Encontramos en San Atanasio aquello que escribe sobre San Antonio, lleno de admiración: “En el ascetismo de Antonio había una cosa grande, y es que, como ya he dicho, poseía el carisma del discernimiento de espíritus y diagnosticaba sus impulsos; no ignoraba el objetivo ni la tendencia de cada uno de ellos. Y no solamente no se convertía en juguete suyo, sino que enseñaba cómo rechazar sus ataques a aquellos a quienes acosaban, explicando las debilidades y engaños de los instigadores”.
Al oír algunos ruidos interiores tales como aquellos que sustentan el enojo bajo el nombre de celosía, rivalidad, reputación, fama, y otros… resultará más fácil acceder, a nivel consciente, y tomar la decisión de desdramatizar desde la humildad en presencia de Dios todo aquello que aún hoy nos mantiene enojados.
Los instigadores (que menciona San Antonio) pueden estar dentro o fuera de nosotros. Limitemos un poco a qué voces permitimos ingresar a nuestro ser.
Nos preguntamos, nos respondemos:
¿Se puede escuchar sin oír? (mundo exterior).
¿Podemos escucharnos sin oírnos? (mundo interior).
Subraya la respuesta posible con la que te identificas y al lado el nombre de la/s persona/as con las que relacionas los calificativos respecto de tu enojo:- ¿Son voces extrañas?- ¿Son voces perturbadoras?- ¿Son voces cizañeras?- ¿Son voces acusativas?- ¿Son voces peyorativas?- ¿Son voces calumniadoras?- ¿Son voces esclavizantes?- ¿Son voces litigiosas?- ¿Son voces demandantes?- ¿Son voces inculpatorias?- ¿Son voces emocionalmente desestabilizantes?- ¿Son voces maliciosas?- ¿Son voces codiciosas?- ¿Son voces abandónicas?
“Ustedes saldrán gozosamente
y serán conducidos en paz”.
Isaías 55, 12
3ª Predicación:
“Nuestros enojos: conflictos enigmáticos (3)
“El enojo y el inconsciente” (1)
“No te juntes con un hombre irascible
ni vayas con un hombre iracundo,
no sea que aprendas sus costumbres
y te pongas una trampa a ti mismo”.
Proverbios 22, 24-25
El mundo circundante contribuye notablemente a que uno sea lo que es. Así es que a través de los años se genera una trama historial en el escenario de la vida.
Los irascibles son los propensos al enojo continuo.
Los iracundos son aquellos que viven enojados, es decir, presionados por las tensiones inconscientes, en muchos casos, que tienen un alcance que en no pocas veces, desemboca en depresión.
A menudo, ocurre que mucha gente no puede desconectarse del sueño y pasan por momentos muy angustiosos. De ahí surge la necesidad de nuestra conversión integral capaz de ofrecer a Dios nuestro inconsciente. Surge una pregunta: ¿Por qué si tengo una clara distinción consciente entre el bien y el mal me permito hacer en sueños lo que no haría despierto?
Allí se asoma la necesidad de conversión de nuestro inconsciente. Lo mismo es aplicable en relación al “yo imaginario” y al “yo real”. Esto es: ¿Por qué permito imaginar lo que en la realidad no me permitiría?
Si nos lanzamos al camino de la santidad, del completamiento en Jesucristo, de conversión integral, no nos vamos a encontrar con esta dicotomía entre lo imaginario y lo real, sino que vamos a vivir una vida más unificada, transfigurada incluso. Quiero decir, aquello que frente a Dios lo reprimíamos ahora está liberado porque confiamos en Su Poder Sanador, liberador, encauzador de mociones, tensiones y presiones del psiquismo. Así las partes más inexploradas y profundas de nuestro aparato psíquico, en cuanto inconsciente, experimentará una conversión. ¡Y cuánto alivio otorga el Espíritu a los que se disponen a hacerlo! Claro que se requiere humildad, una actitud para los espirituales, para aquellos que no nos sentimos poderosos, sino que nos apoyamos en el Único Poder Absoluto que es nuestro Gran Dios y Salvador Cristo Jesús, como lo denomina sabiamente San Pablo en Rom 9, 5 y Tit 1, 4.
