Soledades. Liliana Kaufmann. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Liliana Kaufmann
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Зарубежная психология
Год издания: 0
isbn: 9789878708782
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y la servidumbre permanecen dormidos por la misma causa durante más de cien años.

      También ciertos textos sagrados, y los que luego se inspiraron en ellos, explican de generación en generación rasgos o modos de ser de personas que podrían vincularse con el autismo. En particular, el término golem fue utilizado para hablar de ciertas conductas autistas.

      La palabra golem ha sido tomada por el yiddish de las enseñanzas de la Mishná. Este cuerpo exegético de leyes, que recoge y consolida la tradición oral judía desarrollada durante siglos desde los tiempos de la Torá, la usaba para referirse a la persona carente de capacidad intelectual y espiritual.

      En el siglo XII, Maimónides, en su comentario de la Mishná, señala que

      El golem es una persona que posee virtudes de conducta y de lógica, pero que no están completas ni ordenadas apropiadamente. Son confusas y desordenadas, y levemente defectuosas. Por ello se lo denomina golem, ya que se asemeja a una vasija hecha por un artesano que tiene la forma de una vasija, pero aún necesita ser completada y perfeccionada (prólogo a Meyrink, 2003).

      ¿Qué tenemos, entonces? La idea de un hombre que debe ser elaborado para alcanzar su integridad. Un ser humano que no llega “pulido” a este mundo, un ser humano en estado incompleto o primordial.

      Ya en el Renacimiento, la leyenda del Golem cuenta que un rabino de esa época había creado según las fórmulas de la cábala un hombre artificial que llevaba una existencia casi maquinal, sin pensamientos, con la intención de que hiciera tañer las campanas de su sinagoga cuando divisaba cerca al enemigo. Tal hombre, merced a un pergamino mágico que el rabino colocaba entre sus dientes y en el que se leía el término hiyyut (“vitalidad” o “vida”), podía experimentar todas las cualidades humanas. En cambio, en el instante mismo en que el pergamino le era retirado de su boca, se convertía en una figura de arcilla.

      Es justamente esta versión la que inspira en 1915 a Gustav Meyrink, quien la toma para escribir su célebre obra El Golem.

      En El Golem, Meyrink personifica a su protagonista principal avanzando sobre lo individual. Para ello construye una introspectiva subjetiva basada en la forma en la que el Golem se expresa acerca de sí mismo a partir de sus vivencias, en combinación con las impresiones que causa en los otros.

      Las citas textuales que siguen permiten reconocer las perspectivas referidas (véase Meyrink, 2003).

      Mi piel, mis músculos, mi cuerpo recordaron de pronto, sin que mi cerebro lo advirtiera. Comenzaron a hacer movimientos que yo no deseaba ni preveía, como si mis miembros hubieran dejado de pertenecerme (Meyrink, 2003: 30).

      Las ideas se perseguían en mi mente hasta el punto de que yo mismo apenas comprendía lo que decía mi boca: ideas fantásticas que se desintegraban apenas nacían (ibíd.: 82).

      Desde hace tiempo una angustia sorda me corroía: la sospecha de que me hubiesen quitado algo y de que yo hubiera recorrido una larga etapa de mi vida al borde de un precipicio, como sonámbulo. Pero jamás había llegado a descubrir su origen (ibíd.: 54).

      Pero estos pensamientos no pudieron expresarse en palabras (ibíd.: 56).

      Nadie me respondió, pero sentí que algo así como una angustia inconsciente nos ataba la lengua (ibíd.: 58).

      Se me escaparon las primeras palabras [...]; todo lo que sé es que tenía la impresión de perder lentamente la sangre. Me sentía cada vez más helado, cada vez más paralizado, como en el momento en que había estado convertido en rostro de madera (ibíd.: 60-61).

      Es el terror que se engendra en sí mismo, el horror paralizante del no ser inasible que no tiene forma y roe las fronteras de nuestro pensamiento (ibíd.: 126).

