesto afirmativo que hace con la cabeza me dan información: está feliz, porque no estoy intentando convencerlo de que siga el ejemplo de Anna; él decidirá por sí mismo. Continúo entonces.
–Cuando una pareja pasa por dificultades, es preferible que los dos estén presentes, así puedo escuchar la versión de cada uno. Esto permite dejar claros los hechos. ¿Estás de acuerdo, Mario, con que vuestra pareja y vuestra vida en familia necesita mejorar?
–Sí, debo admitir que Anna tiene razón. Pero no me explico cómo hemos llegado hasta aquí, se ha ido gestando solo sin darme cuenta. Nuestra vida se fue transformando de un modo tan sutil que no lo vi venir. Pero no creo que encuentre la situación tan complicada como Anna, ella siempre se ha mostrado más preocupada que yo –dice con una sonrisa encantadora y guiñándole un ojo a su mujer–. Me parece que es normal que, después de catorce años de vida en común, no estemos como al principio. Hay una gran diferencia entre la vida que yo llevaba con mi primera esposa y la que vivo con Anna. A Rita no podía soportarla y me las arreglaba para irme en cuanto podía de casa. Pero no estoy en contra de mejorar la situación, si es posible.
–Eso es genial. Estoy contenta de que estés de acuerdo con que hay margen de mejora; de otro modo sería muy difícil encontrar soluciones juntos. Voy a comenzar por revisar con vosotros el concepto de amor verdadero. Es el primer objetivo de esta visita. ¿Estáis de acuerdo?
Los dos me responden sí al mismo tiempo. Mario añade:
–Hace como cinco años seguí un taller de Escucha a tu Cuerpo, así que hacer memoria no me vendrá mal.
–La palabra amor es seguramente una de las más utilizadas en el mundo. Se usa de tantas maneras que es difícil conocer su verdadero significado. Por eso la mayoría de la gente confunde numerosas actitudes y comportamientos con el amor verdadero. Miremos juntos los comportamientos y la forma de vivir que más habitualmente se asocian con el amor.
»Comencemos por el CARIÑO. Suele creerse que alguien muy cariñoso está lleno de amor. ¿Cuántas personas muestran abiertamente cariño por sus familiares, pero están todo el tiempo autocriticándose y menospreciándose? Una persona cariñosa, para demostrar a los demás hasta qué punto le importan, puede utilizar estrategias como hacer un regalo, decir algún piropo, regalar flores, tocar efusivamente, tomar en brazos... Algunas señales de cariño pueden ser apreciadas por aquellos que las reciben, pero no quieren necesariamente decir que quien las da lo hace por amor verdadero. Si la persona que da esas señales de cariño tiene la más mínima expectativa, no es que esté regalando amor, sino que está a la espera de recibir del otro.
»Podemos colocar en esta categoría a la gente más expresiva. Muchos creen que ser expresivo es un signo de amor, cuando en realidad no tiene nada que ver con el amor verdadero; es simplemente un rasgo de carácter diferente. Una persona puede que jamás diga «te amo» a los demás y esté a pesar de eso llena de amor. Es simplemente incapaz de expresar lo que vive. Sin embargo, esta misma persona va a exteriorizar su amor de muchas otras maneras. Se trata solamente de saber reconocerlas. Veremos después qué es el amor verdadero.
»Se puede mostrar PIEDAD con el prójimo –con el discapacitado, por ejemplo–. Los testigos de esta piedad pueden creer que esa persona está dando testimonio de amor, que muestra una sensibilidad a los sufrimientos o a las desgracias del otro. En general, la piedad hace no solo sufrir a la persona que la manifiesta, sino también a la que la recibe. A menudo inconscientemente, aquel por el que se tiene piedad percibe que el otro se siente superior. Da la impresión de ser alguien que no puede salir solo adelante y que por lo tanto se siente inferior.
»Otra persona puede hacer un gran SACRIFICIO por alguien y creer que así está demostrando su amor. Puede que este sacrificio esté motivado por el amor verdadero, pero hay numerosas ocasiones en las que no ocurre eso. A muchos de los más abnegados los mueve el deber, la culpabilidad o el miedo. Se sacrifican por otra persona o por una causa importante –en su opinión–; pero el verbo sacrificarse significa ‘cumplir la voluntad de otro’. Por eso el sacrificio implica a menudo que la persona se olvide completamente de sus propias necesidades para cubrir las del otro. Tal comportamiento lo único que puede crear son muchas expectativas de reconocimiento, y si estas no son colmadas, las emociones y las frustraciones aparecen.
»También está el AMOR PASIONAL, que casi siempre se confunde con un gran amor. Se emplea frecuentemente la expresión loco de amor para ilustrarlo. Este fue el caso de vosotros, ¿verdad?, al principio de vuestra relación. La expresión lo dice por sí sola: la persona apasionada deja de tener la razón como referencia. El amor pasional solo se siente bien en presencia del ser amado. No puede aceptar que el otro sea feliz en su ausencia, sobre todo si ese otro muestra interés por hacer cosas solo, sin la compañía de su pareja. Vive solo por el momento en que el otro estará a su lado o, a falta de eso, por escuchar su voz. Idealiza al otro atribuyéndole solo cualidades que le convienen. No ve la realidad, es decir, sus fallos, sus defectos... Este tipo de amor ha destruido muchas parejas, ha generado muchos problemas en el trabajo y ha traído la ruina a muchas personas, porque la gente apasionada toma a menudo decisiones irreflexivas, solo por estar el mayor tiempo posible con el objeto de su pasión. Esto no es amor verdadero tampoco.
»No quiero decir que amor pasional y amor verdadero no vayan nunca de la mano; en realidad, es muy frecuente que una relación amorosa sea apasionada al principio. Lo que ocurre es que, poco a poco, esa pasión se detiene para dejar sitio al verdadero amor. La gente que cree que el amor pasional es el verdadero amor suele dejar a su pareja en el momento en el que la pasión se apaga para buscar otra pasión. Los que quieren vivir un amor verdadero van a darse cuenta intuitivamente de que en el momento en el que se acaba el amor pasional es cuando comienza el amor verdadero.
»Otra creencia errónea es que hacer el amor con alguien es una señal de amor verdadero. ¿Vosotros sois de esta opinión?
Mario tiene prisa por tomar la palabra:
–Todos sabemos que podemos hacer el amor sin estar enamorados.
–Me respondes como representante del sexo masculino, lógicamente –le digo sonriendo–. Es verdad que la mayoría de los hombres pueden hacer el amor sin estar enamorados. Te sorprendería saber el número de mujeres y de hombres que continúan pensando que el ACTO SEXUAL es una prueba de amor. ¡Cuántas niñas, por ejemplo, se enamoran locamente del chico que han escogido para hacer el amor por primera vez! Esta creencia se perpetúa en las mujeres adultas, quienes, tras su separación, se creen que están enamoradas del primero con