El ser humano debe estar preparado para recibir aquello que ha pedido, aunque no tenga a la vista la menor señal de que así será.
Una señora deseaba encontrar un piso en un período en el que había una gran escasez de apartamentos en la ciudad. Esto parecía una tarea imposible y sus amigos todavía contribuían a aumentar más su inquietud al decirle: “Que lástima, te verás obligada a dejar tus muebles en un garaje y a vivir en un hotel”. Pero ella contestaba: “No se inquieten por mí. Soy súper humana y ya verán como encontraré un piso”.
A continuación, pronunció la palabra: “Espíritu infinito abre la puerta para que se encuentre el piso conveniente”. Esta mujer sabía que existe una respuesta para cada demanda, que ella era espiritualmente libre, que trabajando en el plano espiritual todo se logra y que “uno con Dios constituye una mayoría”.
Ella tenía la intención de comprar unas nuevas mantas, pero “la tentación”, el pensamiento negativo, a través de la razón, le sugirió: “No las compres; quizás, después de todo, no encontrarás el piso que buscas, y luego no sabrás qué hacer con esas mantas”. Entonces, ante estos pensamientos, se dijo a sí misma: “¡Al comprar esas mantas voy a ‘cavar mi pozo’!”. Así pues, se preparó para encontrar su piso, actuó como si ya lo tuviera, y terminó por encontrarlo de una manera milagrosa, algo que sólo pudo atribuir a su fe, ya que había por lo menos otras doscientas personas que querían ese mismo piso. La compra de aquellas mantas representó un verdadero acto de fe.
Es inútil recordar que las fosas excavadas por los tres reyes dentro del desierto se vieron inundadas de agua hasta el borde (véase II Reyes, 3).
Para la mayoría de las personas, sintonizar con las cosas espirituales no resulta nada cómodo. Los pensamientos adversos de duda, de temor, surgirán del subconsciente. Estas son las “armas extranjeras” a las que se debe hacer huir. Eso es lo que explica por qué a menudo “hay más sombra antes de la aurora”.
Una gran demostración suele verse precedida por pensamientos dolorosos.
Una vez descubiertas las altas verdades espirituales, lanzamos un desafío a las antiguas ideas escondidas dentro del subconsciente y es entonces cuando se manifiesta el error que debe ser eliminado.
Este es el momento de hacer frecuentes afirmaciones, de alegrarse y de dar gracias por todo aquello que ya se ha recibido.
“Antes de que ellos llamen, yo les contestaré”. Eso significa que “cada bien está perfectamente hecho” siempre que el ser humano lo reconozca así, pues es a él a quien pertenece.
El ser humano no puede obtener nada más que aquello que se ve a sí mismo recibiendo.
Los hijos de Israel recibieron la certeza de que podrían poseer todas las tierras que vieran. Lo mismo sucede con toda la humanidad. No se posee aquello que no existe dentro de la propia proyección mental, dentro del deseo profundo. Toda obra grande ha sido manifestada antes por la visión, o a menudo se obtiene justo en el momento de una brillante demostración, surgida de un fracaso aparente y del desaliento.
Los hijos de Israel esperaban la “Tierra Prometida”, pero no se atrevían a entrar en ella, pues decían que estaba poblada por gigantes que les daban la impresión de ser langostas. Esta es una experiencia común a todo ser humano.
Sin embargo, aquel que conoce la ley espiritual no se deja engañar por las apariencias y se regocija mientras está “todavía en cautividad”. Esto quiere decir que persiste en ver la verdad y que da gracias por todo aquello que se ha cumplido, por todo lo que ya ha recibido.
