—Mi amor, permíteme que le explique a Naomi cómo fue mi milagrosa resurrección —dijo Uri a Rachel.
Se inclinó sobre la mesa y puso la mano de Naomi sobre la suya. Hizo una pausa y miró a Lash. —¿Puedo?
Lash asintió y se retrepó en su asiento. —Sí, siempre y cuando retengas algunos de tus encantos.
Naomi puso los ojos en blanco. —Solo está cogiéndome la mano. ¿Por qué me coges la mano, Uri?
—Dime, mi hermosa Naomi. ¿Qué sientes? —Uri guiñó a Rachel.
Naomi parpadeó, confundida. —Yo, eh... bueno, siento tu mano.
—Sí, sientes la mano de Uri —dijo él con una fuerte pronunciación de la "r"—. Pero, ¿quién es Uri?
—¿Qué? —Ella miró a Lash sin saber lo que pensar. Este se encogió de hombros.
—¿Es este Uri de carne y hueso? —. Él deslizó la mano de ella hasta su brazo musculoso—. ¿O es este Uri? —Entonces colocó su mano sobre su esculpido pecho.
Lash se puso tenso en su asiento. —¡Oye! Cuidadito.
—Shhh. —Naomi gesticuló con la mano. —Creo que tengo algo.
—Me parece que estás sintiendo a Uri —masculló él.
Rachel soltó una risita y recogió las cartas de la mesa. —Naomi tiene razón. Estás muy mono cuando te pones celoso.
—Yo no estoy... bah, dame las cartas —Le quitó de un tirón la baraja.
Naomi pudo sentir cómo Lash hacía muecas mientras barajaba las cartas. Quería relajar su mente, pero estaba a punto de averiguar lo que Uri trataba de explicarle. Ya estaba muy cerca.
—¿Me estás diciendo que lo único que cambió fue tu cuerpo?
Uri sonrió. —Muy bien. Este —él apretó su mano contra su pecho— es un nuevo y mejorado Uri. ¿Te gusta? —Le guiñó un ojo.
—Sí.
Él sonrió y ella escuchó una risita ahogada de Rachel.
Naomi sintió que la cara se calentaba al retirar la mano de su pecho. —Quiero decir que... eres... un buen amigo —balbuceó.
Respiró profundamente e intentó volver a retomar la conversación que estaban teniendo antes de eso. —Entonces, me estás diciendo que tu verdadero yo, tu alma, no murió y aún sigue viva, ¿no?
—Es inteligente, ¿verdad? —dijo Uri a Lash.
Él gruñó.
—Vamos a tomar eso como un 'sí'. —Naomi volvió su atención al juego que estaban jugando. Retiró las judías del cartón de bingo y buscó otro. El que tenía debía de estar gafado. No había ganado ni una partida en toda la tarde.
Había enseñado a Uri y a Rachel a jugar al bingo mexicano hacía unas semanas con la esperanza de pasar un rato divertido durante los descansos del entrenamiento. A Rachel le gustó muchísimo —probablemente porque siempre ganaba— así que ella y Uri venían a jugar todas las noches.
—Cada día aprendo algo nuevo. No sabía que fuera posible que los ángeles muriesen, o al menos sus cuerpos. Debió haber sido un alivio saber que Uri volvería —dijo Naomi.
La habitación se quedó en silencio.
—No todo el mundo regresa —dijo Rachel en voz baja. Su perenne sonrisa desapareció.
—Oh, pero yo sí lo hice. —Uri se levantó de la mesa, levantó a Rachel de su silla y la puso sobre su regazo. —Me llevó varios años, pero volví a ti, mi amor.
—Tres mil, trescientos ochenta y seis años, cinco meses, dos días, doce horas, cuarenta y ocho minutos y veintitrés segundos —dijo Rachel entre dientes.
