Llegada a la zona. Se sentaron sobre el cemento en declive a la luz lozana del sol. La autopista abandonada se perdía en la neblina; entre las secciones crecían abetos plateados. Estremeciéndose en el aire frío, Talbot abarcó con la mirada ese paisaje de puentes y paisaje interiores comprimidos. El piloto descendió por la pendiente hasta un elevador herrumbroso rodeado de neumáticos y barriles de gasolina. Más allá del cobertizo de metal se inclinaba hacia un charco de barro. Talbot esperó a que la joven le hablara, pero ella se limitó a contemplarse las manos, apretando la boca. La tela blanca del vestido brillaba con una intensidad casi luminiscente contra el cemento grisáceo. ¿Cuánto tiempo llevaban sentados allí?[32]
Ballard diseña perfectamente esa sensación de extrañamiento a través del juego semántico del abandono que tan importante será para Curtis. En el tema de Joy Division «Disorder» escuchamos: «Asylums with doors open wide / where the people has paid to see inside / For entertainment they watch his body twist»[33]. Este inicio concuerda perfectamente con la novela ballardiana, donde los psiquiátricos abiertos son parte de la trama, incluso en algunos momentos su personaje central. «Disorder», en este sentido, nos presenta a un tipo de protagonista ballardiano, en el que espacio-mentalidad se funden y donde la desesperación y la locura son las únicas posibles respuestas. Así, escuchamos a Curtis decir:
I’ve been waiting for a guide to come and take me by the hand,
Could these sensations make me feel the pleasures of a normal man?
These sensations barely interest me for another day,
I’ve got the spirit, lose the feeling, take the shock away.
It’s getting faster, moving faster now, it’s getting out of hand,
On the tenth floor, down the back stairs, it’s a no man’s land,
Lights are flashing, cars are crashing, getting frequent now,
I’ve got the spirit, lose the feeling, let it out somehow[34].
Misma sensación ballardiana a la que alude en «Interzone»:
The cars screeched hear the sound on dust,
Heard a noise just a car outside,
Metallic blue turned red with rust,
Pulled in close by the building’s side,
In a group all forgotten youth,
Had to think, collect my senses now,
Are turned on to a knife edged view.
Find some places where my friends don’t know,
And I was looking for a friend of mine.
And I had no time to waste.
Yeah, looking for some friends of mine.
Down the dark streets, the houses looked the same[35].
La conexión, en efecto, entre la visión de Ballard del espacio y la construcción de la identidad de un héroe que señala que «no hay sitio donde parar, no hay sitio adonde ir» en Joy Division, genera una efectiva poética del extrañamiento que es seña de identidad de la banda de Manchester, tal como hemos tratado de señalar. Junto a novelas como The Atrocity Exhibition habría que señalar, incluso por encima de esta, la influencia del erotismo del accidente que aparece en Crash. En esta novela, la relación del sujeto con la máquina trasciende la mera corporalidad. Por ello Grant Gee, al hablar de Joy Division, recordaba:
Crash describe alejados paisajes urbanos donde las personas se sienten tan distantes e insensibles que comienzan a causar intencionalmente accidentes de tráfico con el fin de sentir algo. El efecto adormecedor de la sociedad mediática y consciente de los riesgos conduce a un sentimiento de despersonalización que sólo es superado por la destrucción. El libro de Ballard es un excelente ejemplo de cómo el sentimiento de misterio gótico aparece en sociedades modernas más tardías[36].
Bajo esta marca podría verse la atmósfera sonora de Joy Division, donde ese llamado misterio gótico delata, en realidad, una búsqueda imposible de sentido. En ese extrañamiento de la experiencia del tiempo y el espacio se sitúa la línea de conexión entre ambos universos artísticos.
CODA: LA HABITACIÓN
Sin embargo, no quisiera cerrar este texto –necesariamente incompleto– sin comentar un elemento que refuerza esta lectura del extrañamiento. Decía Freud en Lo siniestro (1919) que el sentimiento de extrañamiento más radical lo hallamos en el momento en el que algo familiar, cercano, nuestra habitación, por ejemplo, se torna ajeno, diferente, inquietante. Es el instante en que lo hogareño adquiere el rostro de la diferencia, o de la distancia, donde brota lo siniestro. Un repaso a las letras de Ian Curtis permite observar cómo la imagen del hogar remite constantemente al extrañamiento. Cuando lo cotidiano se transforma en espacio extraño toda sensación de seguridad se desvanece. En «Exercise One» escuchamos: «When you’re looking at life, / In a strange new room, / Maybe drowning soon […] / Time for one last ride, / Before the end of it all»[37]. La habitación, en las diferentes canciones de Joy Division, se muestra normalmente como un recurso destinado a señalar o identificar aquello que, debiendo ser protector (el hogar como espacio de control y seguridad), se muestra como inquietante o, mejor, perturbador. Lo familiar abandona su rostro amable y conciliador para dibujarse como lo realmente destructor. Decía Schelling que lo siniestro se define como aquello que, debiendo permanecer oculto, se ha desvelado. La habitación (y una buena parte del universo retórico a su alrededor) en las letras de Curtis suele desempeñar este papel siniestro. Un carácter siniestro, es cierto, que desborda la mera reducción patológica del psicoanálisis[38].
Es, pues, la habitación un recurso muy habitual en el discurso de Curtis. Con ello trata de referirse a un territorio que al mismo tiempo que se dibuja como lo más cercano, en tanto que espacio de natural seguridad, se puede llegar a mostrar como un espacio con un enorme poder a nivel opresor, como double-bind asfixiante sobre ese héroe esquizo del que hemos hablado y que tanto atraía a Ian Curtis. En este sentido podemos volver a citar «Day of the Lords», donde la habitación ejerce ese papel disruptor, de atracción y rechazo: «This is the room, the start of it all, / No portrait so fine, only sheets on the wall, / I’ve seen the nights, filled with bloodsport and pain, / And the bodies obtained, the bodies obtained. / Where will it end? Where will it end? / Where will it end? Where will it end?»[39].
Esta idea será recurrente. En «Shadowplay» escuchamos: «In a room with a window in the corner I found truth»[40]. Idea esta que se repite, con la misma sensación de asfixia y búsqueda, en «Interzone»: «Around a corner where a prophet lay / Saw the place where she’d a room to stay / A wire fence where the children played»[41]. La estrategia poética de Curtis, en efecto, implica, por un lado, la relación estrecha entre la situación de un espacio familiar que él mismo convierte, con su sola presencia, en inhabitable, como espacio fantasmagórico, y, por otro, la construcción de un sujeto/héroe que busca una salida a sabiendas de que esta sólo es posible a través de la muerte. Esta imagen extrañada es altamente recurrente como recurso poético. En «I Remember nothing»: «Me in my own world, the one that you knew / For way too long / We were strangers for way too long»[42]. Extrañeza que alcanza