Ética demostrada según el orden geométrico. Baruj Spinoza. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Baruj Spinoza
Издательство: Bookwire
Серия: Torre del Aire
Жанр произведения: Философия
Год издания: 0
isbn: 9788498799774
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a escribiros esta carta. / En lo que respecta al colegio mencionado, he aquí su modo de organización: cada uno (llegado su turno) lee en público y con detenimiento vuestras proposiciones, las explica tal y como él las concibe y seguidamente las demuestra según la sucesión y el orden que en vuestra obra tienen. Ahora bien, si ocurre que no pueda alguno de nosotros satisfacer las exigencias de comprensión de algún otro, juzgamos útil tomar nota de ello y hacéroslo saber por escrito para que nos esclarezcáis sobre el tema debatido y podamos, bajo vuestra guía, defender la verdad contra los que mantienen una actitud supersticiosa ante la religión y la doctrina de Cristo, y resistir así a los ataques de cualquiera» (Correspondencia completa, cit., p. 38).

      7.Cf. Ep 28 (G IV, 162-163).

      8.Cf. Ep 68 (G IV, 299).

      9.En julio de 1675 el mismo Oldenburg, siempre en carta, escribe haber entendido que la Ética ya estaba preparada quizás desde antes de ese verano. Cf. Ep 62, de Oldenburg a Spinoza (G IV, 299): «… en vuestra respuesta del 5 de julio pude entender que estaba en vuestro ánimo el hacer público aquel tratado vuestro en cinco partes…» (Correspondencia completa, cit., p. 160).

      10.La bibliografía sobre la sacudida intelectual que supuso en prácticamente toda Europa la publicación del tratado es muy amplia, pero se debe consultar el bellísimo libro de S. Nadler, A Book Forged in Hell. Spinoza’s Scandalous Treatise and the Birth of Secular Age, Princeton UP, Princeton/Oxford, 2011.

      11.Cf. Ep 68 (G IV, 299; Correspondencia completa, cit., p. 177). Más adelante trataré de esclarecer las razones que explican el uso del adjetivo con que Spinoza califica a los cartesianos soliviantados en 1675 por el rumor de la inminente publicación de la Ética. Véase la nota 34 de esta Introducción.

      12.Por ejemplo, desconfiará de Leibniz, quien, habiendo leído con atención, y admirado, el Tratado teológico-político, se muestra muy interesado en conocer la obra capital del filósofo. Cf. Ep 70, de G. H. Schuller a Spinoza, noviembre de 1675 (G IV, 301-303) y 72, de Spinoza a Schuller, de la misma fecha (G IV, 304-306).

      13.Spinoza ha publicado en vida dos textos, solo uno de los cuales aparece con su nombre en 1663, Los principios de filosofía de Descartes, junto con los Pensamientos metafísicos. El otro, el Tratado teológico-político, ve la luz en 1670. En cuanto al Breve tratado y al Tratado de la enmienda del intelecto, son, con toda probabilidad, anteriores a 1663. El primero aborda temas muy similares a los de la Ética, de manera que puede considerarse como una primera elaboración de sus principios. En cuanto al Tratado de la enmienda del intelecto, inconcluso, abandonado en un cajón de su escritorio hasta su muerte, es quizás una introducción metodológica a la Ética. Pero una introducción fallida por razones que todavía hoy se discuten. Por último, el texto que queda también inconcluso, aunque por otros motivos, el Tratado político, constituye una profundización, en sus capítulos iniciales, de la teoría de la potencia ofrecida en la Ética. El filósofo muere sin haber tenido el tiempo necesario para terminarlo.

      14.Así llamada, como también la de Spinoza, aunque es bien sabido que el término «panteísmo» lo construye John Toland en los primeros años del siglo XVIII.

      15.Ep 2 (G IV, 8; Correspondencia completa, cit., p. 23).

      16.La fórmula de Los principios de la filosofía es cristalina; con ella resume Descartes la operación que ha dado su particularidad propia a su filosofía: «… he tomado el ser o la existencia de este pensamiento por el primer principio, del cual he deducido muy claramente los siguientes, a saber, que hay un Dios que es autor de todo lo que es en el mundo», etc. (AT IX-2, 10).

      17.Cf. G. W. F. Hegel, Lecciones sobre la historia de la filosofía, trad. de W. Roces, FCE, México, 1955, vol. III, p. 257. Ya Schelling, en sus lecciones muniquesas Sobre la historia de la filosofía moderna, había otorgado a Descartes el título de «iniciador de la más nueva de las filosofías».

