Cicatrices De Heridas. Aldivan Teixeira Torres. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Aldivan Teixeira Torres
Издательство: Tektime S.r.l.s.
Серия:
Жанр произведения: Эзотерика
Год издания: 0
isbn: 9788893986229
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de constantes fracasos, perdió completamente su fe en Dios y en la gente. Sin embargo, se contradice: confía absolutamente en sus amigos Emmanuel y Messias, y si ellos se toman la molestia de traer a este hombre a su presencia, debe haber una razón verdadera y fuerte para hacerlo. ¿Quién sabe si un gran milagro es posible o no?

      –Te voy a dar una oportunidad. ¿Cuál es el siguiente paso? (Tadeu)

      –Encontrar a Dios. ¿Conoces Catimbau? (Aldivan)

      –Conozco el pueblo, pero nunca fui al parque ―responde Tadeu.

      –Muy bien. Catimbau es el lugar perfecto para mi objetivo. (Aldivan)

      –Excelente idea, maestro. (Messias)

      –Te seguimos. (Emmanuel)

      –Muy bien. Preparemos las mochilas. Nos iremos por la tarde. Tadeu, voy a necesitar algo de tu ropa. (Aldivan)

      –No hay problema. Hay suficiente ropa para todos. (Tadeu)

      – Excelente. ¡Vámonos! (El vidente)

      Desde la habitación donde se encuentran se dirigen al dormitorio principal y juntos seleccionan lo básico necesario para una corta estancia. Eligen ropa, cosas personales, una tienda de campaña, libros, una radio, protector solar, un reloj, comida para cocinar y ya hecha. Después de terminar esta labor, van a preparar el almuerzo en la cocina. Allí comparten los deberes: mientras Aldivan y Tadeu preparan los ingredientes, Messias y Emmanuel se encargan de cocinar. De esta manera, cada uno participa directamente en la preparación de la comida.

      Dos horas después, todo está listo. Se sientan en la mesa pequeña y se sirven. Mientras comen, alternan entre el silencio y la conversación corta. Todo es muy agradable y cómodo entre ellos, abriéndose así nuevas perspectivas para los corazones de los cuatro.

      Treinta minutos después, terminan la comida. Después, satisfacen sus necesidades fisiológicas por si acaso y se encargan de los últimos detalles del viaje. Con todo listo, se dirigen a la salida y una vez fuera cierran la casa. ¡Hacia nuevos retos!

      Caminan unos cientos de metros y llegan al centro, deteniéndose en la plaza principal. Tadeu Barbosa conoce muy bien la ciudad y se pone en contacto con un taxista conocido y de confianza que ha estacionado ahí su Fiat, en el lado derecho de la plaza.

      –Sr. Fabricio Toledo, ¿puede llevarnos a Catimbau? (Tadeu)

      –Por supuesto, hermano. ¿Tú y estos tres hombres? (Fabricio)

      –Sí, son mis amigos Aldivan, Emmanuel y Messias. (Tadeu)

      –Encantado de conoceros. Estoy disponible para llevarte por cincuenta reales. ¿Está bien? (Fabricio)

      –Por mí está bien. ¿Qué pensáis, amigos míos? (Tadeu)

      –A mí también me parece bien. (El vidente)

      –Excelente. (Messias)

      –¡Vamos, entonces! (Emmanuel Melkin Escapuleto)

      Uno tras otro se suben al coche. Después, el conductor también entra y comienza el viaje. Catimbau los espera con grandes sorpresas. ¡Vamos juntos, lectores!

      Capítulo 2: Hacia Catimbau

      Comienzan el viaje, que promete muchas emociones. Dejan la carretera, tomando un desvío por un camino de tierra que va todo recto. El estado del camino es deplorable y está lleno de baches. Aparte de eso, la sensación es fantástica: aire puro, montañas, granjas, rocas y bosques son elementos que hacen que el lugar sea único. Sin duda, uno de los lugares más bellos del mundo.

      En ese preciso momento, el semblante de nuestros amigos oscila entre la excitación y el completo nerviosismo. ¿Qué está preparando el hijo de Dios para ellos? ¿Qué tiene en mente con este viaje a Catimbau? El misterio es inmenso. Sin embargo, no tienen el valor de confrontarlo ahí. Prefieren vivir la magia de cada momento como si fuera el último, el tiempo mismo les presentará las respuestas necesarias. Por eso, esperan.

