–La amaba –repuso Canyon, mirando al techo–. Ella destruyó mi amor.
–¿Cómo?
–Maldición, Dillon, tengo un hijo. Ella me lo ocultó, incluso después de haber vuelto a Denver. Todas esas veces que intenté hablar con ella, tuvo la oportunidad de contármelo, pero no lo hizo. Beau tiene poco más de dos años y nació ocho meses después de que Keisha se fuera de aquí –explicó él–. Lo que más me molesta es que no me llamara ni me mandara un mensaje en todo ese tiempo para decirme que tenía un hijo. Encima, cree que está justificada, porque sigue pensando que me acosté con otra. Por eso, cree que no tengo derechos sobre mi hijo. Me he perdido los dos primeros años de su vida –continuó, e hizo una pausa–. ¿Te imaginas qué sentirías si te hubieras perdido los dos primeros años de Denver?
–No, no puedo imaginármelo –contestó Dillon tras un silencio.
Canyon sabía que su hermano lo comprendía. Pero también sabía que era la voz de la razón, por muy inconveniente que a él le resultara en ese momento.
–Tienes que ver las cosas desde otra perspectiva.
–¿Qué perspectiva?
–¿Qué habría pasado si ella hubiera decidido no tenerlo?
Canyon cerró los ojos, encogiéndose solo de pensarlo.
–Entonces, sí que la odiaría.
–En otras palabras, Keisha no tiene escapatoria. La odiarías hiciera lo que hiciera.
–No intentes defenderla, Dil –le espetó Canyon, furioso.
–No la defiendo. Solo quiero que lo pienses. Keisha creyó que la estabas siendo infiel. Tienes que admitir que, por la escena que presenció, tenía toda la pinta. Esa mujer estaba desnuda en la cama y tú salías desnudo del baño.
–Sí, pero Keisha prefirió creerla a ella en vez de a mí.
–Me pregunto una cosa…
–¿Qué?
–Si tú hubieras vuelto de viaje y hubieras encontrado a un hombre desnudo en su cama, ¿qué habrías pensado? –preguntó Dillon y, sin darle tiempo a responder, añadió–: Nos vemos en el desayuno. Buenas noches.
–Buenas noches, Dillon –se despidió Canyon y, después de colgar, se frotó la cara. Por culpa de su hermano, iba a pasarse el resto de la noche en blanco, dándole vueltas a la pregunta que había dejado en el aire.
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