Si el espíritu romántico celebraba lo particular, lo individual, lo local y lo diferente, en contraposición a las normas y reglas abstractas que el neo-clasicismo dictaba, entonces existía una contradicción en las actividades de los artistas e intelectuales latinoamericanos en París y en otros lugares. ¿Había una sola literatura latinoamericana o había muchas? Si una determinada conciencia, nacida de un entorno natural y social determinado, creaba el arte, entonces tenía que haber una literatura mexicana, una argentina y una chilena y no una latinoamericana. Este es un problema que no ha sido resuelto a nivel teórico, pero sí lo ha sido a nivel práctico. El imperio español había sido programadamente uniforme en cuanto a la lengua, le ley y la religión, razón por la que los nuevos intelectuales y artistas y sus sucesores hasta nuestros días, pensaron y siguen pensando que son muchas las cosas que tienen en común. Además, las comunicaciones modernas hicieron posible el intercambio de libros panfletos, ideas y los encuentros en Europa o en la misma América Latina. Fue posible para ellos conocerse, buscarse y publicar antologías que incluían las obras de escritores de varios países (la primera fue América poética, compilada por el argentino Juan María Gutiérrez, que apareció en Chile en 1846). Los escritores latinoamericanos más importantes conocen la obra de sus colegas y sienten que pertenecen a una tradición continental, a pesar de reconocer que trabajan al interior de literaturas nacionales que les proporcionan instituciones como las editoriales, empleo y las posibilidades de viajar. Con las excepciones usuales, a menudo causadas por la persecución política, los mejores escritores se empinan a la cima y dialogan con sus colegas, más allá de las fronteras nacionales.
La principal innovación en la literatura romántica latinoamericana del siglo XIX fue el empeño de mirar lo más directamente posible la realidad del continente, tanto la de la naturaleza, como la de la sociedad, en lugar de hacerlo a través del discurso de la filosofía neo-escolástica. Este cambio, que por supuesto había tenido lugar en Europa durante la Ilustración, llegó con demora a las antiguas colonias españolas, a raíz de la minuciosa perfección del adoctrinamiento católico, que estaba aliado a las instituciones de la Corona. En Brasil, este cambio hacia la observación directa de la realidad ocurrió algo más temprano e incidió en la fundación de agencias estatales dedicadas al propósito de aprender sobre los abundantes recursos naturales del país.
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