El nacimiento de un proyecto está marcado, a lo menos, por dos tensiones. Una que dice relación con la lectura de la realidad y que nos lleva a detectar una necesidad y a proponer un satisfactor. Otra dice relación, por el uso que se le dé, y que a menudo no está contemplado por sus gestores. Lo primero es lo que denominamos usos y lo segundo, en forma, un tanto irónica, abusos.
Los usos del Boletín Aymara están determinados, en gran parte, por los objetivos de este, al que ya hemos hecho mención, y en el que hay que destacar el reforzamiento de la identidad cultural, como palanca y motor del desarrollo andino, auto-centrado y emancipatorio.
Sin embargo, este objetivo, en la realidad, tiende a concentrarse, a través de lectura comunitaria, en la que por medio de un monitor, se dirige la lectura con el fin de problematizar sus contenidos. Este es, sin duda alguna, su mejor uso.
Siempre dentro de lo anterior, otro tema no planificado es el de pegar las láminas en la pared a modo de afiches. Por esta razón, el Boletín Aymara cambia de formato. Otros de los usos dados al Boletín y que no se definió cuando se creó, fue el de colorear láminas; este es a la vez un uso, y por qué no decirlo también, un abuso. Veamos por qué.
La fuerte presencia de la Escuela Nacional en el altiplano provoca la creación de todo un “espacio social” en el niño. Este entrará en un ritmo social que antes de la llegada de la Escuela lo obtenía de las actividades del pastoreo o de la búsqueda de la leña. La Escuela coopta este espacio, y redefine el uso social del tiempo. Con la Escuela, el Boletín Aymara empezó a operar como un recurso pedagógico, en concreto para colorear láminas. Esto tiene sus ventajas y desventajas.
Las primeras en cuanto se presentan como material alternativo a los recursos que la Escuela Nacional propone, por lo general, sin ninguna relación con la cultura aymara. Pero, el recurso de colorear las láminas por sí solo es insuficiente, para lo que perseguimos, sobre todo si se trata de colorearla en forma indiscriminada sin una adecuada dirección pedagógica.
Esto está también en directa relación con la capacidad que tenga el profesor −formado en la ciudad− para hacer un buen uso de este material. Y si lo puede hacer, choca con las barreras oficiales que le impone la estructura burocrática del Ministerio de Educación, a través, por ejemplo, de la Unidad Técnico-Pedagógica. Se le ha entregado al profesor una lista de sugerencias de actividades, de modo tal que sea el emisor el Centro de Investigación de la Realidad del Norte, y no el profesor, el que le dé el énfasis al coloreamiento de las láminas.
Los obstáculos que se presentaron para ambas experiencias son, sin duda alguna, las difíciles condiciones políticas de la época. Un trabajo realizado casi en la semi-clandestinidad. Ejecutado con la ayuda de algunos profesores y de ciertos dirigentes aymaras que poseían una clara consciencia étnica pero, sin duda, minorías.
Tanto el Vizcachín como el Boletín Aymara, en tanto prácticas interculturales, tuvo un impacto del cual aún resuenan. En ambas publicaciones, Gerardo Segovia Rojas tuvo un rol fundamental en las ilustraciones. Senén Chávez Fajardo también hizo un aporte extraordinario en estas áreas.
A más de veinte años de esta iniciativa, el balance es de dulce y de agraz. El Ministerio de Educación de los gobiernos democráticos nunca valoró esa experiencia. Sin embargo, ambas actividades bajo el signo de la etno-educación sirvieron para activar mecanismos de cooperación interculturales, que a la distancia constituyen una buena experiencia. Muchos de los niños que leyeron el Vizcachín, son ahora dirigentes aymaras y valoran positivamente esa experiencia.
Es dable suponer que, en el actual escenario de empoderamiento de las comunidades, que no necesariamente es reetnificación, este tipo de prácticas puedan ser sistematizadas, mejoradas en la calidad de la impresión, y usada como apoyo al proceso de enseñanza-aprendizaje, no solo de las comunidades andinas, sino que de la sociedad regional y por qué no decirlo, también, de la sociedad nacional.
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