Lo que lo incomodaba era que las circunstancias habían conspirado contra él al obligarlo a regresar al hogar de su infancia. Él había logrado evitar acercarse allí durante años. Allí había demasiados recuerdos esperándolo para abalanzarse sobre él y había logrado evitarlos… hasta ese momento.
Clay reconocía su cobardía al no haber querido acudir solo a la fiesta.
–Menuda colección de amigos tiene tu familia –comentó su cita en voz baja.
Clay miró a Melanie Montez y sonrió. Ella no sabía lo agradecido que le estaba de que hubiera aceptado su repentina invitación a acompañarlo esa noche. Ella era una mujer hermosa y sexy sin proponérselo, así que esa noche, que se lo había propuesto, estaba despampanante. Desde luego, él llevaba demasiado tiempo sin estar con una mujer, pero Mel le haría cuestionarse el celibato a un santo… y él no era ningún santo.
Clay deseó estar tan entusiasmado como ella. Al menos, Mel sería una forma de lo más agradable de cerrar la noche.
Melanie y él se habían conocido dos años antes en Estambul. Él estaba de permiso de fin de semana y ella tenía un pequeño papel en una película que se rodaba allí. Se alojaban en el mismo hotel. Cuando descubrieron que los dos eran de Texas, entablaron conversación hasta construir entre ellos una amistad que él valoraba como un tesoro.
Como ninguno de los dos tenía mucho tiempo libre, les resultaba difícil verse. Así que, en cuanto él había recibido las órdenes de viajar a Texas, había localizado a Mel a través de su agente y había sentido un gran alivio cuando ella había accedido a acompañarlo.
La gente que sólo la conocía por su profesión nunca creería que Melanie podía tener un amor platónico con un hombre. Ella le había dejado muy claro a Clay desde el principio que no le interesaba una aventura fugaz. No tenía ninguna intención de convertir en pública su vida personal.
Él disfrutaba con su compañía, su inteligencia, su incisivo sentido del humor y su habilidad para reírse de sí misma mientras al mismo tiempo usaba su imagen sexy para construirse una carrera.
A él tampoco le interesaba una aventura y no tenía tiempo para poder mantener una relación estable. Sin embargo, le había propuesto a Mel reservar una habitación en el hotel durante el fin de semana y ella había aceptado, lo cual era buena señal.
Clay sentía que estaba preparado para dar un paso más en aquella relación e interpretaba que, si ella había aceptado su invitación, también estaba dispuesta.
–No me perdería esto por nada del mundo –comentó ella con los ojos brillantes.
–Me alegro de haberte tentado a venir –replicó él con una sonrisa.
Ella se giró hacia él y le acarició la mejilla.
–Tú eres toda la tentación que necesito, aunque no debería decírtelo o se te subirá a la cabeza.
Él le tomó la mano y se la besó lenta y seductoramente. Algo captó la atención de ella cuando apartó la mirada de los ojos de Clay.
–¿Aquél de allí no es Cole Callaway? –preguntó Melanie haciendo una seña hacia el hombre alto y canoso que daba la bienvenida a la fiesta.
A Clay le resultó muy divertido su asombro reverencial. Su tío siempre causaba ese efecto.
–Sí, señorita, lo es. El tío Cole es la cabeza del clan. Y la mujer que hay a su lado es su mujer, Allison.
–¿Ésa es Allison Álvarez, la famosa escultora? Parece muy joven para llevar tanto tiempo siendo famosa.
–Le encantará saber que piensas así –comentó él y la condujo a la fila de personas que esperaban el besamanos.
Melanie rió alegremente y varias personas de la fila se giraron hacia ellos.
–Ni se te ocurra ponerme en una situación incómoda diciéndoselo, Clay. ¡Me prometiste que te portarías bien!
Clay intentó poner cara de inocente aunque sabía que ella no se lo iba a creer.
–¿Eres consciente de que vas a conocer a mis padres esta noche? –le preguntó él en tono burlón–. Estoy seguro de que mi padre querrá saber cuáles son tus intenciones hacia mí.
Ella le guiñó uno de sus deslumbrantes ojos verdes.
–Entonces tendré que confesarle que son muy deshonrosas –respondió ella haciéndolo reír.
La pareja delante de ellos terminó de saludar y Clay se encontró de frente con Cole, que le sonrió.
–Me alegra ver que estas divirtiéndote, Clay –lo saludó Cole estrechándole la mano–. Y también me alegro de que hayas podido venir esta noche.
–Me parece que tú no dudabas de que fuera a venir, ¿verdad?
Cole sonrió.
–Tenemos que reunirnos un rato cuando acabe la fiesta… si puedes dedicarnos un momento –señaló su tío lanzando una mirada a Melanie.
–Por supuesto que sí, tío. Lo estoy deseando –contestó Clay y acercó a Melanie hacia sus tíos–. Os presento a Melanie Montez. Mel, éstos son mis tíos, Allison y Cole Callaway.
Allison sonrió y le estrechó la mano a Melanie.
–Me alegro mucho de conocerla. Creo que usted es de Texas, ¿no es así?
Melanie asintió.
–Sí, de un pueblecito del sur del que nadie ha oído hablar.
–Qué suerte contar con su presencia esta noche. Tengo entendido que va a estrenar una película dentro de pocas semanas –comentó Allison.
Clay observó maravillado cómo su tía lograba que otra persona más se abriera a ella. Allison nunca dejaba de sorprenderlo. Cole era afortunado de tenerla a su lado.
Clay abrazó a Mel por los hombros.
–Estoy hambriento. Busquemos una mesa y acabemos con el bufé.
Allison rió.
–Creo que tu madre espera que te sientes con ellos –le dijo señalándole una mesa en mitad de la sala.
–Fabuloso –comentó él y tomó a Mel de la mano–. Vayamos a la mesa, compañera. Espero que estés preparada para esto.
–Si no te conociera, diría que estás nervioso de volver a ver a tus padres –señaló ella entre risas mientras se dirigían al centro del salón.
–Nervioso exactamente, no. Es sólo que llevan años intentando que venga a casa y hasta ahora no lo he hecho. Normalmente quedo con ellos en algún otro lugar durante sus viajes.
–¿Así que los va a sorprender verte aquí esta noche?
Él rió pero sabía que sonaba forzado.
–Parece que yo soy el único sorprendido –dijo volviendo la vista hacia Cole–. A veces se me olvida lo poderosa que es esta familia.
Cody, el padre de Clay, se puso en pie cuando los vio acercarse a la mesa. Sonreía ampliamente.
–Me alegro de que hayas podido venir, hijo –le dijo dándole un gran abrazo–. No sé por qué, pero esperaba verte de uniforme.
–En el aeropuerto he aprovechado para afeitarme y ponerme el esmoquin. Te aseguro que no te hubiera gustado verme cuando me he bajado del avión hace un rato –le dijo y luego abrazó a su madre, Carina–. Es increíble, mamá, cada año pareces más joven.
Les presentó