Naomi se quedó boquiabierta. ¿Se fue durante tanto tiempo? Su pecho se tensó cuando Uri limpió con ternura una lágrima de la mejilla de Rachel. Si los ángeles podían morir, entonces Lash también podía y no había ninguna garantía de que resucitara. Todo este tiempo, había pensado que no había nada que pudiera separarles. Pensaba que estaría con él para siempre.
—¿Cuándo moriste? —le preguntó ella.
—En el año 1400 a.c. Mi regreso no fue hasta... mmm, vamos a ver... 1967 o así, cuando nací en un cuerpo humano. No es muy diferente a nacer en tu propio cuerpo humano.
—Solo que estaba en Chernobyl en vez de en Texas —Rachel le dio un empujoncito a Uri en el pecho—. Finalmente le volví a ver cuando cumplió diecinueve años.
—Chernobyl en los años 80 —suspiró Lash—. Lo recuerdo.
—Sí, yo también —dijo Rachel—. Nunca en mi vida me había sentido tan feliz y frustrada al mismo tiempo. Créeme, Lash, entiendo completamente lo que tuviste que pasar cuando te asignaron a Naomi.
—¿Uri regresó como humano? —Naomi se giró hacia él—. ¿No sabías que antes eras un ángel?
—No. A Rachel le llevó mucho tiempo convencerme. A diferencia de ti, yo no era la persona más, mmm... íntegra de los humanos, diría yo —Uri le guiñó un ojo—. Por supuesto, Rachel cambió todo por mí y al final volvimos a estar juntos de nuevo.
—Pero tres mil años. Yo nunca podría... —Miró a Lash y respiró profundamente—. No me lo puedo ni imaginar.
—¡Oye! —Lash se inclinó y la besó en la mejilla—. Todo está bien. Estoy aquí —dijo como si pudiera leerle la mente y ver su temor a vivir sin él. ¿Cómo lo había hecho Rachel? Todos esos años sin Uri, verlo morir de esa manera, sin saber si alguna vez regresaría.
—¿Por qué no me lo contaste?
—No surgió. —Soltó el cartón de bingo y le cogió las manos—. No tienes nada de lo que preocuparte. La situación de Uri es totalmente inusual. No te ofendas, Uri.
—Para nada, amigo mío —dijo Uri—. Naomi, Lash no es el ángel más rebelde de aquí por mucho que finja serlo. —Sonrió dejando ver sus hoyuelos—. Hay cosas mucho peores que coger una fuerte rabieta y echar a perder una asignación.
Lash frunció el ceño. —Yo no lo llamaría rabieta.
—¿Qué hiciste? —Naomi no podía imaginar a Uri haciendo algo tan malo para que su castigo fuera morir en el Infierno. No parecía ser ese tipo de persona—. No sabía que los ángeles podían ser castigados de esa forma.
—No fueron los arcángeles quienes lo castigaron. —Rachel miró hacia abajo, al cartón de bingo, con el ceño fruncido y se estiró sobre la mesa para coger otro—. Ellos jamás harían eso.
—Oh, pues yo me imagino a Gabrielle ordenando algo así —dijo Lash.
—Lash —le advirtió Naomi. Gabrielle todavía seguía siendo un punto sensible para él. Rachel le contó que Gabrielle y Lash no se llevaban bien. Así que, cuando Gabrielle fue nombrada su supervisora, pensó que le resultaría difícil trabajar con ella. Sin embargo, fue muy paciente con Naomi e incluso le daba tiempo extra para que completara su entrenamiento. No se percató de que Gabrielle estaba siempre ocupada y nunca interactuaba con ninguno de los ángeles a nivel personal. Naomi lo entendía. Debía de ser difícil para ella ser la segunda, después de Michael. Ella aún no había tenido la oportunidad de conocerlo, pero todos hablaban de él con gran veneración, incluido Lash. La única vez que Gabrielle parecía bajar la guardia era cuando estaba con Raphael. Si no la conociera, juraría que Gabrielle estaba enamorada de él.
—¿Qué? —Lash la miró inocentemente—. Es cierto. Si se tratara de mí, lo haría sin dudar.
—Gabrielle