Economía solidaria en Colombia: autores y reflexión conceptual. Amanda Vargas Prieto. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Amanda Vargas Prieto
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9789587602159
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donde los sectores presentes tienen mayor o menor incidencia. Para Guerra (2002), los sectores presentes en el mercado son el público, el capitalista y el solidario, y cada uno es funcional a su propia lógica de operación, y no a la del sector hegemónico, que es el sector capitalista en la actualidad.

      Asimismo, reconoce la importancia de la presencia de las prácticas socioeconómicas, tanto en la producción, al considerar al Factor C como el organizador de los otros factores presentes en la empresa, como en la distribución basada en relaciones de reciprocidad y altruismo. También en el impulso de un consumo crítico y responsable que reconoce la existencia de necesidades plurales y una acumulación con sentido comunitario, que se llevan a cabo en proyectos signados por la autogestión, la cooperación y los procesos asociativos. Le resta importancia a la generación o no de beneficios, a la presencia o no del dinero en la circulación o al pago o no de los factores, marcando así distancia con otras propuestas alternativas (Dávila, 2014).

      La propuesta teórica de Guerra (2002) tiene como objetivo claro complementar la de Razeto, pues le critica que no dialogue con las teorías y avances —así sean marginales— logrados en disciplinas como la antropología, la economía y la sociología, porque duda de la capacidad de un solo marco teórico para dar cuenta de fenómenos complejos. Finalmente, no acepta el concepto de informalidad y habla de economía popular, pues tiene claro que no toda la economía solidaria es popular ni toda la economía popular es solidaria, aunque reconociendo que en América Latina la presencia de la solidaridad en la economía es importante (Dávila, 2014).

      Los planteamientos de los autores latinoamericanos en mención configuran una corriente de pensamiento que sostiene la existencia de economías plurales y la necesidad de reconocer que desde los inicios de la humanidad han existido este tipo de relaciones no monetarias que desconocen el neoliberalismo actual y la economía neoclásica anterior. Así, en su teoría económica comprensiva, Razeto (2000) propone el mercado democrático como un constructo social, un concepto amplio de mercado determinado:

      [Este concepto] no solo tiene en cuenta los flujos y las transferencias monetarias sino las relaciones de tributación y asignación jerárquica, las donaciones, la reciprocidad, la solidaridad y demás articulaciones que implican transferencias y flujos de riqueza, implicando una sociedad organizada en una vasta gama de asociaciones, comunidades y organizaciones en las cuales participan libremente las personas en función de intereses, motivaciones y objetivos compartidos, organizados democráticamente. (p. 37)

      Este mercado fija exigencias y condiciones específicas a los sectores público, privado y solidario allí presentes. Guerra (2002) plantea superar la idea del mercado “como un hecho social fundado en las relaciones de intercambio con intereses que son divergentes” y, en su lugar, propone retomar la idea del mercado determinado que proponía Gramsci: considerarlo como un “constructo específicamente humano donde se ponen en juego las capacidades, valores y poderes de cada uno de los sujetos que lo integran, dando lugar por tanto a innumerables (infinitas) estructuras de comportamiento mercantil” (p. 78). De este modo, en este tipo de mercado se da cabida a “diversos actores individuales y colectivos, con sus propias lógicas y valores” (p. 79). Y allí tienen un papel importante valores como la solidaridad y la cooperación, que tendrán presencia en los sectores público, privado y solidario. Para el autor, su propuesta de mercado no solo es un mercado democrático sino justo. Por esta razón se puede denominar a esta corriente como “otra manera de hacer economía”, que conduce a otra manera de hacer empresa, organización, gestión y, finalmente, sociedad. Dávila (2014) sostiene respecto a esta corriente de pensamiento:

      Hace referencia a una acción colectiva organizada que tiene un fin común y que se enfrenta a la acción colectiva que tiene un objetivo individual, egoísta y utilitarista. Así, desde la teoría de la organización podemos decir que esta otra manera de hacer empresa y gestión, en el nivel microeconómico, corresponde a un sistema de alta confianza, cooperación y reciprocidad (ayuda mutua) que se diferencia del sistema egocéntrico y competitivo propio de la empresa de capital, que se organiza bajo la orientación de la racionalidad del hombre económico. (p. 27)

      Los conceptos que aparecen en todo el mundo para definir este sector o corriente económica son la economía social, la economía solidaria y el tercer sector (de origen anglosajón, que desarrolla el enfoque de las organizaciones sin ánimo de lucro).

