Solo es posible darse cuenta de esto gracias al trabajo de Hurst en It Becomes Our Life. Sus comentarios, a la vez modestos y alucinantes. Como si se dirigiera a una sala llena de estudiantes de colegio comunitario, Hurst describe toda la amplitud de las intenciones de Bronk, de la manera más simple. Ver y mirar. Apreciar las paradojas. Saber lo que importa y lo que no. Aunque mi amigo Mark descarta el colegio comunitario tildándolo de “secundaria con un cigarrillo”, cuando visité a Hurst, me sorprendió ver cuánta gente trabaja allí con gran esfuerzo y por muy poco dinero, para dar a algunas personas como Mark algún tipo de oportunidad. En el colegio, es posible tomar dos años de clases gratis y luego pasar a un grado universitario de cuatro años. Hurst estaba a punto de partir a Rusia, donde había convencido a algunas personas de que organizaran un programa de intercambio en el Hermitage. Volvería al terminar el semestre.
En el hotel, esa tarde en Binghamton, Martin dijo algo que me dejó perpleja. Quería pasarle mi información de contacto a Catherine y yo dije algo sobre lo genial que era su voluntad de arriesgarse a juntarnos.
–¿Qué riesgo? –preguntó–. ¿Crees que hay algo, por mínimo que sea, que podríais hacer para quitarme autoridad?
Más tarde tuvimos una cena extraña con su hija en un restaurante, en la que los dos observaron mis esfuerzos para conversar con ellos, la pareja. Pensé en la madre muerta de la niña. No había ninguna foto de ella en la exposición de fotos familiares que padre e hija habían montado en el salón de su casa.
Después de las vacaciones de Navidad, le dije por a email a Martin que estaba dudando sobre el “encuentro” que planeábamos con Catherine. Le dije que estaba mucho más interesada en ellos que en los bodys, las correas, la ropa de golfa o los peinados.
Me respondió con un lenguaje de oficina: Creo que está claro que estás buscando un objetivo más amplio para una relación que yo, y que la centralidad de mi objetivo en el sexo, en una forma particular de relación sexual (como deseo definirla) no es lo que tú priorizarías. Si no me equivoco, da la impresión de que experimentaremos cada vez más conflictos antes que placer. Es una pena, pero pienso que no tiene arreglo. Nunca más volví a saber de él.
Las canciones de Cole Porter son infinitamente emocionantes porque evocan un mundo que es mucho más “adulto” que cualquier página web: un mundo donde “ennui” puede rimar con “vi”, y la felicidad puede ser saboreada frente a un telón de fondo de pérdida. Un mundo en el que “I get a kick though it´s clear to me/ You obviously don´t adore me4”, y es posible amar sin ser correspondido. Ingeniosas y valientes, estas canciones hacen que sea soportable vivir en medio de la fealdad porque te dan esperanza.
El descubrimiento de la colección de arte de Bronk fue la prueba de que una vida llena de sentido puede pasar en cualquier parte, incluso en una ciudad aislada. El recuerdo de la vida de Bronk y la devoción de sus amigos abren una puerta a lo que la poesía nos ofrece: un mundo que desafía la pornografía burocratizada, donde las personas existen y todo cuenta.
(1998)
CANCELEMOS TODO EL ASUNTO
Acabo de volver a Los Ángeles de un viaje a Rumanía a través de Europa del Este y estoy obsesionada con la relatividad. Ayer, en la escuela de arte donde soy profesora, vi el hipnótico video de Julia D’Agostino, Eden Between (1998). La cámara permanece estática durante cuatro tomas, y cada una dura dos minutos. El tema central de la imagen es una cama elástica alquilada. Cielo azul panorámico, setos verdes bien podados, personas apuestas de distintas razas y razas mixtas, con ropa amplia de hip hop, saltan solas y en parejas en el trampolín. Me voló la cabeza que el tema del video fuera realmente el “gesto”: cómo se comportan los saltadores, cómo se relacionan unos con otros. Estamos viviendo en un lugar donde los adultos jóvenes pasan tardes ociosas saltando como niños de guardería. Pensé que era un fragmento del sueño de Benetton.
Hace poco he vuelto a tener contacto con Dan Asher, un antiguo amigo del East Village en los setenta. Durante un tiempo largo, Dan durmió en el sofá del apartamento de 37 metros cuadrados, en Second Avenue, que yo compartía con mi amigo Tom Yemm. Tom estudiaba filosofía post Escuela de Frankfurt en la New School y yo trabajaba durante varios turnos a la semana en el Wild West Topless Bar. Conocí a Dan en la calle. No tenía un lugar para vivir y lo invité a mudarse con nosotros. Dan acababa de volver de París, donde había estado durmiendo junto al Sena y fotografiando el ballet de Maurice Béjart.
–¡Prefiero estar con los vagos, los clochards, son mucho más interesantes que los hijos de puta que dirigen la industria de la cultura! –proclamaba Dan con el gimoteo nasal que era su marca particular. Era uno de esos veranos interminables en Nueva York. Dan llevaba puesto un abrigo muy ancho, típico de esquizofrénico, algo que yo presupuse que era. Se trataba de una persona verdaderamente original y tuvimos conversaciones increíbles, pero luego desapareció, y durante quince años no volví a saber de él.
Hace dos meses, me lo encontré en una fiesta en West Hollywood. Estaba en el negocio del arte de Los Ángeles. Las cosas cambian. Ahora, Dan Asher es artista e inversor independiente en la bolsa. Yo escribo columnas, ya no soy prostituta. Hace varios años, Dan se sometió a pruebas que resultaron en un diagnóstico de autismo. Es una condición raramente diagnosticada que suele ser confundida con esquizofrenia o desorden de déficit de atención. La definición preferida de autismo de Dan es la siguiente: un estado elevado de hipersanidad. Esta definición describe bastante bien también la experiencia de ver sus obras, así como sus ideas sobre la realización de arte. Desde comienzos de la década de 1980, Dan ha viajado constantemente, por su cuenta y por encargo. Deambulando por todo el mundo con su abrigo y cámaras de fotografía y video, Dan ha sido un observador activo en los márgenes del nuevo orden mundial. A donde sea que viaje, lo atraen “los vagos, los clochards” porque ellos son de su misma clase. Se dice que los autistas tienen habilidades prodigiosas que pueden, a veces, extenderse hacia el arte, otras veces hacia las matemáticas. Las imágenes de Dan funcionan como sismógrafos de la cultura global. Anónimas y en apariencia casuales, sus imágenes capturan la rara persistencia de la diferencia, en naciones donde la velocidad del cambio se ha acelerado más rápido en una década que en todo un siglo. No es Allan Sekula, y sus imágenes no muestran una elevación falsa ni una distancia enternecedora. En vez de eso, Dan es un genio delineando las particularidades del deterioro, los comportamientos raros e individuales de aquellos dejados atrás.
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