Jesucristo nos ofreció sobre esto un maravilloso ejemplo. Él declaró a sus discípulos: “No digan nada, porque todavía faltan cuatro meses para la cosecha”. Su visión clara traspasa el mundo de la materia y Él ve claramente el mundo de la cuarta dimensión, las cosas tal y como son en la realidad, perfectas y completas en el Espíritu Divino. Es así como la humanidad debe mantener constantemente la visión del objetivo de su viaje y solicitar la manifestación de aquello que ya ha recibido, tanto si se trata de la salud perfecta, como si se trata del amor, la prosperidad, la facultad de expresarse perfectamente, un hogar, amigos.
Todas estas cosas son ideas perfectas y acabadas, registradas dentro del Espíritu Divino (el súper consciente del ser humano); ellas deben manifestarse no a la humanidad sino a través de del ser humano. Por ejemplo, un hombre acudió a verme para pedirme un “tratamiento” para lograr un negocio. Para él era indispensable encontrar, dentro de un cierto límite de tiempo, una importante cantidad de dinero. El tiempo estaba próximo, así que, desesperado, acudió a verme. Nadie le quería confiar el capital y la banca le había negado categóricamente su solicitud de crédito.
Yo le dije: “Supongo que usted está enfadado con la banca, perdiendo así sus fuerzas. Usted puede dominar todas las situaciones si sabe dominarse a sí mismo. Regrese al banco mientras yo ‘trato’ el asunto”.
Mi tratamiento fue el siguiente: “Por el amor usted está identificado con el espíritu de todos lo que trabajan dentro de este banco. Que la idea divina parta de esta situación”. El hombre exclamó: “¿Qué piensa usted? Esto es imposible. Mañana es sábado, el banco cierra a las doce y mi tren no llega allí antes de las diez. Además, la fecha límite termina mañana y, de todas maneras, ellos no van a querer oírme. Ya es demasiado tarde”.
Yo le contesté: “Dios no se inquieta por el tiempo, nunca es demasiado tarde para Él. Con Él, todas las cosas son posibles”, y añadí: “No sé nada de negocios, pero conozco muy bien a Dios”.
A lo que él me contestó: “Todo esto es magnífico, cuando la escucho, pero en cuanto me vaya, será una situación angustiosa para mí”.
El hombre vivía en un pueblo lejano y no supe nada de él hasta pasado un tiempo. Después, me llegó una carta. Decía lo siguiente: “Usted tenía razón. Pude hacerme de dinero; el banco cambió de parecer y me lo prestaron; jamás volveré a dudar y de todo lo que usted me ha dicho”.
Me encontré con este señor algunas semanas más tarde y le pregunté: “¿Qué ha pasado? Por lo visto usted ha podido disponer del tiempo necesario”. Él me contestó: “Mi tren llegó con bastante retraso, de modo que sólo pude llegar al banco a las doce menos cuarto. Entré tranquilamente y les dije: ‘Vengo a solicitar un préstamo’, y ellos accedieron en seguida, sin ponerme ninguna clase de objeciones”.
En ese último cuarto de hora del que disponía para solucionarlo todo, el Espíritu Infinito no llegó retrasado. En este caso, este hombre no fue capaz de hacer por sí solo su propia demostración. Tenía que recibir una ayuda de alguien para mantener la visión perfecta. Esto es lo que podemos hacer los unos por los otros.
Jesucristo conocía muy bien esta verdad, y dijo: “Si dos de entre vosotros hicieren en la tierra cualquier petición, serán escuchados por mi Padre que está en los cielos”. Cuando se está muy absorbido por problemas propios de negocios, se siente uno lleno de dudas y de miedos.
El amigo, el “sanador”, ve claramente el éxito, la salud o la prosperidad y no desfallece, puesto que no hay motivo alguno para ello.
Es infinitamente más fácil hacer una “demostración” por los demás que por uno mismo. En consecuencia, no se debe dudar en pedir ayuda si se sintiera alguna debilidad.
Un atento observador de la vida dijo un día:
“Nadie puede fracasar creyendo que obtendrá el éxito”. Este es el verdadero poder de la visión y más de una persona debe su éxito a una esposa, una hermana o un amigo que creía en él y que, sin dudarlo,