      Corriente económica crítica

      Esta corriente se caracteriza por lo que podría denominarse como una crítica del capitalismo y un cuestionamiento al modelo neoliberal, por el efecto negativo que ha tenido sobre el trabajo, al precarizarlo al máximo y eliminar la mayoría de ventajas que los obreros organizados habían conseguido en el siglo XX. Por ello, pretende rescatar la importancia de que el trabajador sea dueño de los medios de producción para asegurar su reproducción.

      En esta corriente se encuentran al menos tres perspectivas. La primera rescata la importancia de la economía popular como expresión de “una racionalidad especial, de una lógica interna sustentada en el tipo de comportamientos y de prácticas sociales diferentes de otros agentes con los que se podría comparar” (Álvarez y Gordo, 2007, p. 161). Tiene su autor más representativo en Coraggio, quien postula la economía del trabajo como “el conjunto de la economía a partir de la lógica del trabajo y su reproducción ampliada, confrontando esta hegemonía (la del capital) y afirmando la primacía de los intereses del conjunto de los trabajadores y de sus múltiples identidades y agrupamientos” (Coraggio, 2004, p. 151).

      Denomina “a la otra economía como economía del trabajo en clara contraposición a la del capital […] y retoma de Hinkelammert y Mora la noción de racionalidad reproductiva” (Collin, 2015, p. 94). A la unidad doméstica (UD) la explica como así: “La forma elemental de organización microsocioeconómica propia del trabajo, […] formada por una o más personas ligadas por relaciones de parentesco o diversos tipos de afinidad, […] tiene como objetivo la reproducción ampliada de la vida de sus miembros” (Coraggio, 2004, pp. 151-153). Asimismo, plantea una “economía mixta” donde la economía popular —que es de carácter heterogéneo, por los actores que la conforman— coexiste con la economía pública y la del capital, considerándola como un posible mesosistema de autogobierno donde la economía solidaria participa con su propia lógica (Collin, 2015, p. 95). Para Coraggio, no toda la economía popular es economía solidaria, pero la economía solidaria es popular.

      La segunda perspectiva está representada por el profesor Singer, autor característico del movimiento de la economía solidaria en Brasil. Considera que la economía es una manera de organizar las actividades económicas y su característica esencial es que los medios de producción son propiedad de los trabajadores, lo que lleva a la desaparición de la separación entre dueño del capital y trabajador, que acá son la misma persona (Dávila, 2014). Para Singer (2004), el concepto de economía solidaria “se refiere a las organizaciones de productores, consumidores, ahorristas, etc., que se distinguen por dos especificidades: a) estimulan la solidaridad entre los miembros a través de la práctica de la autogestión y b) practican la solidaridad hacia la población trabajadora en general con énfasis en la ayuda a los más desfavorecidos” (p. 199). Lo importante de tener en cuenta es el concepto de autogestión aplicado a emprendimientos de carácter informal, que son menos complejos que las empresas de capital en cuanto a tamaño y funciones productivas o de intermediación realizadas (Dávila, 2007).

      La esencia de la economía solidaria es la autogestión que da a los emprendimientos el carácter solidario y no filantrópico. La solidaridad se expresa de varias maneras o niveles: altruismo, reciprocidad, cooperación económica y solidaridad política. Estas expresiones responden a diferentes prácticas socioeconómicas o prácticas más puritanas de altruismo (Coraggio, 2009). Sin embargo, la economía solidaria adopta los últimos tres niveles, acentuando su modelo desde la reciprocidad mediada por la autogestión y participación activa de sus integrantes.

      Otros autores que se pueden mencionar dentro de esta corriente son Aníbal Quijano, de Perú, y Antonio Elizalde, de Chile. Quijano postula la (des)colonialidad del poder y la solidaridad económica que se caracteriza por el análisis del poder desde la relación de trabajo, moderno o colonial, y la tendencia en la cultura latinoamericana. Por su parte,