Walter Sousa Escudero
El lado oscuro de la Econometría
Temas
A la memoria de mi padre, Eduardo Cesar Sosa, que me guía por el lado claro de la vida.
AGRADECIMIENTOS
Mi principal agradecimiento es para todos los miembros de Econometría Avanzada, que leyeron varias de estas notas cuando las fui posteando en el muro del grupo en Facebook, aportando comentarios críticos, disensos, referencias bibliográficas, o un simple “me gusta”. A unos pocos los conozco personalmente (a través de mis clases), mientras que a la gran mayoría, solo a través de las redes sociales.
Mariana Marchionni y Javier Alejo me acompañan desde hace añares en casi todas mis actividades docentes en distintos ámbitos, y el material de este libro fue profusamente discutido con ellos. Mariana y Javier me ordenan cuando desvarío, son conservadores cuando me dan ganas de tirar todo por la borda, y siempre encuentran una forma de expresar sus disensos en forma clara y creativa. Es un lujo trabajar con ellos. German Caruso leyó una versión preliminar y me aportó muy útiles sugerencias. María Edo, una vez más, contribuyó con su profesionalismo e inteligencia en la etapa final de la elaboración de este libro.
Jorge Scarfi, responsable de TEMAS, tuvo el coraje de entusiasmarse con este libro heterodoxo, y siempre ha aportado un canal de excelencia para la difusión de las ideas económicas en la Argentina. Agradezco a la Universidad de San Andrés por la confianza en mis proyectos editoriales y por su ayuda a través del Programa de Apoyo a la Investigación (PAI).
PALABRAS LIMINARES
A comienzos del 2013 creé un grupo en Facebook denominado “Econometría Avanzada” con el objetivo de mantenerme en contacto con los alumnos de mis cursos de posgrado, dictados habitualmente en las Universidades de San Andrés, Nacional de La Plata y de Illinois en Urbana-Champaign. Lo pensé como un foro de discusión para compartir material nuevo —de investigación y docencia —y para que mis alumnos se mantuviesen en contacto entre sí. Mis estimaciones más ambiciosas daban un total de unos 100-200 miembros, incluyendo a mis alumnos y también a algunos colegas cercanos. A fines de 2014, la cantidad de miembros de Econometría Avanzada ya excedía las 8000 personas, de todos los países de América Latina y varios de Europa, siendo el foro de Econometría más grande de habla hispana, y posiblemente uno de los más grandes del mundo.
El mote de “avanzada”, tomado del nombre de mis cursos de posgrado, perdió relevancia rápidamente, ya que el grupo incluye a practicantes y curiosos de la econometría, que van desde los recién iniciados que toman por primera vez un curso de esta disciplina, hasta investigadores reconocidos, en la frontera del conocimiento. El grupo es anárquico, prácticamente no existe ninguna instancia de moderación y los posts de los participantes incluyen preguntas de software, material nuevo, sugerencias bibliográficas, información sobre cursos y hasta alguna dosis de buen humor. El grupo es un auténtico ejemplo de cordialidad y civismo, del cual me siento muy orgulloso.
Pero no todo es color de rosa. Un pequeño costado negativo del grupo es la necesidad de algunos usuarios (ciertamente una ínfima minoría) de intercambiar software o libros ilegales, los pedidos desesperados de alumnos de que alguien les resuelva ejercicios que ellos deberían hacer por su cuenta o, simplemente, las preguntas banales cuya respuesta aparecería inmediatamente en una búsqueda básica en Google.
Las historias que aquí compilo fueron mi reacción a los usos espurios del grupo. Me pareció que, más que adoptar un rol pontificante o de regulador, era más honesto y creativo ofrecer una serie de reflexiones periódicas sobre temas mundanos en econometría y estadística, si es que existe tal cosa como la cotidianeidad en una disciplina técnica como esta. Tienen en común estas viñetas ofrecer una lectura innovadora sobre muchas cuestiones que cualquier practicante de la econometría enfrentó en alguna instancia básica de su formación o carrera. El estilo es a veces provocador, y busca, ojalá que en forma honesta, que los practicantes reflexionen sobre el uso de distintas herramientas econométricas y se vean incentivados a razonar más que a seguir modas pasajeras.
