Pero cuando Orazio le dijo a la hija: tienes que casarte, apareció una mañana peinado, con un jubón nuevo, y paseaba bajo las ventanas, como esperando. Todo estaba dispuesto en Santa Maria in Aquiro, una parroquia algo lejana, donde nadie los conocía. «Vístete de fiesta», le dijo Orazio a la hija, que encendía el fuego, y ella, que desde hacía tiempo buscaba en los paños negros refugio y garantía, se vistió de negro, sin saber que iba a casarse. En el umbral, de tanto que no salía, el reverbero del adoquinado la deslumbró y entre el parpadeo vio a Antonio, altísimo y demacrado, y a toda la familia Stiattesi vestida para la ocasión, menos Grazia, que estaba encamada. Echaron a andar. Quizá los vecinos sabían algo, se oía como un susurro en el forzado silencio, y los crujidos de una contraventana hacían pensar en una furtiva vigilancia. Iban deprisa, a la desbandada, y cuando llegaron al puente, donde nadie podía verlos, se recogieron sin decir palabra.
Antonio no hablaba. Desmemoriado, andaba delante porque tenía las piernas largas. El jubón nuevo era rico, pero no estaba hecho a su medida y se le caía de los hombros, mientras a los lados se le quedaba rígido y le hacía picos. Llevaba la cabeza al descubierto y el sombrero en la mano, un fieltro amplio con la pluma parda que barría la tierra. Un penacho de cabellos rubiancos, sin brillo, se le erguía en el cráneo, y el viento, al pasar, lo descomponía en tiesos mechones. Tenía espuelas en las botas, que tintineaban. A ratos, se paraba a esperar al grupo y volvía un poco la cabeza, pero sin mirar. Se le veía un gajo de mejilla colgante y la nariz corta. Se paró cuando Gervasio y Protasio, los dos gemelos, se encapricharon con el pan pepato5 que un vendedor ofrecía; y cuando el padre encontró un benefactor (con la cabeza inclinada, la mano en el pecho, como una imagen), echó la cabeza hacia el hombro derecho en actitud resignada. Parecía un caballo, que para dormir suspende una pata. Orazio miraba con los ojos entreabiertos hacia el Palazzo Farnese, los críos refunfuñaban y Artemisia se tiraba del velo hacia la frente.
Конец ознакомительного фрагмента.
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.
Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.