¿Cómo lograr la conversión del inconsciente?
Hay dos factores a tener en cuenta: 1) el Poder de Dios y 2) propiciar que alcancemos un adecuado nivel de salud mental. Este último se logra aprendiendo a simplificar la vida, lo cual conduce al Santo abandono en la Providencia de Dios y al “Sólo Dios basta” de Santa Teresa de Jesús.
No dudamos en afirmar que al inconsciente no accedemos por introspección directa sino a través de actos fallidos, de sueños, de ocurrencias, de test proyectivos. El inconsciente acumula represiones. Y no es atípico hasta entrar en un cierto nivel de desarrollo de nuestra espiritualidad (o sea, de comunión con Dios) toparnos con una escisión dentro del creyente. En este, como en tantos sentidos, la formación es entitativamente liberadora. Podemos oír, pero no escuchar… A medida que vamos perpetrando la formación se van produciendo cambios en nuestras vidas, ¿no es así? “Abre tu corazón a la instrucción y tus oídos a las palabras de la ciencia” (Prov 23, 12).
A pesar de que muchos hermanos expresan certeza de que sus pecados han sido perdonados mediante la obra expiatoria de Jesucristo, inconscientemente parecen tener un dios pagano que les obliga a pagar sus pecados a través de los sufrimientos. Este inconsciente pagano se expresa de tres maneras: 1) En los sueños; 2) en los pensamientos que invaden la mente cuando se sufre de insomnio tardío o despertar temprano; y 3) en una combinación de ambas manifestaciones.
En síntesis, se produce el sueño que hace sufrir, y, al no poder dormir, uno continúa rumiando el contenido del sueño y, en ocasiones, hasta se despierta bajo un estado de profunda depresión, causada por los pensamientos negativos que el sueño ha motivado. Esta forma de castigo se da con mayor intensidad en las personas que sufren trastornos depresivos.
Una manera de evaluar objetivamente, si se ha producido la sanación del inconsciente o estamos en miras a ello, es la comprobación de cambios en la temática de los sueños de la persona afectada, y en la disminución, o supresión de los períodos de insomnio a partir del contenido onírico. Los sueños son la realización de deseos inconscientes. Los sueños suelen ser como capítulos de una novela, la novela del neurótico.
En el mundo científico, se suele afirmar que todo lo inconsciente es adquirido, es decir, que no existe ninguna idea, trauma o inclinación en lo inconsciente que no haya estado antes en el sistema consciente. Sin embargo, la antropología bíblica afirma la existencia de la imagen de Dios en todo ser humano, algo tiene que ver con lo que el médico judío psiquiatra Viktor Frankl denomina inconsciente espiritual, además del inconsciente impulsivo, que sostiene Sigmund Freud (ampliaremos este tema en las próximas páginas.
Entiendo que hoy conviene descubrir que cuando la sobrecarga energética del deseo, sea cual fuere, se expresa como enojo, puede albergar diferentes calidades, más o menos destructivas. Esto dependerá, en parte, de las conclusiones que nuestra mente produzca en relación a la naturaleza del obstáculo. Entonces, si evaluamos que el obstáculo está actuando “a propósito” contra nosotros, es muy probable que nuestra frustración se convierta en enojo destructivo. Por lo tanto, trataremos de hacerle a ese obstáculo lo que imaginamos que él quiere hacernos a nosotros. Esa voluntad de destrucción recíproca es la esencia de la batalla.
Si llegamos a la conclusión que ese obstáculo no responde a ninguna voluntad específica de perjudicarnos, sino que, como la lluvia en el día que deseamos ir a la playa, es algo que ocurre pero que no se opone deliberadamente a nuestro deseo, entonces nuestra frustración se seguirá existiendo, pero es más difícil que evolucione hacia el tipo de enojo destructivo. Por ejemplo, si le pedimos dinero prestado a un amigo y él nos da una respuesta desfavorable,