A un joven sabio se le averió el coche el día de una importante entrevista de trabajo. Siguió en tren, pero iba a llegar muy tarde. Una amable mujer a la que conoció en el tren lo llevó en coche a la entrevista, conduciendo con rapidez a través del denso tráfico. Pero aún así, llegó tan tarde que le rechazaron.
Cuando su amigo se acercó a consolarle por no haber conseguido el trabajo, el joven dijo:
—¿Quién sabe lo que es bueno o malo?
Al día siguiente, la hermosa mujer que le había llevado en coche lo llamó y le propuso tener una cita. Su ingenuo amigo, de visita, lo felicitó por su buena suerte.
—¿Quién sabe lo que es bueno o malo? —le dijo el joven.
Después de unas cuantas citas, la mujer se mudó a vivir con el joven. Al principio todo iba bien, pero comenzaron a discutir y a sacarse de quicio. Ella era muy absorbente, y el joven necesitaba su espacio. Al final, rompieron y ella se fue de casa, llevándose la mejor chaqueta de él. Su amigo pasó de visita con un pack de cervezas.
—¿Quién sabe lo que es bueno o malo? —le dijo el joven.
Al joven se le ocurrió una idea para ayudar a otras personas que hubieran pasado por rupturas dolorosas. Creó una empresa en internet que ofrecía consejos y un espacio de charla. Muy pronto empezó a dar talleres por todo el país y grabó una popular charla ted en YouTube. Su amigo fue de visita para felicitarlo.
—¿Quién sabe lo que es bueno o malo? —le dijo el joven.
¿Cuándo esperamos que termine la historia?
Quizá podríamos concebir todas las relaciones —y los finales de las relaciones— como algo que tiene aspectos positivos y negativos. Del mismo modo, es útil dejar de lado la idea de que nuestros patrones relacionales son o bien totalmente buenos o totalmente malos. Cuando detectamos esos patrones, es fácil pasar de seguirlos sin cuestionarlos y sin darnos cuenta de que pueden ser perjudiciales a mortificarnos e intentar erradicarlos. En lugar de esto, podríamos alejarnos de esa forma binaria de pensar en lo bueno y lo malo.
Quizá una pregunta más útil pueda ser qué posibilidades abren y qué impiden esos patrones para las personas involucradas. Cuando no tenemos miedo a que una cosa «buena» que estamos haciendo pueda ser en realidad «mala» —y que eso nos convierta en «malas personas»— somos mucho más capaces de percibir de forma abierta y honesta nuestros patrones. Por ejemplo, puedo pensar que mi patrón para adaptarme y encajar con mi pareja significa que puedo tener una vida fascinante y muy variada porque entraña una diversidad de intereses y me hace experimentar múltiples formas de intimidad. Pero también puede implicar pérdidas para todos si me implico en un determinado modo de vida con una de mis parejas y luego tengo que alejarme de ese estilo de vida. Puede darles la sensación de que las estoy traicionando si no les digo claramente que ese es mi patrón.
¿Diferentes relaciones para diferentes aportaciones?
Así que, ¿cuáles serían algunas de las reglas alternativas a las reglas del amor? Una alternativa a la Media Naranja podría ser reconocer las aportaciones que recibimos de las diferentes relaciones en nuestra vida.
Haz la prueba¿Qué quieres de una relación? |
Prueba a escribir una lista de valores que te gustaría recibir de una relación importante, y luego piensa en el resto de personas con quien te relaciones y de las que también podrías obtenerlos. Pueden ser personas que ya conoces o personas que conozcas en el futuro.
Qué quiero | Quién me lo puede ofrecer |
Fig. 3.5. Qué quiero y quién me lo puede ofrecer.
Esto está relacionado con la actividad que hicimos sobre los distintos yoes en el capítulo 2. Nos recuerda que diferentes facetas de nuestro yo aparecen en diferentes relaciones y situaciones. Quizá sea buena idea cultivar una amplia variedad de relaciones para recordarnos todos los yoes que somos. Sin duda, quita la presión de que una única persona tenga que aportarlo todo en nuestra vida.
