Amor sobre ruedas. Mara Oliver. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Mara Oliver
Издательство: Bookwire
Серия: HQÑ
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788413487021
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la oposición. No hay prisa, ya te he dicho que me encanta que estés aquí.

      Alba recuperó la sonrisa, dejó vagar la vista por el salón y con la esperanza en los labios le dio voz a su deseo:

      —Si me llamasen mañana para empezar a currar, aunque fuese en un pueblo a cien kilómetros de aquí, lo cogería sin pensarlo.

      —¿Sin pensarlo? Lo dudo, tú lo piensas todo demasiado —le recriminó Lidia, clavándole el dedo índice en el muslo repetidamente—, aunque ahora que te has quedado sin coche, igual tendrías que pensártelo un poco, sí.

      A Alba se le escapó todo el aire de los pulmones solo con recordar el accidente. Había salvado la vida por poco y su coche había quedado siniestro total, pudo vender por piezas la mitad que se salvó del choque y, al peso, la otra mitad.

      —Lo que estoy pensando es que no debería ir a la boda —se dijo, más para autoconvencerse que para informar a su hermana—, lo del coche es una señal. Y hay más señales: el tren está completo este fin de semana e ir en autobús supone hacer muchos cambios de línea, llegaría destrozada y me costaría un día y medio.

      —Acepta el viaje de Carropool y deja de buscar excusas para no ir —le regañó Lidia y esa vez fue ella quien le tiró palomitas a la cara.

      Alba abrió la boca intentando atraparlas, pero los únicos que acertaron fueron algunos granos de sal, que le entraron en los ojos. Fue al aseo a lavarse la cara y quitarse el escozor, entre maldiciones.

      —¿Ves? ¡Otra señal —gritó desde el baño—, casi me dejas tuerta y así no puedo ir a la boda!

      Era un piso muy pequeño y se oía todo. Se podía hablar de una punta a otra sin necesidad de elevar mucho la voz, que era la razón por la que Alba se iba de casa cada vez que su hermana subía con un ligue.

      Lidia le gritó de vuelta por pura desesperación:

      —¡Vas a subirte al carro de Don Kiwi y vas a ir a ese fiestón porque allí están tus amigos de toda la vida y estoy harta de oírte decir lo mucho que los echas de menos!

      —También son los amigos del Cerdosupremo —apuntilló Alba, con un hilo de voz, mientras regresaba. Se quedó de pie junto al sofá, recogió las palomitas que habían esparcido alrededor y se comió una con cada palabra que añadía—: ¿ADIVINAS-QUIÉN-MÁS-ESTARÁ-EN-LA-BODA? EL CERDOSUPREMO EN PERSONA, con toda su porcina personalidad.

      —Lo tienes superado, créeme. Ha pasado mucho tiempo.

      —¡A lo mejor necesito unos años más! —Alba señaló el bol y se explicó—: Es como con estas palomitas, que en el microondas todas han recibido el mismo calor, pero cada una ha estallado cuando le tocaba hacerlo y no antes.

      —¡Tú estallaste hace años, Alba! Le mandaste a la mierda y te fuiste a mil kilómetros de él, no sigas pensando en ese asqueroso porque lo que diga o haga no importa. ¡No tiene ningún control sobre tu vida, no se lo des! Deja de darle vueltas y avanza. —Lidia reanudó la reproducción en el televisor con el mando en una mano y con la otra apuntó a su hermana y fue tajante—: Es así de fácil. Le das al play, vas a la boda y te centras en la boda, no te pones a pensar en otras cosas. Lo disfrutas, te lo pasas genial y al Cerdosupremo ni le mires. Hazlo por ti, que te lo mereces.

      Alba se dejó caer a su lado en el sillón, cogió el móvil y abrió la app.

      —Está bien. Voy a decirle que sí al loco de los kiwis.

      Capítulo 4

      Interfaz de Carropool

      (Don Kiwi ha iniciado una conversación)

      Don Kiwi

      Me sobra una plaza si aún te interesa ir a Santejo el viernes.

      Son veinticinco euros y te dejo donde tú quieras.

      Te paso el enlace del viaje.

      (Don Kiwi ha enviado una propuesta de ruta)

      Srta. Albaricoque

      Me interesa. Gracias.

      Y puedo estar en la plaza del Ángel a las 9h, sin problema.

      Don Kiwi

      Si no estás muy lejos, podemos recogerte en tu casa.

      Ya puestos, me da lo mismo.

      ¿Llevas muchas maletas?

      Srta. Albaricoque

      Una pequeña de fin de semana, casi no abulta,

      pero llevo un violín en su funda y un vestido largo,

      que espero que no se arrugue mucho.

      Don Kiwi

      No te preocupes, hay espacio de sobra en el maletero

      y tendremos cuidado con tus cosas.

      ¿Tienes que dar un concierto o eres asesina a sueldo?

      ¿Llevas una pistola en la funda del violín?

      Srta. Albaricoque

      He visto en tu perfil que te gustan las sorpresas,

      no debería decirte lo que llevo en la funda del violín…

      pero es un violín. Siento desilusionarte.

      Y preferiría no tener sorpresas respecto al precio:

      ¿seguro que son solo veinticinco euros?

      Porque son más de mil kilómetros, es MUY barato.

      Don Kiwi

      Prefiero tener muchos viajeros a buen precio,

      así consigo más dinero.

      Es como en los problemas de matemáticas:

      en la primera parada se suben dos, en la segunda baja uno y suben tres…

      ¿Sabes cuánto sacó al final?

      Pues, saco muuucha pasta.

      Te sorprenderías de lo que voy a ganar con este viaje.

      Srta. Albaricoque

      Vale, entonces te envío la solicitud del prepago.

      (Srta. Albaricoque ha mandado una solicitud de prepago)

      (El conductor ha aceptado la solicitud de prepago)

      Don Kiwi

      Mándame también tu ubicación y miro a ver cómo te recojo.

      Srta. Albaricoque

      Muchas gracias.

      (Srta. Albaricoque ha mandado su ubicación)

      Don Kiwi

      De nada, Srta. Albaricoque.

      No es molestia. Nos vemos el viernes a las 9h.

      Srta. Albaricoque

      Hasta el viernes.

      Capítulo 5

      Un disfraz de diez

      Pepe Durán, cuñado y mánager de Óscar Navas, estaba corriendo sus cuatro kilómetros nocturnos cuando recibió una llamada.

      Llevaba el móvil en el bolsillo y contestó directamente sin mirar la pantalla, presionando el botón para descolgar en los auriculares inalámbricos.

      —¿Diga?

      —El pollo está en el horno —le contestó una voz ronca y oscura, desconocida.

      —¿Quién es? —preguntó Pepe, creyendo que había escuchado mal.

      —Repito: