Ilustración 12 Tweet Prohibición Publicidad Tabaco
Si bien las medidas adoptadas han sido más bien disuasorias, poniendo todo tipo de trabas para su consumo, sin prohibirlo, limitándolo a determinadas áreas especialmente diseñadas para ello, subiendo el precio de las cajetillas o incluyendo en ellas imágenes sobre sus efectos negativos en la salud.
A pesar de lo anterior, algunos gobiernos han ideado dar un paso más y emplear los mismos mecanismos que durante años sirvieron para la difusión e incentivo del consumo de tabaco, la publicidad televisada, pero ¿son efectivos los anuncios contra el tabaco?
Esto es lo que ha tratado de averiguarse con una investigación realizada desde el Departamento de Educación, Universidad Nacional de Seúl y el Departamento de TESOL, Universidad de Hankuk de Estudios Extranjeros (Corea del Sur); junto con la facultad de Enfermería e Innovación de Salud, Universidad Estatal de Arizona; y el Departamento de Psicología, Universidad Jesuita de Wheeling (EE.UU.) (Wilson et al., 2017).
En el estudio participaron 58 estudiantes universitarios, los cuales se dividieron en dos grupos, donde el primero visionaría dos anuncios publicitarios antitabaco centrados en las emociones; mientras que el otro grupo, visionaría dos anuncios antitabaco con información lógica sin que se abordase el aspecto emocional.
Todos los participantes pasaron antes y después del visionado por tres pruebas, una relativa a los procesos de cambio, otra sobre la sintomatología depresiva y la tercera sobre la autoestima.
Los resultados muestran que no existen diferencias significativas pre y post el visionado de los anuncios, ni para el anuncio emocional ni para el lógico, en ninguna de las variables evaluadas, es decir, los estudiantes parecen no atender a la información que se les ofrece sobre los perjuicios del consumo de tabaco.
Entre las limitaciones del estudio se encuentra la selección de la población, es cierto que esta publicidad se dirige a evitar que los jóvenes se inicien en este consumo, pero la edad de inicio en muchos países ronda los 14 años, luego tendría que ser esa la edad de selección de los participantes y no los universitarios.
A pesar de lo anterior hay que tener en cuenta que el efecto de la publicidad se basa principalmente en la repetición de la emisión de los anuncios, tanto que hasta se llega a aprender el mismo, por lo que el visionado en una sola vez de dos anuncios explicaría el insuficiente efecto de este sobre las conductas hacia el tabaco, la autoestima o la sintomatología depresiva.
En el caso concreto del COVI-19 y para sorpresa de algunos usuarios se ha adoptado una medida sin precedente donde se ha prohibido realizar publicidad con respecto al juego.
La idea es que como los ciudadanos pasan mucho tiempo confinados en su casa, el juego por ordenador no “enganche” a dichos usuarios, lo que los puede llevar no sólo a la adicción, sino también a la ruina económica en caso de que las apuestas sean monetarias.
Si bien para la población puede no parecer prioritaria adoptar esta medida, considerando que existen otras preocupaciones en tiempo de crisis sanitaria el gobierno lo ha asumido en prevención de un aumento de casos de adicción al juego, pero sobre todo en prevención de las consecuencias económicas negativas que ello puede traer consigo, no solo en cuanto al estado de ánimo, pudiendo conducir a sufrir Depresión Mayor, sino que dicha ruina puede llevarle hasta el suicidio.
Tal es la importancia de evitar las adicciones comportamentales, especialmente en las etapas tempranas, ya que luego es difícil de desengancharse, es decir pasado el confinamiento, el nuevo adicto seguirá jugando, de ahí la importancia de adoptar esta medida para la prevención de los aspectos negativos sobre la salud física y mental de estos potenciales jugadores (@consumogob, 2020) (ver Ilustración 13).
Ilustración 13 Tweet Prohibición Publicidad de Juego
A pesar de poderse pensar que este tipo de medidas pueden ser “exagerada” o estar fuera de lugar, la realidad es que nuestro comportamiento económico está regido por multitud de variables internas y externas, así cuando uno piensa en compras lo suele hacer con respecto al precio de las cosas, pero ¿hasta qué punto estamos dispuestos a gastar por comprar algo?
De esta y otras preguntas similares se encarga la Psicología del Consumidor, una rama de estudio que analiza el comportamiento de la persona ante una tarea de decisión económica más o menos compleja.
El prototipo de estas investigaciones son los juegos de azar, es decir, una situación en que se puede ganar o perder dinero en función de unas probabilidades que manipula el investigador.
Así se ha podido conocer que hay personas más conservadoras en sus juicios de valor mientras que otras asumen más el riesgo; igualmente se ha visto cómo estas variables personales se ven modificadas cuando se está sometido al consumo temporal o continuado de determinadas sustancias adictivas.
Con las bases de este tipo de investigación se analizan otras variables que pueden estar implicadas en asumir un mayor o menor coste económico, tal y como puede ser la obesidad, pero ¿existen diferencias en cuanto a lo que estamos dispuestos a pagar en función de si se padece o no sobrepeso?
Esto es lo que ha tratado de averiguarse con una investigación realizada desde la Unidad de Economía Agroalimentaria, Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón, Instituto Agroalimentario de Aragón, Universidad de Zaragoza (España) junto con el área de Recursos Económicos, Agrícolas y de Alimentación, Universidad Estatal de Michigan (EE. UU.) (de-Magistris, López-Galán, & Caputo, 2016).
En el estudio participaron 309 adultos, los cuales fueron separados en cuatro grupos, según tuviesen o no sobrepeso, considerado este como aquellos que tenían un índice de masa corporal mayor a 30 kilos entre la altura al cuadrado; según aceptasen o no su propia imagen en el espejo para lo que se empleó el cuestionario estandarizado Body Image State Scale (Cash, Fleming, Alindogan, Steadman, & Whitehead, 2002), con lo que se formaron cuatro grupos, sin sobrepeso con aceptación de su imagen; sin sobrepeso sin aceptación de su imagen; con sobrepeso con aceptación de su imagen y con sobrepeso sin aceptación de su imagen.
El estudio consistía en que los participantes pasaban por delante de unas patatas normales o light y tenían que indicar hasta qué punto estaban dispuestas a pagar por adquirirlas entre cuatro precios preestablecidos.
Los resultados muestran que los obesos con una mala imagen de sí mismos son los que están dispuestos a pagar el máximo precio por una bolsa de patata light, indicando con ello que cuando estamos dispuestos a pagar por algo no depende únicamente del precio, tal y como cabría entender por la ley de la oferta y la demanda, muy al contrario, se han de tener en cuenta otras variables como las fisiológicas (obesidad) y psicológicas (imagen personal). Por tanto, y basado en estos resultados, el dinero que puede llegar a invertir un jugador en tiempos de cuarentena no va a regirse por la lógica o la razón, atendiendo a sus ingresos y gastos, sino que puede llevar a un comportamiento de gasto desorbitado, sin tener en cuenta las consecuencias futuras, lo que le puede acarrear la ruina económica, de ahí que esta medida haya sido tan bien acogida entre las asociaciones contra la ludopatía, y si bien la medida adoptada mediante una prohibición quizás pudiese parecer no ser la mejor manera de “educar” a la población, la experiencia con otro tipo de intervenciones en el ámbito de la salud han demostrado que los cambios en ocasiones son muy lentos a pesar de los grandes esfuerzos invertidos en ello, así a día de hoy, por ejemplo todavía queda mucho por hacer