El amor tiene muchas facetas, y como emoción o sentimiento de posesión, dependencia, celos, competencia, moda, miedo a la soledad, suele ser alocado, momentáneo, intenso, sí, pero a la vez momentáneo, esquivo, rijoso, doloroso, engañoso, tramposo, traicionero, e incluso, cuando dura más de la cuenta, aburrido y tedioso, es decir, volátil y cambiante.
La soledad, tan denostada y temida, puede ser maravillosa, enriquecedora y fuente de paz, armonía y equilibrio con una misma y con el cosmos.
Todas las emociones y los sentimientos, cuando no son libres ni francos, pueden convertirse en una condena, en un dolor de cabeza.
El amor, cuando no es sincero y universal, puede convertirse en fuente de toda clase de conflictos.
Si hace daño, no es amor sincero y universal.
El amor universal tiene que fluir, porque no es una meta ni un deseo para satisfacer al ego, y no estancarse en un solo sendero, en una sola persona, ni siquiera si esa persona es una misma.
Amor es compartir.
Amor es dar sin esperar recibir.
Amor es caminar en libertad sin miedo.
El amor universal no es un drama de comedia para poder vibrar a través de los propios miedos e inseguridades con grandes cantidades de llanto.
No hace falta entregarse, sacrificarse o despeñarse por él.
No hace falta pedirlo, exigirlo, desearlo, esperarlo, porque siempre está ahí, dentro de todos los seres y las cosas.
El amor universal no es cuestión de fe o de creencias, está ahí, tan cierto como el calor del sol y el brillo de las estrellas, bañando nuestro ser todos los días y todas las noches de nuestra existencia independientemente de lo que creamos o dejemos de creer.
No importa la alegría o la pena que nos embargue, la luz sigue brillando incluso en la noche más oscura lo mismo que en el día más radiante.
No importan las crisis ni las ganancias, los logros o las derrotas, porque la luz es eterna y continua.
Esa luz que brilla en el sol y en las estrellas, también brilla dentro de todos los seres, tú y yo incluidos, porque estamos constituidos por el mismo espíritu, la misma energía y la misma materia, tanto en el sentido esotérico y mágico, como en el sentido físico y material.
Tenemos la misma edad del universo y estamos hechos y creados con los mismos elementos y de la misma manera.
Somos hermanos de las estrellas, ni menores ni mayores, hermanos.
Podemos superarlo todo, tenemos el poder del universo en nuestro interior.
No hay nada que no sea nuestra creación, pues no hay nada que no esté abrazado por nuestro amor.
Por supuesto que hay sombras y hasta plena oscuridad, pero basta una chispa de luz para rasgarlas y encontrar el camino.
Podemos meditar, pensar, crear a través de la luz y del amor.
La Luz de la Esperanza y el Amor Universal son equivalentes espirituales.
Una sola chispa de luz desgarra
la oscuridad del Universo entero
El rayo de la esperanza disipa todas las sombras del pasado y del presente, y abre los caminos hacia el destino anhelado.
Una sonrisa de luz rompe la oscuridad de la tristeza.
Cada ser, cada vida, cada existencia, sin importar en la forma que se manifieste, es energía pura, luz y esperanza de ser y estar, de continuar y de permanecer, sin importar las sombras que le rodeen.
Iluminar una sombra con la luz de la esperanza convierte el pesar en gozo, y nos recuerda que a pesar de toda adversidad nunca estamos perdidos, porque esa luz señala el sendero que ha de llevarnos de nuevo a nuestro hogar primigenio.
En el presente libro intentaré compartir los pasos que encienden esas luces interiores que todas y todos llevamos dentro, con meditaciones incluidas, para desgarrar cualquier oscuridad que intente arrebatarnos la luz de la esperanza.
Agradezco a Plutón Ediciones y a los compañeros de viaje que en ella coincidimos, como a Jay Tatsay y al Dr. Tapia, por su generosidad, y espero de todo corazón que a todos y cada uno de los seres que en este mundo habitan, se les ilumine el alma con la Luz de la Esperanza.
Gracias, gracias, gracias.
P.D.: Pido disculpas por mi manejo del castellano, que es mi segunda lengua madre, y doy gracias al equipo de Plutón Ediciones por corregirme y ayudarme a ser un poco más legible. Gracias, gracias, gracias.
I: Fe
¿Qué es exactamente la fe?
Mientras tu corazón
esté lleno de Fe,
no te hace falta creer
en nada.
Por increíble que parezca, a lo largo de nuestra vida se nos enseña muy poco a ser positivos. Contamos con muchas afirmaciones negativas, prohibiciones, pecados, arrepentimientos y sentimientos de culpabilidad, pero con muy pocas afirmaciones positivas que le den un giro positivo a nuestras existencias. Este libro es mi granito de arena para enfocarnos a lo mejor que nos ofrece esta experiencia vital en la que estamos temporalmente inmersos.
Para mí es todo un placer y un honor reencontrarme con las personas que me leen y que comparten conmigo una perspectiva positiva de la vida, y aún más, de la existencia, porque la vida es apenas un soplo de experiencias entre una y otra eternidad, y qué mejor que tomarla de manera positiva.
Por otra parte, sería injusto afirmar que la gente que sufre lo hace por vicio, dejadez, comodidad o negligencia, ya que muchas de ellas han tenido, o tienen, que enfrentarse a verdaderas pruebas de dolor y de pérdida, mientras que otras se regodean en el sufrimiento y en la descalificación de este mundo y sus habitantes, simplemente porque no se les ha concedido un capricho o porque les han cortado mal el pelo.
Tampoco se trata de aplaudir la alegría de las personas que ríen y bailan a pesar de encontrarse hundidos en la droga, el alcoholismo, la inmundicia, la guerra, el crimen o la miseria. El ego a menudo nos juega malas pasadas y nos hace creer que lo que hacemos, decimos o pensamos es lo correcto, e inventa toda clase de excusas, pretextos y justificaciones para darnos la “razón” a pesar de lo absurdo, negativo o inmoral de nuestras creencias y de nuestros actos. Por tanto, ser positivo no se trata de encubrir nuestros errores, malos pensamientos o peores acciones, sino de darles un giro de ciento ochenta grados.
Ser positivo no se trata de animar falsas felicidades y fáciles alegrías, sino de reflexionar, meditar y hacer aquello que en realidad tiende a la certitud, la bondad y lo creativo.
Olvidemos, por tanto, lo positivo como lo contrario a lo negativo, lo dicotómico y lo maniqueísta, y centrémonos en el maravilloso aprendizaje que nos ofrece la vida, siempre adelante, superando obstáculos y espejismos, experimentando lo más que podamos de la existencia, y compartiendo lo que nos enriquece, transmutando absolutamente todo nuestro bagaje vital en un giro positivo.
Este giro positivo es la fe.
La fe no es creer a ciegas en tal o cual creencia, porque creer a ciegas en dogmas solo porque está escrito en un libro, lo dice un “sabio” o un “santo”, lo repiten los medios de comunicación o lo inculcan a través de las escuelas y la educación, tiene otros nombres, como ignorancia, ingenuidad, pereza mental, dependencia o conveniencia, pero no fe.
La fe responde a lo esencial, a lo que se siente y se presiente, a lo que no se pude ver ni tocar, pero sí percibir.
Cuando se conoce o se sabe algo, ya no es fe, es conocimiento.
Saber de la existencia de otros mundos, de otros seres, no es fe, es conocimiento.
La