Moby-Dick o la ballena. Herman Melville. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Herman Melville
Издательство: Bookwire
Серия: Básica de Bolsillo
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788446037064
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E. Primer.

      «Vimos también abundancia de grandes ballenas, existiendo más en aquellos mares del sur, puedo afirmar, en proporción de cien a uno; de las que tenemos al norte de nosotros.»

      Expedición alrededor del globo, del capitán Cowley. 1729 d.C.

      * * * «y el aliento de la ballena frecuentemente va unido a un olor tan insoportable, que llega a producir desórdenes en el cerebro.»

      Sudamérica, de Ulloa.

      «A cincuenta sílfides escogidas de especial nota confiamos el

      [importante asunto de la enagua.

      Frecuentemente hemos sabido que siete capas proteger no logran,

      aun rígidas de aros y armadas con costillas de ballena.»

      Robo del rizo.

      «Si comparamos animales de tierra con respecto a magnitud, con aquellos que hacen en el piélago su morada, encontraremos que en la comparación resultan despreciables. La ballena es, sin duda, el animal más grande de la Creación.»

      Goldsmith, Historia Natural.

      «Si escribierais una fábula para peces pequeños, les haríais hablar como grandes ballenas.»

      Goldsmith a Johnson.

      «Por la tarde vimos lo que se suponía era una roca, pero se descubrió que era una ballena muerta que unos asiáticos habían matado, y que estaban remolcando a tierra. Parecían esforzarse por ocultarse detrás de la ballena, con objeto de evitar que les viéramos.»

      Viajes de Cook.

      «Raramente se aventuran a atacar a las ballenas mayores. Tienen tal pavor a algunas de ellas, que cuando están en mar abierto, incluso tienen miedo de mencionar sus nombres, y en sus lanchas llevan estiércol, piedra caliza, madera de enebro y otros artículos de la misma naturaleza, con objeto de asustarlas y evitar un acercamiento demasiado próximo.»

      Correspondencia de Uno von Troil sobre el viaje a Islandia de Bank y Solander en 1772.

      «La ballena spermaceti encontrada por los nantuckeses es un animal activo y fiero, y exige de los pescadores enorme coraje y osadía.»

      Thomas Jefferson, memorial sobre la ballena para el embajador francés en 1778.

      «Y por favor, señor, ¿qué hay en el mundo que se la iguale?»

      Edmund Burke, referencia en el Parlamento a la pesquería de la ballena de Nantucket.

      «España... una gran ballena encallada en las costas de Europa.»

      Edmund Burke (en alguna parte).

      «Una décima rama de las rentas ordinarias del rey, que se dice fundamentada en la consideración de su custodia y protección de los mares ante piratas y asaltantes, es el derecho al pez real, que son la ballena y el esturión. Y éstos, cuando o bien encallan en tierra, o bien son capturados cerca de la costa, son propiedad del rey.»

      Blackstone.

      «Pronto las tripulaciones vuelven al ejercicio de la muerte:

      Rodmon, infalible, sobre su cabeza suspende

      El ganchudo acero, y cada ocasión espera.»

      El naufragio, de Falconer.

      «Brillantes relucían los tejados, las cúpulas, los chapiteles,

      y cohetes volaban autoimpulsados,

      a colgar su momentáneo fuego

      alrededor de la bóveda del cielo.

      Para comparar así fuego con agua,

      el océano sirve en lo alto,

      lanzado a chorro por una ballena al aire

      para expresar voluminosa alegría.»

      Cowper, sobre la visita de la reina a Londres.

      «Diez o quince galones de sangre son arrojados del corazón de un latido, con inmensa velocidad.»

      John Hunter, descripción de la disección de una ballena (una de tamaño pequeño).

      «La aorta de una ballena es de calibre más grande que la tubería principal del alcantarillado en el puente de Londres, y el agua que ruge en su fluir a través de esa tubería es menor en su ímpetu y velocidad que la sangre que mana del corazón de la ballena.»

      Teología, de Paley.

      «La ballena es un animal mamífero sin extremidades inferiores.»

      Baron Cuvier.

      «A cuarenta grados sur vimos ballenas spermaceti, pero no capturamos ninguna hasta el primero de mayo, cuando el mar estuvo cubierto de ellas.»

      Viaje con el propósito de extender la pesquería de la ballena spermaceti, de Colnett.

      «En el libre elemento bajo mí nadaba,

      braceaba y buceaba, jugando, persiguiendo, luchando,

      con peces de todo color, forma y clase;

      cuyo lenguaje no puedo representar, y que ningún marinero

      jamás ha visto; desde el terrible leviatán

      hasta diminutos millones que pueblan cada ola:

      se agrupan en inmensos bancos, como islas flotantes,

      conducidos por misteriosos instintos a través de esa desolada

      región carente de senderos, aunque por cada lado

      asaltados por voraces enemigos,

      ballenas, tiburones y monstruos, armados al frente o mandíbula,

      con espadas, sierras, cuernos espirales o garras ganchudas.»

      El mundo antes del diluvio, de Montgomery.

      «¡Io! ¡Gloria! ¡Io! Canta,

      al rey del pueblo dotado de aletas.

      Ninguna ballena más poderosa que ésta

      hay en el enorme Atlántico;

      ni un pez más gordo que él

      bracea alrededor del mar polar.»

      Triunfo de la ballena, de Charles Lamb.

      «En el año 1690 había algunas personas en una elevada colina mirando las ballenas que entre ellas echaban chorros una y otra vez, cuando uno observó: allí –señalando el mar– hay verdes pastos donde los nietos de nuestros hijos irán a conseguir el pan.»

      Historia de Nantucket, de Obed Macy.

      «Construí una granja para Susan y para mí, e hice un pórtico en forma de arco gótico, colocando en pie los huesos de la mandíbula de una ballena.»

      Relatos dos veces narrados, de Hawthorne.

      «Vino a encargar un monumento para su primer amor, al que una ballena había matado en el océano Pacífico hace no menos de cuarenta años.»

      Ibidem.

      «“No, señor, es una ballena franca”, contestó Tom; “vi su chorrear; soltó hacia arriba un par de arco iris tan bonitos como cristiano pueda ver. ¡Ésa es un verdadero tonel de aceite!”.»

      El piloto, de Cooper.

      «Trajeron los periódicos, y en la Gaceta de Berlín vimos que allí habían presentado ballenas en los teatros.»

      Conversaciones con Goethe, de Eckermann.

      «“¡Dios mío! Señor Chase, ¿qué es lo que ocurre?” Yo contesté: “Hemos sido desfondados por una ballena”.»

      «Narrativa del naufragio del barco ballenero Essex, de Nantucket, que fue atacado y finalmente destruido por un gran cachalote en el océano Pacífico», por Owen Chase de Nantucket, primer