Otro ejemplo de estrecha colaboración entre las comunidades antropológicas de Estados Unidos y México fue la preparación del Handbook of Middle American Indians, en cuyos dieciséis tomos participaron treinta y seis investigadores mexicanos. En su consejo editorial figuraban Ignacio Bernal, destacado arqueólogo mexicano, y tres antropólogos con experiencia en Chiapas: Norman A. McQuown, Evon Z. Vogt y Manning Nash. A diferencia del volumen editado por Tax, cuyo marco de referencia era Mesoamérica en tanto área cultural, en el Handbook el referente era una concepción geopolítica, Middle America, un espacio que se extendía desde el río Bravo, la frontera de México con Estados Unidos, hasta Panamá, en Centroamérica (Wauchope, 1964-1976).
El proyecto Man-in-Nature
Tres distinguidos profesores del Departamento de Antropología de la Universidad de Chicago organizaron en 1956 un proyecto de investigación diseñado originalmente para realizarse en dos años en los Altos de Chiapas, México. Se trataba de Tax, con su vasta experiencia profesional en la antropología social, Robert M. Adams, arqueólogo especialista en Oriente Medio, y el geógrafo Philip Wagner. La propuesta general era estudiar las relaciones entre las comunidades mayenses y su entorno natural con una perspectiva histórica y contemporánea. Posteriormente se incorporaron al núcleo directivo Manning Nash, antropólogo social con experiencia en el área maya guatemalteca; Guiteras, que trabajaba en el proyecto sobre la visión del mundo al que la habían comisionado Redfield y Tax, desde 1952; el botánico Lawrence Kaplan y el lingüista McQuown, especializado en lenguas mayenses y quien, al poco tiempo de haber ingresado, se hizo cargo de la dirección del proyecto, luego de la renuncia de Tax.
Este proyecto establecía su área de investigación en la parte sur de la región tzeltal-tzotzil de los Altos de Chiapas, cuyo centro político y económico es la ciudad de San Cristóbal de Las Casas, antigua capital colonial. En la sección de antropología social participó un grupo considerable de alumnos graduados del Departamento de Antropología de Chicago, quienes formaban parte del Programa de Estudios Mayas; el trabajo de campo se organizó por equipos. Así, en Aguacatenango se instalaron los esposos Duane y Barbara Metzger, y Eva Verbitsky, una estudiante argentina que había estado en la ENAH antes de incorporarse al Departamento de Antropología de Chicago. Verbitsky había formado parte del grupo cultural “Miguel Othón de Mendizábal”, en el que participaban Guillermo Bonfil, Leonel Durán, Rodolfo Stavenhagen y Mercedes Olivera, entre otros.
En Venustiano Carranza, pequeño centro urbano con población tzotzil, estaban Michael Salovesh y Arthur Rubel, antropólogos sociales; John C. Hotchkiss y John Baroco trabajaban en varias comunidades del área. Hotchkiss estuvo más tiempo en Teopisca, una población de reciente llegada que había desplazado a la comunidad tzeltal original. Baroco se dedicó a investigaciones históricas que publicaría luego el INI (McQuown y Pitt-Rivers, 1970). Finalmente, el otro equipo radicado en Amatenango lo formaban Joan Ablon, June y Manning Nash, quien era el director general y le imprimió una orientación teórica funcionalista en la línea planteada por Eric Wolf para el estudio de las comunidades campesinas corporadas; Nash había publicado ya su estudio sobre Cantel, comunidad quiché que se enfrentaba a las consecuencias de una instalación industrial en sus cercanías. También había publicado un artículo en el que sintetizaba las propuestas de Wolf sobre las comunidades corporadas cerradas (Nash, 1958).