      Como alguien que se encontraba de pronto transportado a un desierto de arenas infinitas, de golpe cobré conciencia de la soledad profunda, gigantesca, que me separaba de mis semejantes (ibíd.: 79).

      El viejo criado me devuelve el sombrero y me dice: –Oigo su voz como si proviniera de las profundidades de la tierra (Meyrink, 2003: 29).

      Era una voz. Una voz que quería de mí algo que yo no captaba, por grandes que fuesen mis esfuerzos [...]. Pero la voz que pronunciaba esas palabras estaba muerta, no tenía resonancia [...]; no tenía ecos [...]; hace tiempo, mucho tiempo que se ha desvanecido y disipado (ibíd.: 29).

      Ya sabía cómo era el extraño [...] pero su imagen, la que yo había visto frente a mí, seguía sin poder representármela [...]. Es como un negativo, un molde hueco e invisible, cuyas líneas no puedo distinguir, en el que debo deslizarme si mi propio yo quiere tomar conciencia de su forma y de su expresión (ibíd.: 31; las itálicas son del autor).

      Desde que cerró la ventana, nadie ha vuelto a decir palabra (ibíd.: 46).

      Un poco más tarde parecía más calmado, pero bruscamente le volvía una inquietud insensata, y se ponía a correr en todas direcciones, se acumulaban en un rincón (ibíd.: 54).

      El análisis de las referencias textuales nos permite aventurarnos a establecer las siguientes relaciones.

El Golem según el GolemEl Golem según los demás
“Mi piel, mis músculos, mi cuerpo recordaron de pronto, sin que mi cerebro lo advirtiera. Comenzaron a hacer movimientos que yo no deseaba ni preveía, como si mis miembros hubieran dejado de pertenecerme.”“Un poco más tarde parecía más calmado, pero bruscamente le volvía una inquietud insensata, y se ponía a correr en todas direcciones.”
“Las ideas se perseguían en mi mente hasta el punto de que yo mismo apenas comprendía lo que decía mi boca: ideas fantásticas que se desintegraban apenas nacían.”“Ya sabía cómo era el extraño [...] pero su imagen, la que yo había visto frente a mí, seguía sin poder representármela [...]. Es como un negativo, un molde hueco e invisible, cuyas líneas no puedo distinguir, en el que debo deslizarme si mi propio yo quiere tomar conciencia de su forma y de su expresión.”
“Como alguien que se encontraba de pronto transportado a un desierto de arenas infinitas, de golpe cobré conciencia de la soledad profunda, gigantesca, que me separaba de mis semejantes.”“Era una voz. Una voz que quería de mí algo que yo no captaba, por grandes que fuesen mis esfuerzos [...]. Pero la voz que pronunciaba esas palabras estaba muerta, no tenía resonancia [...], no tenía ecos... hace tiempo, mucho tiempo que se ha desvanecido y disipado.”
“Pero estos pensamientos no pudieron expresarse en palabras.”“El viejo criado me devuelve el sombrero y me dice: –Oigo su voz como si proviniera de las profundidades de la tierra.”

      En suma, esta es la manera en que Meyrink, en su conmovedor relato, expresa cómo vivencia el Golem su cuerpo, sus pensamientos y sus intercambios con las personas, y cómo esas escenas se despliegan en el campo intersubjetivo:2 vinculadas a significaciones anudadas a la invisibilidad, a una imagen vacía difícil de representar, a señales complicadas de captar. A una representación corporal desvitalizada, maquinizada. A la soledad.

      Para algunos artistas, el imaginario del Golem es una fuente fértil de inspiración. El escultor alemán Rudolf Belling creó una obra cuya apariencia física es la de un hombre artificial que irradia extrañeza, un sentido de urgencias primitivas, cierta mecanización de los movimientos y comportamientos, como asimismo el potencial de emociones humanas. Por otra parte, Haron Goldeman, escultor y diseñador, se concentró en trasmitir la falta de comprensión que revela el rostro de un Golem, un sentido de dolor,