      18.En el Tratado de la enmienda del intelecto Spinoza rechaza de manera explícita esa revolución o giro, y lo hace más explícitamente aún en la Ética, cuya estructura formal restaura la tradicional ordenación de los capítulos de la metafísica: la primera parte de nuestro texto, el De Deo, es un tratado sobre «la causa primera y origen de todas las cosas» que da paso después, pero solo después, a una deducción sobre la naturaleza y el origen de la mente. No debe olvidarse que el orden de la Ética es rigurosamente geométrico, o sea, deductivo.

      19.Cf. G. W. F. Hegel, Lecciones sobre la historia de la filosofía, cit., pp. 252 y 254.

      20.Cf. ibid., p. 254: «La filosofía spinozista […] se comporta con respecto a la filosofía de Cartesio solamente como si se tratase de su consecuente desarrollo; el método es lo esencial».

      21.Ibid., p. 280: «La filosofía cartesiana presenta todavía muchísimos giros no especulativos; acoplándose directamente a ella otro filósofo, Benedicto Spinoza, desarrolla con una consecuencia total el principio en que esta filosofía se inspira».

      22.Tomo la contraposición de los conceptos de carácter y destino de la deslumbrante obra ensayística de Rafael Sánchez Ferlosio, por ejemplo de La señal de Caín o de God & Gun (I, § 9), quien a su vez se inspira explícita y directamente en el escrito de Walter Benjamin «Destino y carácter» (recogido ahora, traducido por José Navarro Pérez, en W. Benjamin, Obras, II, 1, Abada, Madrid, 2007).

      23.Cf. Los principios de la filosofía, I, § 51 (AT IX-2, 47): «… propiamente hablando, solo Dios es tal [sustancia], y no hay ninguna cosa creada que pueda existir un solo momento sin ser sostenida y conservada por su potencia. Es por ello por lo que tiene razón la Escuela cuando dice que el nombre de sustancia no es unívoco en relación a Dios y a las criaturas» (subrayado mío).

      24.En la correspondencia que mantiene en la primavera de 1630 con Marin Mersenne: «… se puede saber que Dios es infinito y omnipotente, aunque nuestra alma, siendo finita, no lo pueda comprender ni concebir —de la misma manera que podemos tocar con las manos una montaña pero no abrazarla como haríamos con un árbol o con cualquier otra cosa que no excediese el tamaño de nuestros brazos—. Pues comprender es abrazar con el pensamiento, pero para saber una cosa es suficiente con tocarla con el pensamiento» (AT I, 152).

      25.El término lo acuña Jean-Luc Marion, para describir el núcleo de la metafísica de Descartes, a propósito de un largo comentario a las cartas (cuyo contenido nunca ha sido desmentido por Descartes) citadas en la nota anterior. Cf. J.-L. Marion, Sur la théologie blanche de Descartes. Analogie, création des vérités éternelles et fondement, PUF, París, 1981.

      26.Utilizo el término racionalismo absoluto —problemático, como todos los que definen una filosofía anterior a su surgimiento— siguiendo el esencial estudio de A. Matheron, Individu et communauté chez Spinoza, Minuit, París, 1969.

      27.Por ejemplo, ya en el Tratado de la enmienda del intelecto, el de la necesidad de elaborar un método para alcanzar y reconocer la verdad, anticipando así algún paso definitivo de la segunda parte de la Ética. Lejos de ser lo esencial, como pretendía Hegel (véase supra la cita de la nota 20), la cuestión del método, tal como la ha planteado Descartes, es irrelevante para Spinoza.

      28.Repárese en la afirmación del escolio de E3p9 (G II, 104): «… nosotros por nada nos esforzamos, nada queremos, ni apetecemos, ni deseamos, porque juzguemos que es bueno, sino que, por el contrario, juzgamos de algo que es bueno porque nos esforzamos por ello, lo queremos, lo apetecemos y lo deseamos».

      29.La analogía la ha explotado Descartes exactamente desde el 15 de abril de 1630, en carta al padre Mersenne: «… no hay ninguna [ley de la naturaleza] en particular que nosotros no podamos comprender si nuestra mente se vuelca a considerarla, y todas ellas son mentibus nostris ingenitae—del mismo modo que un rey imprimiría sus leyes en el corazón de todos sus súbditos si también tuviese el poder para hacerlo—. Al contrario, nosotros no podemos comprender la grandeza