El grupo de lingüística estaba dirigido por McQuown, y allí estábamos Roberto Escalante y yo, Andrés Medina. Nuestra tarea era hacer un recorrido por las comunidades y los parajes ubicados en la frontera entre el tzeltal y el tzotzil. Como no era claro dónde se encontraba dicha frontera, a Roberto le correspondió recoger la información lingüística en la zona del valle de Teopisca, es decir, en Aguacatenango, Amatenango, Pinola y El Puerto, en tanto que a mí me tocó la montaña, para lo cual recorrí la ruta que va de Chilil, en el municipio de Huistán, a Chanal. Huistán era una comunidad tzotzil, pero en el territorio municipal había rancherías y parajes con hablantes de tzeltal a las que había que identificar. Escalante y yo utilizamos un cuestionario de 250 oraciones para obtener registros que anotábamos y grabábamos en un pesado aparato de casi diez kilos de peso. Roberto instaló su base en Pinola y yo en Chanal. Mi participación en esta primera parte del proyecto se redujo al verano de 1958 y a dos meses en 1959, cuando levanté un censo y obtuve vocabularios en Chanal exclusivamente.
El equipo de arqueología, también numeroso, tenía la misma estructura que el de antropología social y el de lingüística: un profesor con experiencia y un grupo de estudiantes graduados.
El proyecto Man-in-Nature tuvo el apoyo y la colaboración de varias instituciones mexicanas en las que desempeñaban papeles destacados investigadores que se formaron en la primera generación y con la experiencia en los proyectos conjuntos de Estados Unidos y México. El Instituto Nacional Indigenista ofreció el apoyo de su subdirector técnico, de la Fuente, y sobre todo de Villa Rojas, quien en esos años dirigía el Centro Coordinador Indigenista Tzeltal-Tzotzil con sede en San Cristóbal de Las Casas. Este centro coordinador era el modelo para los establecidos en otras regiones interculturales, además del lugar que se mostraba a visitantes distinguidos procedentes de otros países; tenía una zona de salones y zonas deportivas para los estudiantes indígenas que se formaban como promotores bilingües; también había campos agrícolas experimentales y dormitorios para los estudiantes. Para los visitantes se contaba con dormitorios sobrios y cómodos, además de viviendas para los principales funcionarios del centro coordinador; un restaurante, La Cabaña, atendía tanto a los funcionarios del centro como a los visitantes.
En esta primera parte del proyecto Roberto Escalante y yo nos instalamos en La Cabaña, como se conocía al centro coordinador en San Cristóbal, o a veces en la casa de Franz Blom y Gertrude Duby, Na Bolom, que también funcionaba como hospedaje para investigadores extranjeros.
La colaboración de la ENAH se estableció con el apoyo de Fernando Cámara, su secretario académico. Roberto Escalante y yo éramos alumnos de Mauricio Swadesh, quien tenía cercana amistad con McQuown y compartía sus planteamientos teóricos y metodológicos. Swadesh era profesor de la ENAH, así como investigador del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM. Como apunté, ambos habían participado en la Primera Asamblea de Filólogos y Lingüistas, en 1939, y presentado ponencias en algunas de las mesas redondas de la Sociedad Mexicana de Antropología.
En la misma época la ENAH tenía también varios equipos de estudiantes bajo la dirección de Cámara, haciendo investigaciones en los Altos de Chiapas; un equipo, que estaba compuesto por Aura Marina Arriola, guatemalteca; Rosendo Escalante, peruano, y Fernando Samayoa, mexicano, hacía un recorrido aplicando un cuestionario en varias comunidades; los encontré en Chanal en febrero de 1959. Otro equipo estaba integrado por Luis Reyes y Marcelo Díaz de Salas, quienes recorrían el norte de la región tzeltal-tzotzil buscando la presencia de hablantes de la lengua náhuatl; Manuel Zabala Cubillos, colombiano, estudiaba el sistema de cargos en Zinacantán, siguiendo las propuestas de Cámara.
La realización de la VIII Mesa Redonda de la Sociedad Mexicana de Antropología en San Cristóbal de Las Casas, en septiembre de 1959, fue una buena ocasión para que los investigadores del proyecto Man-in-Nature