Sueño de Medianoche. Valentina Villafaña. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Valentina Villafaña
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9789566039495
Скачать книгу
y no quiso seguir dándole vueltas al asunto. Se volteó para salir de la habitación, cuando de pronto se vio de bruces en el piso.

      —¿Qué demonios…?

      —¡Eres la mejor! —exclamó Eizenach sobre ella, técnicamente la había tacleado contra el suelo—. Lo siento, descontrol de fuerza.

      —¡Auch! Ok, ok, pero quítate de encima.

      —Lo siento, lo siento. Y, por cierto, tengo que saberlo, ¿alguna regla? ¿Norma o algo que tenga que saber que no estuviera en tus montones de libros?

      —Son ciertas normas que… ¿podrías primero quitarte de encima?

      —Claro, lo siento —dijo, incorporándose y permitiendo que Alexia lo hiciera también.

      Alexia reconocía en su mirada el mismo interés que hacía años había mostrado aquella noche en la que sus caminos se cruzaron.

      —Dentro de estas normas o reglas, la más importante en una ciudad es…

      —No revelar que se es un vampiro. Si eso ocurre, te arriesgas a que te maten otros, por traición. Eso lo recuerdo, dime algo nuevo, ¿sí? —Su tono era ahora más arrogante que lo usual.

      —Si no me escuchas, no te diré nada más.

      —Está bien.

      —Los territorios, las ciudades, mejor dicho, están divididas en regiones. En cada una domina un grupo de vampiros que tienen control sobre lo que ocurre en ellas, y dentro de las regiones están las zonas, que vendrían perteneciendo a los vampiros que tengan sus guaridas allí. Por lo tanto, si un extraño ingresa a tu zona, tienes derecho a matarlo sin que sea visto como traición; sin embargo, tampoco sería bueno matar a todos los que lo hicieran o llamarías la atención de los grupos jerárquicos, que no suelen pasar por alto matanzas de los suyos.

      —Entonces, en realidad no puedo matar a nadie… Bueno, de todos modos, no porque ahora sea un monstruo, como tú dices, tengo que portarme como uno —dijo mirando hacia arriba hasta casi poner los ojos en blanco para molestar a Alexia.

      —La creación de otros vampiros está prohibida sin la autorización previa de un príncipe o autoridad en la zona. Si no fuera así, las ciudades colapsarían.

      —¿Príncipe? ¿Qué príncipe?

      —¿Qué, acaso no escuchaste nada?... Como sea, el príncipe es un título que recibe un vampiro en la ciudad; por lo general, es alguien viejo o con gran experiencia. No es la gran cosa realmente.

      —Quiero ser príncipe.

      El juego había comenzado. Alexia sabía que aquel día no acabaría bien en ningún sentido.

      —¿Para qué? Serlo no significa nada; nadie siente real respeto por el príncipe, además, te acabas de convertir, no podrías matar al príncipe actual.

      —No lo quiero matar, quiero su puesto.

      —Pero para poder tenerlo, debes matarlo, declarar una guerra.

      —Entonces lo haré. Entrenaré o algo; ser príncipe suena genial y, además, dijiste que solo él puede hacer ciertas cosas… suena mejor que estar respetando reglas estúpidas.

      —Olvídate de eso, conseguirás que te maten.

      —¿Algo más que deba saber? Digo, de tus normas.

      —La responsabilidad sobre tu creación es una obligación, las idioteces que hagas recaerán sobre mí; soy tu creadora, lo que es equivalente a un padre y su hijo ante las autoridades.

      —¿Como si fueras mi madre? ¡Dios, no!

      —Mira, en términos simples, es como si fuese tu dueña.

      —Eso no suena tan aterrador como que seas mi madre.

      —De acuerdo, puedes verlo de ese modo… Ah, también es una regla que, al llegar a cualquier ciudad, te presentes con el vampiro príncipe y expongas tus motivos para estar en el lugar. A ninguno de nosotros nos gusta no saber lo que ocurre en nuestros dominios, y el príncipe es técnicamente el dueño de la ciudad. también ha habido algunas reinas, por así decirlo, pero se trata de vampiros déspotas, es en realidad un tema muy problemático.

      —¿A quién le importa? Al fin y al cabo, podrías matarlos a todos, ¿no es así?

      —Eizenach, las cosas no se solucionan así; se supone que nadie sabe de mi existencia y, quienes lo saben, lo mantienen en secreto por su propia seguridad.

      —Pero podrías matarlos y ya… eres aterradora cuando estás enfadada.

      —No puedo llegar y matar a otros vampiros, solo el príncipe puede autorizar que se maten a otros y, por lo general, son fanáticos de las reglas; exigen juicios y todas esas idioteces.

      —Más motivos para serlo, lo decidí: seré príncipe.

      —Siempre actuarás de ese modo, ¿no?

      —Ya deberías conocerme, de no ser así, no sería yo, ¡ja, ja, ja!

      La muchacha la miró sonriente; en el fondo, esa actitud le encantaba.

      —Ok, entonces sorpréndeme, ¿cómo se supone que lo harías?

      —Easy, girl, con tu ayuda.

      —¿Y si no te la doy?

      —Lo harás.

      —¡Ja, ja, ja! ¿Qué te hace creer eso? ¿Por qué estás tan segura de que lo haré?

      —Mmmh, simple, tú me qui-e-res.

      Alexia hizo un gesto burlón. No era que no la quisiese, pero la seguridad en la mirada de la chiquilla frente a ella, le había recordado por qué prefería ser una amargada sin corazón.

      —Finalmente se te cayó un perno, ¿no?

      —Entonces… ¿no me quieres? Me has mentido toda mi vida…

      —Eizenach, claro que te quiero, pero eso… bueno, no significa realmente nada… es decir…

      —¡Ja, ja, ja!, siempre te pones tan nerviosa, so cute.

      —Ve a quemarte al sol, mocosa.

      —Está bien —respondió Eizenach, sin dejar de reír.

      —Si te sigues burlando, olvida que te ayudaré.

      —¿Ves que lo harás?

      —Sí, sí, pero otro día.

      —¡Qué!, ¿cuándo?

      —Mmmh… dentro de un mes.

      —¿Por qué tanto? ¡No es justo!

      —¿Que no es justo? ¡Eizenach, ¿qué está pasando por tu cabeza?... no puedes llegar y matar al príncipe de una ciudad, no tiene sentido, ¡esperaremos un mes y punto!

      —Pero…

      —Además, tengo que enseñarte a usar tus habilidades, tus técnicas, tu fuerza y cómo funciona este mundo.

      —Pero…

      —Es solo un mes. Te prometo que, cuando pase, te ayudaré a matar al príncipe, y no solo eso, sino que tendrás el poder absoluto de la ciudad; serás un príncipe temido.

      —¡¿En serio?!

      —Sí, pero en un mes.

      —¡Hecho!

      III. Entrenando a una princesa

      Eizenach confiaba en Alexia, y ahora que estaban ligadas, tenía más motivos para hacerlo en sus palabras. Durante ese mes Alexia le ayudó a descubrir qué habilidades había traído su transformación; la sangre que corría ahora por sus venas era la propia, por lo que su creación no podría ser menos que perfecta en todo sentido, casi tan poderosa como ella misma. Eizenach siempre