Hace poco escribí un libro llamado Qué es (y qué no es) la estadística (Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2014), una suerte de introducción coloquial al universo de las estadísticas cotidianas (meteorológicas, deportivas, financieras, médicas, políticas, etc.). El desafío era abordar una temática seria y áspera, pero usando un tono coloquial y motivador. Este libro es algo así como una secuela, motivada por el universo de la econometría, pero dirigida a cualquiera que se haya topado o no con estadísticas. Como en mi otro libro (que, claramente, no es un requisito para leer este), el tono es también informal, en el que a veces se desliza alguna grosería inevitable, que no intenta ser soez sino fiel al estilo cándido y apasionado con el que mantengo discusiones con mis colegas y colaboradores más cercanos. Sabrán disfrutarlas y disculpar.
Buenos Aires, enero de 2015.
CAPÍTULO 1:
LOS REYES MAGOS SON LOS PADRES
(CRITICAR LA ECONOMETRÍA)
“Si aprendés el método de momentos generalizado (GMM) sabés toda la econometría; todo es GMM”, me dijo un compañero de doctorado, allá por 1993, cuando iniciaba mi PhD en la Universidad de Illinois y la tecnología de GMM (por la que Lars Peter Hansen ganaría el Nobel en 2013) estaba de ultimísima moda, como Nirvana, Pearl Jam o Soundgarden. No muchos años antes, y de la mano de Hildegart Ahumada en el viejo Instituto Di Tella, donde hice mi posgrado, se me había abierto la puerta de los modelos dinámicos y las ideas de cointegración y raíces unitarias, que provocaron una auténtica revolución en la década del ochenta, y también llevaron al Nobel a Clive Granger y Robert Engle en 2003. Un poquito más adelante en el tiempo la aparición del revolucionario paper de Berry, Levenshon y Pakes parecía cambiar la forma de hacer economía estructural empírica. Simultáneamente, en los departamentos de Estadística los estudiantes doctorales estaban obsesionados con las ideas de Markov Chain Monte Carlo, y se decía que en Harvard los alumnos de PhD deambulaban obsesivos buscando experimentos naturales o instrumentos válidos, dando inicio a la ahora llamada (retrospectivamente) “revolución de credibilidad”, iniciada por el paper de Angrist y Krueger.
La econometría es una disciplina joven y cambiante, siempre hubo modas y siempre las habrá. No subirse a una moda por el solo hecho de que uno sabe de antemano que en algún momento pasará implica un enorme riesgo, porque en econometría, si bien toda moda pasa, es también cierto que toda moda algo deja. Quien no se baña diariamente con la excusa de “si total me voy a ensuciar de nuevo”, termina viviendo como un mugriento. Y esa es la tensión que enfrentamos los docentes y estudiantes de la econometría, ese balance entre subirse al carro de moda sabiendo que en algún momento va a descarrilar, y a la vez prestar atención al core de la disciplina, ese que resiste estoicamente el paso del tiempo.
En esta tensión entre lo nuevo y lo viejo mi honesta impresión es que el alumno medio (y quizás más enfáticamente el más avanzado) tiende a ser un poquito dogmático, abraza rápidamente las tecnologías de moda y rechaza cualquier otra cosa, en particular la moda anterior. Quiere “pertenecer al club” y distinguirse del resto. De ser los ochenta, sería el primero en comprarse un traje con hombreras con zapatos blancos y peinarse con gel como Don Johnson en Miami Vice.
Habiendo pasado ya casi treinta años con esta disciplina, hago mía la genial frase de Charly García, cuando decía que “mientras miro las nuevas olas, yo ya soy parte del mar”. La docencia universitaria implica muchas veces acompañar los instintos de los alumnos y también muchas otras ir en contra. Es un balance delicado, en ningún extremo es posible aprender nada: ni adoptando ciegamente cualquier juguete de moda ni teniendo una postura escéptica con respecto a todo.
Intentando mantener este balance es que, cuando mis alumnos me juegan la carta del dogmatismo, yo intento ponerme crítico e iconoclasta. El gran desafío de la econometría aplicada es hacer las cosas de la mejor manera posible, lo que implica primero diseñar un esquema en donde sea factible hablar