Pero cuando volvía en sí lamentaba con toda el alma no ser un Águila para remontar montañas, y se sentía tristísima de ser una Mosca, y por eso volaba tanto, y estaba tan inquieta, y daba tantas vueltas, hasta que lentamente, por la noche, volvía a poner las sienes en la almohada.
«La mosca que soñaba que era un águila»
Augusto Monterroso
Otro ejemplo magnífico de la lucha contra uno mismo —y que además nos atañe de forma particular como escritores— lo tenemos en aquel relato de Cortázar en el que se habla de un enemigo eterno para todo escritor que se precie: el corrector interior, esa voz que critica todo lo que escribimos, que no nos deja crear en paz y que, sin embargo, es tan necesaria para perfilar y redondear nuestros textos. Haciendo una brillante pirueta narrativa, Julio Cortázar convierte a ese tirano interno, invisible, en un personaje antagonista al que llama con ironía «mi fiel secretaria»:
Mi fiel secretaria es de las que toman su función al-pie-de-la-letra, y ya se sabe que eso significa pasarse al otro lado, invadir territorios, meter los cinco dedos en el vaso de leche para sacar un pobre pelito.
Mi fiel secretaria se ocupa o querría ocuparse de todo en mi oficina. Nos pasamos el día librando una cordial batalla de jurisdicciones, un sonriente intercambio de minas y contraminas, de salidas y retiradas, de prisiones y rescates. Pero ella tiene tiempo para todo, no solo busca adueñarse de la oficina, sino que cumple escrupulosamente sus funciones. Las palabras, por ejemplo, no hay día que no las lustre, las cepille, las ponga en su justo estante, las prepare y acicale para sus obligaciones cotidianas. Si me viene a la boca un adjetivo imprescindible —porque todos ellos nacen fuera de la órbita de mi secretaria, y en cierto modo de mí mismo—, ya está ella lápiz en mano atrapándolo y matándolo sin darle tiempo a soldarse al resto de la frase y sobrevivir por descuido o costumbre.
Si la dejara, si en ese mismo instante la dejara [...]
«Trabajos de oficina»
Julio Cortázar
Si observamos estos relatos, podremos apreciar que, aunque el personaje luche contra la fatalidad o contra un antagonista (es decir, un agente externo), también existe en él una implicación interna con el conflicto; algo que ganar o que perder, algo interior, por pequeño que sea. El buen relato suele combinar las tensiones internas y las externas. Nos dice John Gardner que «las mejores historias suelen ser aquellas en las que las que la tensión dramática se establece frente al conflicto en el interior del personaje».
2.3. El cambio
Un cuento narra una transformación. Como hemos dicho, en la mayoría de los casos, si no hay cambio no hay relato. Recordemos que se entiende por cambio el que se adquiera una nueva percepción del personaje; que aquello que se afirmaba de él en el planteamiento del relato sea diferente de lo que se puede concluir al final.
Ese cambio habrá sido fruto de las decisiones que ha tomado el personaje frente al conflicto; y de las acciones que, como consecuencia de sus decisiones, ha realizado en la parte central del relato, el nudo y el cierre (como consecuencia de todo lo anterior).
En los cuentos clásicos se producía un cambio exterior en el personaje, de forma que el mendigo podía terminar siendo rey, el sapo podía convertirse en príncipe o el niño abandonado en el bosque era el héroe de la escena final, sin que nada en su fuero interno se hubiera modificado. En el relato moderno, en cambio, es más frecuente que se trate de una transformación interna del personaje.
2.4. Acción, éxito, fracaso, inhibición
Aunque hay excepciones, casi ningún pensamiento del personaje —ni el más dramático— nos será útil en el cuento si como consecuencia no da lugar a una acción, por pequeña que esta sea. Es importante que tengamos en cuenta lo siguiente: son las acciones (pequeñas o grandes) del protagonista frente al conflicto las que posibilitan su cambio.
Por supuesto que no es necesario que el personaje siempre triunfe frente al conflicto, desde luego que puede también fracasar, acobardarse, cometer errores o no lograr resolverlo, pero en todo caso deberá tomar una posición frente a él. Incluso algo tan antiheroico como la cobardía, la decisión final de inhibirse frente a esa fuerza, estará marcada por una acción o una decisión de no actuar, un quedarse quieto que tendrá el valor de una acción, y es esa acción la que dará paso al cambio de nuestro personaje respecto al comienzo de la historia.
2.5. El conflicto en el cuento
El cuento se ocupa de una historia pequeña narrada en detalle y no suelen caber en el género los grandes conflictos, que precisarían una mayor extensión para su correcto desarrollo. Lo habitual es que no se trabaje con el centro de estos grandes temas (la muerte, el amor, la familia), sino con pequeñas fuerzas que se hallan en la periferia, donde lo que es menos termina siendo más por su importancia para el protagonista. Lo que da valor a la anécdota es su significado para el personaje, su dimensión mayor, su sentido.
En su cuento «Un lugar limpio y bien iluminado», Hemingway nos muestra a un viejo alcohólico que acude todas las noches a un café a emborracharse. El protagonista es uno de los camareros que también siente el peso de la soledad. El viejo que bebe solo tiene significado para el camarero porque, de algún modo, se reconoce en él.
Era tarde y todos habían salido del café, con excepción de un anciano que estaba sentado a la sombra que hacían las hojas del árbol, iluminado por la luz eléctrica. De día la calle estaba polvorienta, pero por la noche el rocío asentaba el polvo y al viejo le gustaba sentarse allí, tarde, porque aunque era sordo y por la noche reinaba la quietud, él notaba la diferencia. Los dos camareros del café notaban que el anciano estaba un poco ebrio; aunque era un buen cliente sabían que si tomaba demasiado se iría sin pagar, de modo que lo vigilaban.
—La semana pasada trató de suicidarse —dijo uno de ellos.
—¿Por qué?
—Estaba desesperado.
—¿Por qué?
—Por nada.
—¿Cómo sabes que era por nada?
—Porque tiene muchísimo dinero.
Estaban sentados uno al lado del otro en una mesa próxima a la pared, cerca de la puerta del café, y miraban hacia la terraza donde las mesas estaban vacías, excepto la del viejo sentado a la sombra de las hojas, que el viento movía ligeramente.
«Un lugar limpio y bien iluminado»
Ernest Hemingway
Mediante la anécdota del viejo, Hemingway trata el tema de la soledad relatándonos un asunto periférico a ella, como puede ser ir solo a un café a emborracharse.
Un buen relato es como una cuidadosa lupa que toma nota del detalle o del pequeño gesto, de tal manera que en esas pequeñas anécdotas y detalles aparezcan reflejos y resonancias de asuntos más grandes.
3
Mucho más que cartón piedra.
El espacio
Alejandro Marcos
Para conocer a la gente hay que ir a su casa.
Johann Wolfgang von Goethe
Todas las historias ocurren en algún lugar concreto. Es un error de principiante dejar de lado por completo la ambientación para centrarse únicamente en la trama o en los personajes. Es cierto que en la mayoría de relatos suelen ser elementos nucleares, pero no se puede subestimar la importancia, incluso el protagonismo, que el espacio narrativo y el ambiente pueden tener para nuestro cuento.
Por supuesto, no toda obra literaria necesita trabajar el espacio de la misma forma, ni siquiera con la misma intensidad; pero