Relacionarse sin pareja
Una alternativa a la idea de que no somos suficientes cuando no tenemos pareja consiste en darnos cuenta de lo importantes que son tanto el tiempo en soledad como el tiempo dedicado a relacionarnos. Hemos visto cómo concentrarse demasiado en una relación puede restar importancia a otras personas en nuestras vidas. Otra cuestión a la que a menudo renunciamos cuando nos comprometemos con una relación importante es nuestro tiempo a solas.
Como vimos en el capítulo 2, probablemente sea vital pasar cierto tiempo a solas para encontrar paz interior, lo cual es una base importante para relacionarse con otras personas. Sobre todo porque, cuando tenemos una relación en la que vivimos y dormimos con alguien, es posible implicarse tanto que acabemos perdiendo la noción de nuestro yo. La soledad puede ayudarnos a cultivar la imaginación; a estar pendientes de nuestras metas y sueños en lugar quedar absortos en los de otra persona; a recordar de qué somos capaces en lugar de permitir que otra persona se encargue siempre de ciertas tareas; a recuperarnos y procesarlo todo cuando las cosas se ponen complicadas.20 Por supuesto, la soledad hoy día requiere algo más que estar físicamente a solas. No estamos realmente a solas si estamos siempre disponibles para emails, llamadas y mensajes.
La polisoltería, o poliamor sin pareja principal, es un tipo de relación que hace hincapié en la relación con nuestro propio yo. Es una forma de poliamor —o de tener múltiples relaciones amorosas— de la que hablaremos en el capítulo 6, pero la mono-soltería también es una posibilidad, al igual que la casi-soltería.21 Lo importante aquí es la segunda parte: consideras tu relación contigo como tu relación principal, y reservas, como mínimo, el mismo tiempo y energía para ella que para tus otras relaciones con otras personas, si las tienes. Esto puede traducirse, por ejemplo, en irte de vacaciones a solas, tener una noche especial a solas todas las semanas y reservarte tiempo para atender tus necesidades. Este modelo puede ser una buena forma de cultivar la capacidad de valorarte igual que al resto, como vimos en el capítulo 2. La terapeuta de relaciones Harriet Lerner dice que ese tiempo y espacio es esencial para manejar dificultades o conflictos, como veremos en el capítulo 7.22
Una alternativa a vernos como personas a medias que buscan alguien que nos complete es vernos como personas que necesitan tiempo a solas además de las conexiones con otras personas presentes en nuestra vida.
Abandonar el triángulo dramático
¿Qué sucede con las alternativas a la última regla que hemos mencionado: que el amor todo lo puede? Las relaciones cercanas sin duda amortiguan los problemas de salud mental y física.23 Pero si lo que significa «amor» se limita al amor romántico, creer que lo curará todo tiene sus peligros.
¿Es suficiente el amor cuando aparecen los problemas? A menudo, la gente imagina que al amar a sus parejas les demostrarán lo adorables que son, y eso curará sus males. Por supuesto, el amor y el apoyo pueden ayudar a la gente a sentirse mejor consigo misma. Pero no son suficientes para que desaparezcan todos los problemas, porque estos son parte inherente de la vida. También es altamente improbable que el amor de una persona erradique todos los mensajes negativos que su pareja recibió durante su infancia y antes de conocerse.
El deseo de «curar a alguien» con tu amor puede ser, en realidad, perjudicial y al mismo tiempo puede desempoderar a esa persona, en lugar de ser algo útil y sanador: debemos tener mucho cuidado cuando comenzamos a pensar que podemos «salvar» a otra persona.24 Volviendo a los cuentos de hadas, puede ser igual de tentador ser el caballero sobre un corcel blanco a quien todo el mundo admira, como ser la princesa en la torre que no tiene que responsabilizarse de nada y puede esperar a ser rescatada. Pero ninguna de las dos situaciones es muy útil en la vida. El triángulo dramático de Karpman25 muestra cómo el rol salvador o de víctima puede estancarnos en una