Historia del zapatero fisgón
Había una vez un zapatero que sospechaba de una de sus vecinas como practicante de la brujería, pues aunque la mujer intentaba taparse la cara, hiciera frío o calor, con el mantón que llevaba, en cierta ocasión dejó al descubierto el ojo izquierdo con una innegable marca de una pata de sapo.
El zapatero que era muy osado, deseoso de averiguar toda la verdad, la víspera de San Juan a medianoche se ocultó en la cocina de la meiga para fiscalizar todos sus movimientos. Así observó como aquella cogía de dentro de un armario un cuenco de barro y tras desnudarse se untó con un ungüento que se hallaba en el recipiente y acto seguido salió volando por la chimenea a caballo de una escoba.
Entonces el zapatero hizo lo propio y así mismo voló hasta donde lo había hecho su vecina. Allí asistió a una reunión de brujas que en círculo y por turno iban dando un beso en el trasero al cabrón.
El valiente remendón no deseaba ser descubierto y cuando llegó su turno, en lugar de besarle le clavó la lezna. El demonio pegó un horrible aullido mascullando: “¡Carallo, qué buenos dientes tienes!”.
Atributos de las meigas
Coinciden con los de su jefe: poseen cuernos, se las asocia con la tierra, con el aire enrarecido y con el humo en Galicia, son generalmente viejas, (lo cual no impide que puedan presentarse, según convenga, jóvenes y lozanas) nocturnas, negras, pestilentes, engañadoras y envidiosas. Por regla general, al igual que en otras partes, el carácter femenino de la brujería hace que predominen las brujas sobre los brujos.
En algunas aldeas se creía que eran los curas los únicos que podían verles los cuernos cuando al decir las misas en latín se volvían al pueblo para decir: “Dominus vobiscum”. Entonces también veían el humo que les salía de la cabeza.
Oración que contra las brujas
se recita la noche de San Juan
Todas as meigas levou
Peladas eran, peladas serán,
todas as meigas que andan polo chan,
peladas son, peladas eran,
todas as meigas que andan pola terra
Todas las meigas llevó
Peladas eran, peladas serán,
todas las meigas que andan por el suelo,
peladas son, peladas eran,
todas las meigas que andan por la tierra.
Queda clara la relación de las brujas con la tierra, y para defenderse de su ataque se clavaba una navaja en el suelo para que por el agujero se metieran en la tierra y una vez tapado no volvieran a salir.
En cuanto a lo de peladas, lo son por el hecho de que emplean sus propios pelos (sobre todo los del pubis) para la confección de hechizos. Así las enfermedades y los embrujamientos son expulsados con frecuencia en forma de pelos.
Escenarios y fiestas de las meigas
Las brujas gallegas prefieren los montes como el Faro o el de Fontevecha junto a Valga. Las de Mondoñedo disfrutan en el Padornelo, en la parroquia de Lindín, a las doce de la noche a caballo de sus escobas vuelan hasta el Xustral, donde se reúnen con las que llegan de O Valadouro, Viveiro, Vilalba, Meira y O Condado.
Los aquelarres tenían lugar de noche pues los demonios y brujas preferían la oscuridad, después de ponerse el sol hasta el amanecer tal como conserva la voz popular: “lá vai o demo revolto depois do sol posto”. El canto del gallo anuncia el final de sus correrías.
El día de la semana preferido o mejor, la noche, es la de viernes a sábado quizás como rechazo del día de la pasión de Cristo. Pero el máximo odio lo concentran en domingo.
Historia del jorobado
Se cuenta que en el pueblo de Culleredo (provincia de A Coruña) vivía un jorobado pobre que malvivía solicitando una caridad a cambio de un trabajito. Una tarde cortando leña para calentarse del crudo invierno se le echó la noche encima y el desgraciado se perdió. Tras muchas vueltas sin rumbo, divisó a lo lejos una luz. Hasta llegar a ella se llenó de cardenales y arañazos del espinoso matorral que tuvo que atravesar. La luz se desprendía de dentro de una palloza de doble piso. Entreabrió la puerta y creyó escuchar cánticos en la dependencia superior.
Cuál no sería su sorpresa cuando al entreabrir la puerta de la dependencia se encontró a una serie de mujeres que cogidas de la mano giraban en círculo cantando:
Lunes y martes y miércoles tres;
Lunes y martes y miércoles tres.
Le gustó el canto y como era muy bromista, sin ninguna clase de temor les contestó: “Jueves y viernes y sábado seis”.
Tanto les gustó a las brujas la contestación que bailaron con él hasta el amanecer y contentas quitaron al compañero la joroba transformándolo en un guapo mozo, además de regarle un saquito de monedas de oro.
Cuando regresó al pueblo, trabajos tuvo para ser reconocido. Llevando desde entonces una vida mucho más desahogada.
Y sucedió que un vecino suyo, también jorobado, muerto de envidia quiso saber qué le había pasado a su compadre y tras insistir e insistir, aquel se lo contó. Dicho y hecho, el segundo jorobado corrió a casa de las brujas a las que encontró cantando:
Lunes y martes y miércoles tres;
Jueves y viernes y sábado seis.
Y muy equivocadamente, creyendo que todavía obtendría mayor beneficio, les dijo:
Esta canción se termina así: “Y domingo siete”.
¿Qué había dicho? Las brujas todas a una le saltaron encima y le molieron a palos con sus escobas dejándolo por muerto. Cuando se recuperó a la mañana siguiente, se palpó y con la mayor sorpresa y desanimo, comprobó que en lugar de una joroba, ¡tenía dos!
Otras fiestas brujeriles
En Galicia las brujas celebraban sus reuniones multitudinarias, la noche de San Silvestre, la víspera de San Pedro y sobre todo, la noche de San Juan en la que se trasladaban al Arenal de Sevilla y regresaban al alba. He aquí una oración para ahuyentarlas la noche del solsticio de verano:
San Xoán esclarecido.
que en Lisboa foi nacido,
con hábito de Jan,
con cordón de espartán
gárdame o gando do pan,
sin pastor e sen can.
¿Que atropaches, señor san Xoán?
Topei lobos e leonicos,
bruxicas e diablicos.
San Juan esclarecido,
que en Lisboa fue nacido,
con hábito de lana,
con cordón de esparto,
guárdame el ganado de los campos de trigo,
sin pastor y sin perro.
¿Qué encontraste, señor San Juan?
Encontré lobos y leonicos
brujicas y diablicos.
Las brujas de Cangas de Morrazo
Como consecuencia de un asalto de piratas berberiscos a Cangas de Morrazo (Pontevedra) en 1617, muchas mujeres adoptaron una extraña conducta. Interrogadas por la Inquisición, Catalina de la Iglesia de Coiro confesó haber estado en las juntas de la playa de Arenas Gordas, adonde iba untada con hierbas a adorar y tratar carnalmente con el demonio tras una serie de bailes obscenos, y que por el camino del mar llegaban otras compañeras en un barco guiado por el diablo en figura de cabrón.