      Avanzan a ritmo constante, incluso ante grandes dificultades. A mitad de camino le piden al conductor que se detenga y para tomar algunas fotos del paisaje. Así podrán conservar los recuerdos y documentarlos, y después mostrárselos a la familia y a los hijos probables, nietos y bisnietos. Al final, estarían orgullosos de decir: estuve allí.

      Diez minutos más tarde, regresan al coche y reanudan el viaje. El conductor aumenta la velocidad a medida que la carretera mejora. Los últimos seis kilómetros pasan en diez minutos. Llegan a Catimbau, un lugar rústico perdido en la inmensidad salvaje de Pernambuco. El taxista deja a nuestros amigos en la asociación de guías locales, donde contratan a uno de ellos para que los guíe hasta el parque. Se despiden de Fabricio, conservando su número de teléfono para contactar con él más tarde.

      Contratan un guía, planifican el itinerario y alquilan una camioneta para que los lleve a un punto cercano al parque. Todo está listo. El guía se presenta como Paulo Lacerda, que también será el conductor. Con el vehículo superan las dificultades de la subida. En este momento la adrenalina bombea fuertemente, y los turistas están asombrados incluso antes de llegar al santuario ecológico.

      Cuando llegan al punto en que el vehículo ya no puede continuar, se bajan y comienzan el itinerario a pie. Siguen un camino angosto, lleno de obstáculos, subidas y bajadas difíciles, espinas y cortezas peligrosas en ese paisaje llamado chapadão.

      Después de caminar durante unas dos horas, se detienen y comienzan a despejar el terreno en un claro que han encontrado. Levantan la tienda y descansan un rato. Un poco más tarde, van a buscar leña al bosque y cuando la encuentran, regresan y encienden una fogata. Comienzan a preparar una cena sencilla, sopa de cebolla. Directa o indirectamente, todo el mundo contribuye al ambiente armonioso y a preparar la cena. Cuando la comida está lista, la toman allí, en el bosque, sin ninguna comodidad. Es el precio a pagar por la osadía. Pero nadie se queja. Catimbau sirve de válvula de escape a sus frustraciones personales, y ha servido de ruptura con la rutina monótona de la mayoría de ellos. Estar allí, en medio del bosque, junto a la madre naturaleza es todo un premio. Un privilegio para unos pocos.

      Una vez terminada la cena, el vidente se pone de pie frente a ellos y comienza a hablar:

      –Mis queridos amigos, de las experiencias de mi vida, seleccioné algunos puntos importantes para discutir en este santuario. Os he traído aquí exactamente para que podáis interiorizar este conocimiento tan necesario. ¿Os parece bien?

      –Totalmente. Mi experiencia en la vida me ha traído sólo el caos. Por lo tanto, necesito aprender. (Tadeu Barbosa)

      –La última vez, yo era el maestro, pero ahora el papel es tuyo. Con gusto. (Messias)

      –Tú eres el maestro de la luz. Tienes todos los atributos para enseñar. (Emmanuel)

      –Soy un extraño en este nido, pero prestaré atención a tus enseñanzas. (Paulo Lacerda)

      –Gracias a todos. El tema que quiero discutir se refiere a la base familiar. Nací en el seno de una familia humilde, hijo de campesinos y, como se criaron hace unas décadas (en la frontera del nordeste brasileño), recibieron una educación rígida de sus padres, que incluía palizas frecuentes, trabajo infantil, pobreza y discriminación. Ellos absorbieron estos valores y actuaron de la misma manera conmigo, lo que me causó gran frustración, tristeza, desafecto e incomprensión. No encontraba justo ese tipo de trato y me prometí a mí mismo que no lo perpetuaría en caso de que me casara. ¿Cómo fueron vuestras experiencias y qué pensáis al respecto? (El vidente)

      –Soy oriundo de la región de Sicilia, en Italia, y en mi época, el comportamiento familiar era similar al que acabas de describir. Éramos siete hermanos y la comida escaseaba. Mis padres estaban ausentes y eso causó varios desórdenes. A menudo, los mayores se aprovechaban de la debilidad de los más jóvenes o los golpeaban, y nuestros padres ni siquiera lo sabían, o fingían no saber. Al llegar a Brasil, cada uno siguió su propio camino, mis abuelos y mis padres murieron, y formamos nuestras propias familias. Así, prioricé la justicia, la igualdad y la paz entre los miembros de mi familia ―relata Messias Escapuleto.

      –Gracias a Dios, mi padre y yo estamos felices